El Expediente 55-2017

La noche era densa en el edificio del antiguo Tribunal. El vigilante, un hombre cansado de los pasillos vacíos, repasaba su ronda cuando notó algo extraño: una luz tenue escapaba del despacho número 7, el que llevaba cerrado desde hacía meses. Pensó que sería un olvido, pero el resplandor pulsaba, como si respondiera a su respiración. Empujó la puerta.

Dentro, el aire olía a papel húmedo y tinta reciente. Sobre la mesa, un expediente abierto mostraba un número subrayado: 55-2017. Las hojas parecían ordenadas, aunque juraría haberlas visto antes selladas con la palabra archivado. Se inclinó y leyó una línea escrita a mano: “Ningún caso se cierra del todo”. El sonido de una impresora interrumpió el silencio. No había nadie, pero la máquina expulsó una nueva hoja con su propio nombre al pie del documento.

El vigilante retrocedió, tembloroso. Intentó apagar la luz, pero el interruptor no respondió. En el reflejo del vidrio, las sombras detrás de él parecían moverse, como si alguien —o algo— revisara los papeles con calma burocrática. Antes de huir, alcanzó a ver que el expediente se había actualizado solo. En la portada, ahora decía: Caso reabierto. Nuevo responsable identificado.

Debajo, en tinta negra, figuraba su firma.

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