EL JUGUETE ANHELADO

EL JUGUETE ANHELADO

junior buelvas

25/10/2017


“EL JUGUETE ANHELADO”

Por fin había llegado el Día esperado, Maravilloso y lleno de muchas expectativas; la brisa calmada jugueteaba en las ramas de los frondosos árboles de trupillos que rodeaban la plazoleta que los niños habían hecho a “punta de uñas y que les servía como “pedazo de playón, para jugar foot-ball.

El Astro Rey asomaba su bigote de rayos majestuosos de colores naranja y oro, salpicando con su magia de colores a las estribaciones de la Serranía de Los Mahíncos la cual al amanecer se vía llena de visos dorados, combinados con un azul tenue, bañados con anaranjados y matizados con ese sutil verde manzana en primavera, que le daba la nota maravillosa al llegar el Alba.

El tuerto Luís Yance, se encontraba saboreando con extrema exquisitez la tasa de café caliente que la Señora Leonardita le había traído, le dio un sorbo, saboreo y palpo que estaba bien caliente, pues dos lágrimas afloraron sus ojos. La Señora Leo, no pasó por alto ese detalle, pues era verdaderamente acuciosa e irreverente, pero para no pecar de indiscreta, prefirió hacer dentro de si, el comentario : “Tay puyao Diablo, por Hartón”.

En ese momento apareció Ignacio, el ultimo hijo de Doña Leo, quien al oír el murmullo de la conversación de los mayores, se levantó más temprano que de costumbre, para ver que le depara ese grandioso día.

El Niño venía encandelillado, con los ojos casi cerrados, por el cambio de luz en la estancia, pero con una sonrisa de expectativa que iluminaba toda su carita, con esa candidez que habita en todo niño.

El Señor Yance, herrero oficial del Pueblo, al ver que el Muchacho se acercaba, con intención dirigida, le soltó el siguiente comentario, el cual llevaba una dosis de socarronería.

–¡Buenos días Ignacio, ¡sabes!, El Divino Niño vino esta madrugada a traer los regalos; a Nelly le trajo muchos, ¿a ti que te trajo?, –terminó diciendo el tuerto–.

El chiquillo le miró la cara al herrero y en ella observó una sonrisa en forma de sorna, pero el niño, en su Sacra Inocencia, aunque estaba deseoso por preguntar que había pasado de nuevo con los juguetes de Él, no se atrevía a curiosear y sumado a que le era prohibido intervenir en conversaciones de mayores sin el concebido permiso de su progenitora, sopena de ganarse una buena paliza, con pie en la nuca incluido.

El muchachito, en vez de detenerse, tomó rumbo hacia otro lado y empezó a buscar los presentes por todos los rincones, estaba desesperado, no encontraba los regalos que el Niño Jesús presumiblemente había traído para El, los buscó y nada que los encontró, abrigaba la más firme esperanza de que esta vez sí los encontraría porque pensaba que El Divino Niño, se los había dejado bien escondidos, para probar su paciencia, pero paso el tiempo y como siempre sucedía todos los años, nunca logró encontrarlos.

De nueva vinieron las preguntas de todos los años pasados, ¿qué pasaría?, ¿Por qué de nuevo El divino Niño se olvidaría de mi?, ¿que puedo hacer para convertirme en un niño bueno?, para que el próximo año me traiga regalos.

El infante cabizbajo se sentaba a la sombra de unos árboles de “Guamos” que había en el traspatio de la casa, –pensaba—, ¿Será que en mi casa todos somos malos, porque en Ella, El niño Jesús, nunca se detiene a dejar regalos?. Esa y muchas otras preguntas sin respuestas, se hacía el infante en su recién formado cerebro.

