Ya solo faltaban dos días para su cumpleaños.

Pablo y Ana eran dos gemelos que, a pesar de parecerse mucho físicamente, eran muy diferentes de forma de ser.

Pablo siempre estaba distraído y lo único que hacía era jugar a la Play con sus amigos y estar todo el rato con el móvil. Nunca tenía tiempo para hablar con Ana y estar los dos juntos, o eso decía él.

En cambio, Ana era una niña más abierta, hablaba con todo el mundo y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. A ella también le gustaba mucho estar con sus amigos pero hacía otras cosas a parte de eso, por ejemplo hablar con su madre de qué tal le había ido el día, jugar con su primo pequeño,escuchar música…

Se acercaba el día del cumpleaños y ya casi tenían todo preparado. Ya iban a cumplir quince años e iban a organizar una fiesta muy grande.

Pablo estaba triste y enfadado a la vez, porque no quería celebrar esa fiesta con su hermana. Decía que ya iban a cumplir quince años y que no quería estar compartiendo cumpleaños con su hermana toda la vida.

Su madre les pidió que fueran a comprar bebidas y algunas bolsas de patatas para la fiesta.

Salieron de casa y Pablo iba con el móvil. Ana se enfadaba con él todo el rato porque no entendía como podía estar tanto tiempo así.

Se encontraron a mucha gente por el camino, solo saludaban a Ana porque todo el mundo pensaba que era más amable y servicial.

Justo antes de llegar a la tienda se encontraron una puerta muy rara, una puerta grande y alta que estaba abierta. Ana se paró en seco y le dijo a Pablo que parara. Ana se asomó y vio un gran camino que conducía a una especie de tienda. Sin pensarlo, Ana dio un paso al frente para indicarle a Pablo que quería ir a ver que tienda era esa.

Llegaron a la puerta de la tienda y antes de llamar se dieron cuenta de que curiosamente también estaba abierta. Pasaron dentro, era una tienda grande y con poca luz, al final de la tienda había un señor que les dijo que pasaran sin miedo.

Ana le preguntó al señor que qué vendían en aquella extraña tienda, el señor les dijo que era una tienda mágica en la que todo era posible.

El señor les preguntó si querían hacer un viaje alucinante. Ana y Pablo se sorprendieron al escuchar aquellas palabras y preguntaron que a dónde se dirigirían. Él les contestó que irían al futuro. Los dos se quedaron sin palabras. No sabían si fiarse de aquel señor tan extraño pero no sabiendo muy bien por qué Ana accedió.

El señor les metió en una máquina muy grande, les explicó que con esa máquina podrían ver como serán ellos en el futuro. A continuación, les tecleó un número en la máquina y cerró la puerta dejándolos solos.

La máquina empezó a temblar y en unos segundos la puerta se abrió y aparecieron en un sitio diferente, un sitio muy raro para ellos. ¡La máquina les había llevado de verdad al futuro!

Pablo seguía con el móvil aburrido, según él eso era puro cuento. Pasaron a una sala grande con unas puertas. En una ponía en grande: «ANA» y en otra «PABLO».

Cada uno fue a su puerta correspondiente. Las puertas conducían a unas salas pequeñas, cada una con un sillón y una tele. La tele estaba encendida y aparecían unas letras grandes: «SIÉNTATE». Cada uno en su sala se sentaron y en la tele apareció un vídeo, a cada uno distinto.

En la tele de Ana el vídeo trataba de como iba a ser ella en el futuro, una chica guapa con una familia, trabajo, y querida por mucha gente. En el futuro Ana iba a seguir siendo tan buena como ahora y se puso muy contenta. Su vídeo decía muchas cosas buenas sobre ella y eso le algaba.

En cambio, el vídeo de Pablo no era igual. En el futuro Pablo iba a vivir solo, con un perro, le habían echado de todos los trabajos y no tenía amigos. Vivía en una casa pequeña y sin apenas muebles y solo tenía de compañero a su perro. Esto a Pablo le afectó mucho. ¿Era de verdad tan malo? ¿Era tan poco sociable como para solo tener de amigo a un perro? ¿Le habían ido tan mal los estudios y por eso le echaban de los trabajos o era porque no era amable con la gente y tampoco les intentaba ayudar?

Salieron de la tienda despidiéndose del señor, fueron a comprar las cosas que su madre les había pedido y volvieron a casa.

Contaron su experiencia a sus padres. Empezó Ana, como siempre, a contar su historia. Cuando llegó el turno de Pablo les contó todo lo que aparecía en su vídeo y les dijo que a partir de ese preciso momento su vida iba a cambiar.

Iba a ayudar a la gente, a ser amable como su hermana y a pasar más tiempo con su familia. Se acordó de las puertas abiertas que conducían a la tienda y pensó que quizá tenían algún significado. Tenía que ser más abierto al mundo y a los demás.

Pensó en una bonita frase que le decía su madre y que acababa de encontrarle el sentido. Cuando te mueres no te llevas mucho dinero, o la Play, o el móvil si no que te llevas el amor de todas las personas a las que hayas querido a lo largo de tu vida.

Pasaron unos días y Pablo y su familia notaron como iba siendo más bueno y ayudaba a los demás. Había abierto la puerta de su corazón.

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