Un flash blanco, la desorientación cliché y el típico efecto de transición de disolución que siempre te muestran las películas, me puso frente a un personaje ya viejo con pequeños lentes redondos, pantalón de tela desgastado, una camisa vieja y sobre ella un chaleco. Tenía aspecto cansado y las dos alas que sobresalían de su espalda ya no tenían muchas plumas y estaban arrugadas. Éste se encontraba leyendo una revista, cuya tapa no pude distinguir.
– ¿Dónde estoy? – pregunté sin percatarme de las nubes desgastadas y amarillentas que formaban las paredes de lo que parecía ser una oficina. – ¿Dónde cree? – dijo, levantando la mirada levemente de la revista, mientras pasaba una hoja.- No sé… ¿impuestos?- ¿Qué es lo último que recuerda? – me respondió volviendo su vista a la revista.- No recuerdo nada. Peor haber venido aquí a rellenar algún… ¿trámite? ¿burocracia? – Mmm… – dijo mientras leía la revista – ¿Así que no recuerda el camión? – Dejó pasar un incómodo silencio por un momento.- ¿Qué camión?- pregunté comenzando a preocuparme. – Bueno, seré directo – dijo cerrando la revista – usted a muerto atropellado por un camión. Está en migraciones del cielo y yo soy el encargado que revisará su caso para ver si entra o no. El silencio ahora era real. Recién me percaté que las ventanas mostraban afuera una calle llena de gente haciendo fila para entrar a cubículos. Era un mar de nubes. Detrás de los cubículos se veían escaleras, de nubes, subiendo a una luz todavía más brillante. Se veían, en vez de pájaros, gente alada que iba de un lado a otro con maletines, llevando trámites probablemente, que iba de cubículo en cubículo.- Oh no…- dije en voz baja – Tengo muchas preguntas…- Y yo estoy aquí para responderlas. No se preocupe que aquí el tiempo no pasa. Así que tendremos que quedarnos aquí lo que tenga que durar su caso.- ¿Y si dura un año? – Eso dependerá de usted. Así que… ¿comenzamos? – dijo pasándome la revista.
Esta decía «Revista (your)Life ( tu vida)» y mostraba una foto mía en blanco y negro.»¡Murió brutalmente atropellado!» se leía en tono amarillista. «¡Los Top 5 romances!» «¿Dejó en el mundo algo totalmente nuevo? (o sólo fue otro número más)»
«De infancia a adultez, los mejores momentos de…» Ya no podía leer más.
– ¿Era necesario hacer una revista amarillista? – pregunté, devolviéndola.
– ¿No te gusta? Perdón, pero según el equipo de marketing, creyeron que te gustaría más ese formato. Aunque también hicieron otro – dijo, rebuscando entre sus cajones, y sacando un libro.
– «La extraordinaria vida mía» una autobiografía – dijo pasándome el libro.
Era blanco, con un tipo de letras que me gustaba, y la silueta de mi cara en negro. Cuando estaba por preguntarle «¿Qué momento pude haber escrito esto?», levantó la mano y dijo:
– El tiempo aquí corre distinto. Tuviste (o ¿tienes?) tiempo de sobra para escribir este libro. Te podría mostrar el documental que hiciste sobre tu vida, pero daría lo mismo. Tienes todo el tiempo del mundo para hacerlo. Bueno… del cielo en este caso. – me miró. Respiró profundamente y continuó – Ahora a lo nuestro. Nuestro equipo de IN (Inteligencia de Natalidad, no Inteligencia de Negocios) desarrolló varios modelos respecto a tu personalidad, viendo las decisiones que tomaste, y el resultado es que fuiste una buena persona. Por ende, podrás optar por una entrada al cielo. La calidad de la suite que te toque dependerá de las siguientes métricas obviamente… – lo corté.
– ¿Se me juzgará dependiendo de la cantidad de cosas buenas o malas que hice?
– Claro que sí. Como por ejemplo, mataste cinco mil novecientos ochenta y tres mosquitos, y eso equivale a un año en purgatorio. Ya que al supremo no le gusta que maten animales. Ahora, «Animales Muertos» caen en dos categorías, el de muertos directamente, como es este caso (o aquella vez que fuiste a cazar con tu papá y mataste aquella perdiz), y el de muertos indirectamente, sea comprando carne, contaminando el ambiente mediante un automóvil o usando energía, o visitando un zoológico. Aquí tengo una lista obviamente -dijo sacando un papel muy largo- de todos los animales que mataste.
Comencé a leerlo sin saber qué sentir exactamente:
M. DIRECTAMENTE
– 3764 moscas
– 12 perdices
– 4 palomas
– 731 hormigas
– 5983 mosquitos
– 1 gato
La lista seguía.
– Un momento… ¡jamás maté un gato!
– Claro que sí. Una vez sacaste al gato criado en casa de tu amiga al campo diciendo «¡tiene que vivir libremente!» y este se escapó, y murió porque no sabía cómo sobrevivir en ese ambiente.
– Pero, ¡me disculpé luego!
– Sí, pero ella nunca más lo vió.- dijo, mientras se me hacía un vacío en el estómago.
– Y bueno, todo eso suma cinco años en purgatorio.- dijo quitándome la lista y sacaba otra- esta es más que nada curiosidad, ya que no suma nada porque no estabas consciente de ello.
M. DIRECTAMENTE (ACCIDENTE)
– 1 caballo
– 2 perros
– 10 palomas
– ¿Dos perros?
– Sí. A uno lo pisaste en el auto, sin querer. El otro era un perro de la calle al que le diste comida, pero le causó una indigestión y murió. No había posibilidad de que lo sepas. -sacó otra lista- y aquí tienes una lista de muertes indirectas, con sus detalles.
M. INDIRECTAMENTE
(comida)
– 2 vacas
– 1156 kilos de carne y menudencias
– 276 parrilladas
– 578 almuerzos sociales
– 1875 comidas caseras
– 382 pollos (cifras detalladas de comidas)
(contaminación de agua)
– 2078 atunes
– media ballena (por plásticos y químicos que usé que indirectamente llegaron al mar)
…
(insectos)
…
La lista era muy larga para resumirla. El daño que hizo mi existencia al ambiente me provocó cierta culpa de haber existido. Pregunté sobre una de las vacas, y me contó desde su nacimiento hasta su muerte… de sólo uno de los kilos que había comido. Dijo que no me preocupara, porque como somos la especie dominante, no se lo toma como «mal» estar dentro de los parámetros normales de consumo. Pero que hay algunos que llegan con el doble y hasta el triple de daño, y ellos ya tienen un lugar especial donde serán procesados.- Existen humanos que se comieron un Panda. Eso por ejemplo no es chiste, y se aumentan dos años en el purgatorio.
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