Lo que Ignacio ignoraba era que, lo único “malo” que hacían en esa casa era haber nacido en la pobreza absoluta. Tiempo después ya en la Adolescencia, cuando adquirió cierta capacidad de discernir; recostado en el diván de una Terapeuta de las conductas del Individuo, Ésta le hizo caer en la sana conclusión que la pobreza en nada influía, ni tenía nada que ver con que El divino Niño no le trajera regalos a los niños malos o buenos; que la cuestión era de “ Querer”, porque “si tú quieres, Puedes”; le explicaba La Psicoanalista de conductas que : “Regalarle a tu hijo, es maravilloso, es lindo”, ¡claro!, siempre y cuando El se lo gane, debes concedérselo, premiarlo, por que con ello ganas terreno en el autoestima de Él y crecerá más feliz y con menos traumas.

Cuando era niño se detenía a pensar y hacia paralelos entre la hija de la Señora Natividad de Yance, los Perkuces, los Biancos, los Pachencos y otros muchos Niños del Pueblo, que aunque a sus Papás se les “Notaba” eran de más escasos recursos económicos; pero todos los años El Niño Dios sí les traía religiosamente los juguetes y correteaban felices, el veinticinco de diciembre y fin de año.

Por esa actitud, en cierto momento Ignacio, hasta trató de injusta, sin tener conocimientos de causa, la política del Niño Jesús y puso muchas veces en duda su benevolencia absoluta para con los más necesitados; en su infinita inocencia, llegó hasta a poner en tela de juicio la existencia del omnipotente y su sentido de equidad. Porqué mientras otros niños se negaban a hacer los mandados a sus Padres, –se preguntaba sin obtener respuestas–, Ignacio tampoco iba de muy buena gana, pero a “uñas de buen caballo”, siempre hacía lo que le mandaran a hacer; así tuviera que hacer innecesariamente, un viaje por cada articulo, como era la costumbre atávica e inveterada de la Señora Leonarditas y en caso de que, por pura equivocación siquiera hiciera una mueca de desagrado, esto era causal de malas costumbres y tomado en consideración para masacrarlo, con el rejo encebado en el instante y dejar una reserva para “Quebrar la olla” el próximo Sábado de Gloria.

Capítulo II.-

Ignacio siguió buscando desesperadamente las huellas del helicóptero que el tuerto Yance le había dicho que en el patio de su casa había aterrizado, para ver si allí se encontraban los regalos, pero no encontró ni huellas, ni regalos.

El Señor Yance notó la inquietud del niño, se sonrió disimuladamente, entonces le explico que el helicóptero del Niño Dios había aterrizado había sido encima del techo de la casa. Esta aclaración fue mal direccionada por parte dl adulto, por el escaso conocimiento en la previsión de Ignacio, un niño ayuno, poco perspicaz, sin ningún asomo de sospechas ni malicias, empezó a preguntarse:

¿Será que los helicópteros de verdad-verdad son tan livianos, como para aterrizar en un techo de palma y este no venirse al suelo?

Pero también se hacia la salvedad de que el nunca había tenido el placer de ver uno en tierra. Esto para El hubiera sido una gloria observarlo y tocarlo, pero nunca tuvo la dicha de tener uno tan cerca para palparlo y acariciarlo con sus propias manitas y contarle ese privilegio a sus amiguitos de La Escuela Rural para Varones.

En sus dubitaciones, sacó en claro que la mejor forma de averiguar lo del aterrizaje del helicóptero en el techo, era subiéndose a él, quién quita, —pensaba—, que el regalo de este año y de los años anteriores estén encima del techo y yo por timorato no los he rescatado.

El chaval en su desesperación y llevado por la falsedad en la información, del Tuerto Yance, tomó la equivocada decisión de ir por sus presuntos Juguetes al techo de la casa; para el efecto hizo un parapeto con unos recortes de árboles, mal amarrados con “Bejucos” y por éllos se subió; su desilusión fue total, su tristeza indescriptible, cabizbajo decidió bajarse con prontitud, antes de que su Mamá se percatara de la norma que había infringido. Por el nervio y la desesperación, en aras de que su progenitora no se enterara de su mal comportamiento se “Guindó” de un madero quebradizo, perdió el equilibrio, cuando casi aterrizaba, para proteger su cabeza, metió las manos; el resultado fue partidura de cada uno de los radios de cada antebrazos.

