Cada mañana las plegarias

desnudan mis bolsillos,

pretendiendo una epifanía

entre los dedos.

Chorrean dos tazas de dudas

y remueven agurios

sobre el desayunador.

Las burlas del infortunio

me arrastran otra vez;

luchan por colgarme al bus,

pero el tiempo corre más

que los latidos de esta angustia.

Sé que debo medir calles,

aunque cada hueco

muerda un trozo de esperanza.

Mendigo segundos ajenos;

ahora sé que el tiempo

no repara promesas vencidas.

Tanta carencia arde en la piel,

ahora mi nombre es presa

de cada mensaje al atardecer.

Esta vida alimenta mi duda;

sobrevivir es un maratón

que no conoce recompensa.

Estoy cansado

de deshacer caminos,

y amordazar al tiempo.

El dinero es un espacio

de medida injusta.

Al filo de esta tarde,

con mis pies acaricio

el abismo, y me pregunto:

-«¿Sobrevivo, o juego a volar?»

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