86 cumple este año el Llano, el Pestaña, o el Messi, este último apodo se lo auto asignó, y engatusa a sus bisnietos con que así le decían cuando jugaba a la pelota por su club deportivo, pero en ese tiempo a Messi no lo conocían ni sus papás, si hasta ellos todavía arrastraban la bolsa del pan.

Es que el Llano ha sido bueno pal cuento desde siempre, con decirles que, según él, un día le pegó tan fuerte a la pelota, que rompió el arco con arquero y todo adentro, tanto así, que al arquero se lo llevaron medio muerto en ambulancia, siendo que en ese entonces con suerte habían carretas.

Sí, así de cuentero es, y no sólo cuentero en lo que respecta a contar cuentos, sino también a ese cuentero chamullero; para que se hagan una idea, todavía pasa gratis en las micros del Transantiago, porque se pone una chaqueta que le regalaron hace años, con el logo de la empresa y cuando se sube les dice a los choferes: «Hola, colega», pero él con suerte sabe manejar una bicicleta. 

Aun cuando pensándolo bien, debe ser por eso mismo que nos podemos quedar horas y horas en la fogata escuchando sus historias, las cuales, ya se habrán dado cuenta, probablemente sean un 99.8% de mentiras, pero que importa eso, si al final mientras las está narrando, uno se las va imaginando como cuando lees el mejor de los libros de ciencia ficción.

El Llano es oriundo de Las Cruces, un pueblito del litoral, que ahora recién se ha hecho más conocido, pero antes con suerte tenía siete habitantes (Me gusta exagerar un poco, ya deben sospechar de quién lo heredé).

Eran nueve hermanos, él es el menor y el único que le sigue ganando el gallito a la señora encapuchada de la hoz.

El Llano las hizo todas, no me sorprendería que fuera un hermano perdido del Cantinflas. Cuentan los rumores que incursionó en la política, fue militar, boxeador, futbolista, árbitro, músico, carpintero, entre muchos otros. Mas sólo Dios y él saben cuáles fueron reales y cuáles no.

Ahí mismo en Las Cruces, conoció a mi abuelita, la María, ella llegó desde Placilla a trabajar en las casonas con vista al mar de los ricachones del pueblo.

Cuando la vio por primera vez, hizo el clic de las películas, ese clic que sólo algunos tienen la dicha de saborear; así que se propuso con toda convicción conquistarla, tarea difícil, porque mi abuelita parecía Barbie, delgadita, blanquita, ojitos claros y rubia; a diferencia del Llano que era más negro que un cochayuyo, pero con la labia innata desde potrillo. Paradójicamente eso fue lo que a la María le gustó de él.

Pa’ más remate, él ya tenía su mano que aprieta y estaba embarazada de su hijo mayor, el Eduardo. Mas como dicen por ahí, hay casualidades en la vida tan, pero tan fuertes, que no dejan lugar a dudas, y él no dudó en escuchar a su corazón. 

Al Llano le temblaban las cañuelas más que al Gato Silva en el penal de la Bicentenario, pero sin miedo al éxito le contó todo a su pareja y le dijo: «No fue culpa tuya, ni tampoco mía, fue culpa de la María». Bueno, tal vez en esta época se lo hubiese planteado así, pero fue algo similar.

Después de sacarse ese peso de encima y con zozobra también por la otra muchacha, se puso la 10 y entró a jugarse el partido de su vida con la María. A fin de cuentas, no todos los días encuentras tu media naranja, como para dejarla ir sin antes luchar como Romeo por Julieta.

Cuento corto, se casaron y tuvo su mejor historia de amor, fruto de ello, tuvieron cuatro hijos: la Sole, la Patty, el Juan y la Mireya, más dos que se fueron con el tatita Dios, pero otro día les cuento de ellos, porque ahora el protagonista es otro.

Hicieron su casita ahí mismo en Las Cruces, obvio, donde criaron a sus hijos, pero después que crecieron y desde que tengo memoria, el Llano se pone en la esquina con un letrero, para arrendársela a los veraneantes y él se queda en un cuartito que construyó por el costado, que ahora con el pasar de los años y uno que otro retoque, pasó a llamarse «el departamentito».

En ese mismo «cuarto» pasamos varios lustros de veraneo con mis primas, o primes, si quieren que me ponga inclusivo. Experimentamos las mejores vivencias de nuestra niñez, pasando desde las «duchas» dentro de un tarro con agua helada de manguera, hasta las mejores cazuelas de pollo que he probado, hechas por mi abuelita y comidas en una mesa con el baño literalmente pegado al lado, y más encima toda chueca, porque estaba sobre un piso de tierra tan desnivelado, que ni para jugar a las bolitas servía. 

Hasta el día de hoy la física me sigue diciendo que era imposible meter tanta gente en ese cuarto de 4 x 2, porque somos más que los chinos. Yo creo que fue posible porque nuestros papás se liberaban de nosotros, soltándonos en el bosque donde jugábamos todo el día, y sólo volvíamos de noche a dormir, metiéndonos como de seis personas en una litera de media plaza (Ya les dije que me gusta exagerar un poco).

Retornando a lo importarte, por ahí en el año 2007, pasamos una de las peores tristezas a nivel transversal como familia; a mi abuelita se la comió un cáncer fulminante, que se la llevó en menos de tres meses, y pese a que el tema nunca se toca mucho, creo hablar por todos y conjeturar que desde ese día las reuniones masivas de familia fueron paulatinamente en decadencia.

Años después y por más inverosímil que parezca, al Llano también le diagnosticaron cáncer, de colon; pero el viejito es duro como roca, lo operaron y siguió bailando como si nada.

A eso del 2019, antes de saber que estaríamos encerrados durante dos años, el maldito cáncer hizo de las suyas otra vez y en esa ocasión atacó la próstata, pero nuevamente el tratamiento fue óptimo y él como lechuga de campo.

En el presente verano del 2023 de nuevo bailamos con la fea. Mientras Shakira y Piqué se separaban y generaban la controversia de que si el Casio era mejor que el Rolex, en paralelo, el Llano casi se nos iba al patio de los callados y para sorpresa nuestra, nada tenía que ver el cáncer. Le dio una hemorragia digestiva que lo tuvo contra las cuerdas, «F» como dicen los lolos. Sin embargo, no fue tanta la sorpresa, porque siendo objetivo, el Llano tampoco ha sido un santo y eso todos lo sabemos; empinaba el codo más que carretonero recién pagado, lo cual, a largo plazo le dejó el hígado como pasa y ahora nos dio el susto del año.

Hoy en día se está recuperando, despacito por las piedras, ¿Dónde? en Las Cruces po, dónde más va a ser.

Y pondría mis manos al fuego apostando que mientras ustedes están leyendo, él le está contando alguna mentirilla a alguien, mientras cierra los ojos y se delata con una sutil sonrisa.

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