La Señora Leonarditas lo encontró desmayado, lo llevó hasta una cama de lienzos y allí empezó a buscar la manera de encabezarle los huesos, cuando lo logró, buscó cáscaras de “Tuatúa”, –una mata silvestre cuya corteza era utilizada para inmovilizar huesos traumatizados–. Afortunadamente ese insuceso, no pasó a mayores, porque La Señora Leonarditas en tiempos pasados había realizado un curso de “Traumatología & Obstetricias”, por correspondencia y en la “Especialidad” de “Médium”, con notas muy sobresalientes, direccionado por El Inminente:“Doctor José Glicerio Fesnández”; esto le valió para hacerse célebre en todas Las Comarcas de Santa Maria La Bella De Las Tres Cruces & Marquetalia, por sus “Manos de Sedas” para el arreglo de huesos y “Aparadas” de niños al nacer.

Los Señores Yance tenían una hija de nombre Nelly, –Según suponía Ignacio–, El Divino Niño la “premiaba demasiado”, porque siempre se negaba a ir a la Tienda a comprar los víveres para su Mamá, cuando la mandaban, terminaba llorando y arrastrándose en el suelo, resultado de esas pataletas, terminaba no hiendo.

Doña Natividad, la esposa del herrero, entonces le pagaba a Ignacio para que este le hiciera los mandados, por lo que el niño se ponía a sacar la siguiente conclusión:

“Pero si, –según me dice mi Mamá–, El Divino Niño, no le trae juguetes a los niños que se portan mal”, ¿Por qué a Nelly si le trae y bien bonitos, bastantes y variados?.

Aunque ganas no le faltaban, no se atrevía a hacerle la consulta a las personas Mayores; por temor a que sus preguntas les fueran a impertinar y llegase a oídos de su Mamá y cambiara de humor trayendo consecuencias desastrosas en contra de sus “glúteos”.

La búsqueda de los regalos por parte de Ignacio nunca cesaba, pero todo era en vano, no consiguió nada nunca; alguien debió robárselos, –pensaba–, porque el Niño Jesús, es bueno y no engaña a los infantes.

Para fortuna de Ignacio, ese fue un periodo de bonanza para La Región y La Primera Dama del Municipio, le encomendó la misión a una sección de sus Empleados, que se encargaran ese año de repartir unos regalos a los niños más pobres; para ver si así podían arrancar de esas caritas tristes una sonrisa y apreciar la brillantes de la alegría en sus ojitos diáfanos, libres de pecados y de la malicia adulta.

Ese veintitrés de diciembre, todo El Pueblo estaba eufórico, en la plaza Principal, tocaba una papayera traída de San Papayo, para que amenizara el conmemorativo y plausible acto de bondad y reconciliación con esos seres inofensivos y generalmente maltratados.

La orquesta era dirigida por el joño Rosendo Rozo labioligeros, hombre importante en el pentagrama y otros menesteres del arte.

En el centro del parque principal, fue instalada una tarima grande, para que en ella se llevara a cabo la ceremonia de entrega de regalos a los Papás más pobres, con el fin de que ese año los niños de Santa María La Bella de Las Tres Cruces & Marquetalia pudieran sonreírle a la vida, aunque fuera por unos instantes, tratando de Paladear un poco las penurias con su regalo de navidad, donado por la fundación de La primera Dama del Municipio.

