Ahí estaba, acostada en la cama, viendo hacia el blanco techo con tumultos chiquitos parecidos a montañas, observando la nada, que al mismo tiempo me distanciaba del todo. Los murmullos de la familia, reunidos especialmente para el festejo de la unión entre dos personas, estaban abajo, inundando de ruido el espacio que había entre la pared de la habitación y el resto de la casa, se escuchaban los niños correr por el pasillo de afuera, las tías creando cotilleo y de vez en cuando la voz de mi prometido, tocando la puerta con delicadeza.
– ¿Estás bien cariño?, ¿Necesitas algo? – Él preguntaba de vez en cuando.
-Todo bien, no, muchas gracias…- yo decía titubeando.
Nada importante, no había nada importante, de vez en cuando me paraba y veía por la ventana, parecían dos mundos diferentes, mi casa y la playa parecían dos universos diferentes, solo que estaban dividos entre el marco de la ligera capa de arena refinada y el aire que tocaba ésta.
-Nada importante, nada importante- Repetía varias veces mientras miraba hacia el movimiento de las olas. A lo lejos, se podían ver los transportes marítimos, a veces eran barcos gigantes que echaban humo por su chimenea y otras veces turistas gozando de su libertad temporal, ganada después de tres años de ahorrar cada céntimo que se dedicaba al fondo de “las vacaciones familiares”. Me desesperaba cuando veía a las familias, cuando los padres se daban la libertad de tomarse de las manos, me hacía sentir ansiedad, frustración, me veía la mano y me revisaba el dedo anular, ahí estaba posando como cadenas que aprensaban mi corazón, la piedra de mi yugo.
Después de advertirme sobre mi constante y aparente masoquismo emocional, me limitaba a ver otro tipo de ventana, pero ésta estaba diseñada para mirarse a uno mismo, tan fina, tan hermoso, parecía caro, fue un regalo para la situación que hoy aborrezco, esa misma realidad que está afuera del cuarto.
Me miraba, sonreía para disimular, me tapaba con el velo para cubrir mis sentimientos. Al final recordaba a los turistas y sentía celos, pero no de los padres, sino de los mismos infantes, que corrían con albedrío, llenándose de sílice los dedos de los pies. Me miraba como una pequeña niña que lo único que quería era estar en la playa, viendo las olas tratando de inundar la costa, pero sin lograrlo, ya que son arremetidas por el soplo del viento.
Se escucha el reloj, no me había dado cuenta, los minutos lento, volvía a pensar en el límite entre mis dos mundos, ¿Podría ser?, que lo único que se requería fuese cruzarlos, que no habría nadie del otro lado que me deportara a la misma realidad. Lo pienso seriamente, mientras me miro en el espejo, siendo irónico que, lo único que me gustaría llevarme al otro lado sería éste, tal vez para recordarme que soy tan capaz como lo que miro en el reflejo, o tal vez para nunca dejar este día atrás.
¿Puedo ser libre? – Me pregunto, mientras escucho el tiempo pasar me imagino qué sería de mí sí me fugase, ¿Llegaría al menos a la civilización?, ¿Podría conseguir un trabajo?, ¿estaría completamente sola?, ¿Podría encontrar a alguien que amara?, ¿me comprometería de nuevo?, ¿Tendría hijos?, ¿Ahorraríamos cada céntimo en el “fondo para las vacaciones familiares?, son demasiadas preguntas, muy complicado. Al mismo tiempo pienso en lo que pasará si me quedo, ¿Trabajaría como quiero?, ¿Estaría nada más haciendo los quehaceres de la casa?, ¿Me sometería ante cualquier deseo que mi no tan querido esposo?, ¿Le diría “te amo” descaradamente en las mañanas al final de cada desayuno antes de que se fuera a trabajar?, ¿Tendríamos hijos?, ¿Tendríamos mucho dinero?, ¿Ahorraríamos cada céntimo para el “fondo de vacaciones familiares”?, también es complicado, demasiadas preguntas, pero al menos no es incierto, con menos obstáculos.
Me siento decidida, aunque haya más piedras en el camino, debo hacerlo, saltar por la ventana, vivir mis sueños, volverme poeta, escritora, dibujante, cantante, música, hacer escultura, hacer arte, vivir la vida de una persona extraordinaria, que siempre mira hacia adelante y no ve los errores como acciones condenables al rechazo social, sino una puerta para cambiar de perspectiva e imagen, volverse alguien autosuficiente, que su singular propósito es hacer de su vida lo que a su corazón la llene de alegría y pasión…
-Quiero ser esa persona- digo en voz alta, mientras me miro en el espejo, pero mi padre toca la puerta y la abre.
-Todos ya están sentados y tu prometido te espera al pie de risco en el altar- Agacho la mirada y salgo por la puerta.
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