EL ENEMIGO

EL ENEMIGO

paloma

29/03/2020

Todos se preguntaban quién era el enemigo a batir.

Los medios de comunicación, desbordados,

iban desgranando noticias desalentadoras.

Informaciones que pretendían prevenir a la población

pero que en la mayoría de los casos solo aumentaban el desconcierto

y en muchos casos provocaban el caos.

Se cebaba en los más débiles

Se colaba por las rendijas de las ventanas

subía sin miramientos por los resquicios de las puertas.

Solo unos cuantos, los más osados o quizás los más inconscientes se atrevían a salir.

Y salían, decididos a hacerle frente, fuera lo que fuera, porque no iban a permitir que aquello dominara sus vidas y pusiera un cerrojo a su libertad.

Poco a poco fueron cayendo, primero los niños, más tarde los ancianos.

Llegaban a los hospitales con el rostro macilento y el andar cansado.

La mayoría no sobrevivía. Los pocos que se salvaban eran confinados en estrechas células.

Ni siquiera sus familiares tenían derecho a visitarles y cuando sanaban del todo, la gente los repudiaba: se convirtieron en los nuevos apestados.

Era como si un agujero lo devorara todo.

Las autoridades no se atrevían a ponerle un nombre, ellos mismos andaban perdidos, confusos en la maraña de informaciones, como un ratón en un agujero.

La negrura se hizo dueña de las calles y los únicos que ponían el pie en ella fueron los apestados.

No tenían nada que perder, sus familiares renegaban de ellos y mendigaban como fantasmas a los que nadie se acercaba.

Cuando todo pasó se convirtieron en invisibles. La gente que salió indemne nunca volvió a ser la misma.

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