El infante en la víspera, se armó de coraje y le pidió muy comedidamente el favor a su Señora Madre, para que le reclamara un regalo; por toda respuesta, La Señora, lo que hizo fue sacarle la mano izquierda de revés, asentándosela en las falsas costillas, que le hizo votar el aire de los pulmones y cayendo al suelo por un buen rato, cuando el niño se recuperó del golpe, se paró se sacudió y se dirigió a la plaza Principal, en donde estaban repartiendo los regalos. ,

A Ignacio lo acompaño la suerte por que movió sus palancas y por intermedio de una vecina de su Mamá, llamada Blascina Meza que allí se encontraba, logró que le reclamara una guitarrita de pasta con cuerdas de nylon. El niño al recibirla, no solo le brindo la sonrisa a La Señora Blascina, sino que les regalo una carcajada de felicidad y las abrazo muy efusivamente.

En esos días, Ignacio fue el Niño mas feliz del mundo, la Señora Leonarditas mandaba más de veinte veces en el día a traer uno a uno los víveres de Las Tiendas y el no protestaba ni en el pensamiento que era la única forma en la que lo podía hacer.

La Progenitora del Niño era comadre de una Señora llamada María Lucía Cerrucho, –En El pueblo se decía a ultranza que Ella era Pitonisa de las muchas que practicaban la Magia negra, para hacerles males a las Personas, pero que además era muy chismosa.

Casi siempre hacía su aparición en horas de la mañana con el fin de participar en la consumición del desayuno de su Comadre Leonarditas, ya era su costumbre disfrazar el acto en una visita oficial mañanera.

En medio de tantos chismes que le narraba a su comadre Leonarditas, la Señora le pregunto:

–¿¡Comadre, ya usted fue a reclamar el regalo de los niños pobres!?—

–¡No Comadre, no he ido, pero tampoco voy a ir, por que yo todavía no estoy de “limorna”, y todos los que fueron a recibirlos no tienen vergüenza!–.

–¡Yo creía que usted los había acepado, porque siempre que usted manda a hacer los mandados a Ignacio, yo lo veo que se queda en el sardinel de la Escuela Rural para Varones, tocando una guitarrita blanca!—.

–¡¿Cómo es que dice usted Comadre?!

La Señora le repitió y la Señora Leonarditas se llenó tanto de ira, que la yugular se le inflo como manguera de bombero agarrotada casi se le revienta; inmediatamente agarró un rejo de cuero retorcido y encebado que tenia y se lo enrolló en la mano izquierda; pegó un tañido que la dejo sin respiración, llamando a Ignacio, el cual por evitarse problemas y malos entendidos con su Progenitora, no se alejaba mucho de su costado, así, –decía –, se evitaba molestias; el niño enseguida, se presentó con el pánico dibujado en su carita, blanco como un papel.

–¡Señora, Mamá!—.

–¡¿Dónde están los juguetes que se robó?, –Le preguntó–, Ignacio empezó a llorar.

–¡Rápido! –dijo la Señora–, hable ahora o calle para siempre!–.

Ignacio busco la guitarrita blanca y se la entrego.

–¡¿Esto es todo?!, ¡Apure entregue todo lo que se robó!–.

–¡No tengo nada más, Madre, esa me la regaló la Señora Blascina!–.

–¡Embustero!, e inmediatamente le saco la mano izquierda y volaron cuatro dientes y dos muelitas. El niño se llevo las manitos a la boca para detener la sangre, entonces la Señora Leonarditas aprovecho para agarrarlo con firmeza; Lo tomo con una mano, lo empujo y cuando cayó al suelo lo agarró por una pierna y le puso el pie en “El Pescuezo” y allá va esa lluvia, que digo lluvia, eso fue un huracán de rejo. Cuando ya estaba inmóvil Ignacio, lo soltó y enseguida busco una mano de pilón y con ella le molió a golpes, la guitarrita querida de Ignacio, –y le sentenció–, ¡que esto te sirva de escarmiento Pelao e’ los diablos para que seas un hombre honrado!; ya el niño no podía escucharla porque se había desmayado.

Pero en su sub-consciente le había quedado grabado el grato recuerdo de su linda guitarrita la cual lo hizo feliz por pocos días; Él tuvo la dicha en llamarla: “¡El Juguete Anhelado!”.

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