El espantapájaros que leía a Edgar Allan Poe
La propia de los buenos espantapájaros, le explicaba el labrador a su hijo señalando el monigote que entre ambos habían plantado. El chico, que tanto había disfrutado creando, mano a mano con su padre, aquel ser, sintió una enorme desazón al tratar de imaginar cómo, se las apañaría su creación, para ejecutar correctamente su labor. En la oscura noche, totalmente resuelto, salió con varios libros bien envueltos bajo el brazo. Al amanecer, padre e hijo, volvieron a los trigales. Allí encontraron al muñeco leyendo a voz en cuello los cuentos de Edgar Allan Poe. Los pájaros, por millares, posados a su alrededor, temblaban espantados de terror.
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