El hombre y los mosquitos

El hombre y los mosquitos

Ariel Zelener

27/04/2021

El mosquito

Era una noche calurosa. Extraño, ya que en abril no suele hacer semejante calor. Dormía solo con los calzoncillos y sin taparse con las sábanas. A las dos de la mañana se despertó fastidioso por los mosquitos. Se levantó de la cama y sin encender la luz del dormitorio fue al baño. Orinó, volvió a la habitación, encendió la luz y miró para todos lados. Dos mosquitos en la puerta, cuatro en el techo y al menos cinco volando. Su cama está contra una pared. Se arrodilló en el colchón y vio cinco mosquitos más en el espacio que hay entre la almohada y la biblioteca de pared. De un puñetazo, a lo Mohamed Alí, estampó dos contra la pared. Otros dos volaron por la ventana y el último voló en dirección al armario. El joven fue hacia el armario y apenas asomó la cabeza en el interior se le fueron encima tantos mosquitos que fue imposible contarlos, le volaron alrededor, en todas direcciones. Quiso atrapar algunos al vuelo y no pudo. Uno, quizás el mismo de antes, voló a la pared. En la otra pared, la de enfrente, la que da a la habitación de su hermana, vio de golpe cinco o seis, quizás siete mosquitos. Empezó a darle piñas a la pared como un loco. Se preguntó si su hermana no iría a despertarse y enojarse. De ser así se ocuparía de eso al otro día. No todas las piñas que dio a la pared fueron en vano, algunos mosquitos pudo matar. Ahí fue cuando volvió a mirar a la otra pared, el mosquito que salió del armario seguía ahí.

El muchacho se sentó al borde de la cama y lo miró. Ya eran más de las tres de la mañana y seguía mirando al mosquito, que estaba quieto, como petrificado, rodeado de los cadáveres de sus compañeros mosquitos, manchas de sangre que pintan de lunares rojos la pared celeste( siempre creí que si uno mata a un mosquito y queda la sangre en la pared quiere decir que ese mosquito ya me picó, si no deja sangre quiere decir que me podría haber picado) A las nueve de la mañana debía estar en la oficina, para lo que se despierta a las siete, pero casi a las cinco de la mañana seguía mirando al mosquito de la pared esperando que se moviera. Tenía sueño, pero no iba a dormir. Le dolían las manos de tantos puñetazos que le dio a la pared, algunos efectivos, otros fallidos. Tenía hambre pero de ahí no se iba a mover, estaba obsesionado con el mosquito. Sin dejar de mirarlo agarró un papel y una birome. Hasta se tomó el trabajo de hacer una tablita dividida en horas para escribir lo que hacía el mosquito a cada hora, pero siempre terminó escribiendo lo mismo:” el mosquito está quieto”.

A las siete sonó la alarma del celular, lo buscó en la mesita de luz, del otro lado de la cama. Apagó la alarma y volvió a mirar la pared. El mosquito ya no estaba. Miró desesperadamente para todos lados y no lo podía encontrar. La puerta de la habitación estaba cerrada, también la ventana. Se vistió para ir a la oficina. Antes de cerrar la puerta de la habitación volvió a mirar las dos paredes y solo vio manchas de sangre de los mosquitos que pudo matar, ya se fijaría en internet después la mejor forma de limpiar las paredes. Se metió en el ascensor pensando finalmente que la razón de ser de los mosquitos es “hincharnos las pelotas a los humanos”

El humano

Una madrugada calurosa, linda para salir a alimentarse de sangre humana. Ya llevo bastante tiempo en el equipo, pero sigo siendo el segundo en rango, me faltan unos años para ser el capitán, por eso todavía no tomo las decisiones y solo me queda cumplir órdenes. Nos metimos en la habitación por la ventana. Eramos un grupo numeroso que nos pusimos a volar por todos lados, algunos se posaron en la pared, otros se metieron en un armario, otros volaban más próximos al cuerpo que yacía durmiendo en la cama. Yo más próximo al techo lo miraba con atención y lo escuchaba roncar. Si yo pudiera elegir iría al culo, siempre elegiría el culo, no hay nada mejor que un buen culo, incluso si es un masculino como en este caso. Pero me asignaron las piernas, que dicho sea de paso, no están tan mal como las de otros chicos, seguramente este hace deporte. Desde mi ubicación en el techo espero el mejor momento para atacar.

Mis compañeros más próximos al cuerpo lo molestan mucho y lo terminan despertando. Lo veo que se levanta de la cama y sale de la habitación. Al rato vuelve, enciende la luz y empieza a dar manotazos al aire mirando para todos lados. Nosotros le pasamos cerca de las manos y nos divertimos esquivando los golpes. Algunos perecieron, empotrados en la pared. Otros, los más rápidos, logramos esquivarlo. Yo me apoyé en la pared de la cama y me quedé ahí quietito. Me daba risa como le pegaba piñas a la pared y me imaginaba lo que le dolerían los puños al otro día. Después lo vi sentarse en el borde de la cama y mirarme. Pasaron las horas y seguíamos mirándonos fijo los 2, el humano y yo.

Después de varias horas escucho un ruidito “ tiriri Tiriri Tiriri” proveniente de un aparatito negro que tiene en un banquito al costado de la cama. Se da vuelta para agarrarlo y apagar el “ruidito”. Ahí aprovecho y vuelo de la pared. Me posé en la punta de arriba de la biblioteca. Desde ahí lo observo como mira para todos lados sin poder encontrarme. Pienso que este humano es un pelotudo y me rio bajito. Empieza a vestirse , agarra su billetera y las llaves, se mete el aparatito negro en el bolsillo y sale de la habitación. Yo acá me quedo, apoyado en el lomo de un libro de Stephen King, esperando que vuelva para alimentarme de su sangre y vengarme de que haya matado a algunos de mis amigos.

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