El dolor en mi papel, mi versión

El dolor en mi papel, mi versión

carlos sanchez

20/07/2020

Suena el despertador exactamente a las 5:30 am, me dispongo a ponerme en pie para empezar un día más de la semana, otro día en una intensa monotonía, como de costumbre, anhelando una salida de esta obra de teatro de la cual debo seguir el guion al pie de la letra, evitando dar cualquier paso en falso, evitando atrasarme o saltarme las escenas que corresponden al papel que me tocó vivir, al del abogado adinerado que lo tiene todo, mujeres, dinero, prestigio. Al que supuestamente no le falta nada en la vida.

Yo Román Quintero, estoy aburrido, estoy atrapado, esperando a que llegue mi momento, bien sea para cambiar de papel, o de que finalmente baje el telón de forma definitiva.

Me dispongo a darme una ducha con agua caliente mientras pienso, “porque no tuve la opción de elegir mi propio papel”, en ningún momento nadie me pregunto cuál era el verdadero papel que me hubiera gustado interpretar, tal vez hubiera elegido el del periodista especializado en judiciales, o el de escritor de novelas de tipo ciencia ficción, no, eso a nadie le importo.

Enciendo la televisión a las 6:00 am para ver las noticias, mientras me preparo el desayuno, una noticia capturo parcialmente mi atención, se trataba de un grupo de jóvenes en china los cuales fueron recluidos al hospital, más específicamente, al Wuhan Pu’ai Hospital, los estudiantes presentaban un curioso caso de conjuntivitis y de algunas erupciones cutáneas baste pronunciadas más allá de lo normal. Aunque en un principio pensé que simplemente era producto de haber consumido algo en mal estado, tal vez de haber ingerido distintos tipos de licores al mismo tiempo o simplemente de haberse sobrepasado con la bebida, nada fuera de lo común, puesto que, a fin de cuentas, eran jóvenes, es normal que sean algo inconscientes e inmaduros, recuerdo que cuando yo era joven, esa era la mejor escapatoria que tenía para mis problemas y frustraciones. Para mí no existía mejor remedio para eso que salir con amigos a beber.

Salgo de mi casa a las 6:40 am para dirigirme al trabajo, tenía la fortuna de vivir no solo cómodamente en una jaula de oro, sino también de estar justamente cerca del lugar en donde me reúno con mis clientes el cual estaba en la Av. 6 D al lado del centro comercial, sin embargo, siempre he preferido llegar antes que después, llegue diez minutos después de mi hora de salida. Mi cliente llego aproximadamente a las 7:20 am, Bernardo Ortega, quien era un respetado y conocido miembro de la cámara de representantes, habíamos acordado reunirnos para tratar un tema correspondiente a un escándalo que involucraba dineros calientes.

-Buenos días Román. –Me dijo con una mirada que denotaba cierto aire de preocupación.

-Buenos días señor Ortega. –Le conteste con cortesía.

-Román vamos directo al grano, sin rodeos necesito saber cuál es el estado de mi situación, la prensa no deja de joderme la vida.

Lo analicé de arriba abajo, pude notar que su camisa no estaba bien planchada, se alcanzaban a ver ciertas insinuaciones de sudor en sus cienes y un tic nervioso en su mano izquierda el cual intentaba ocultar, ahora era claro, este hombre trataba de controlarse, pero la verdad era innegable, no estaba nervioso, estaba aterrado. Y no es para menos, yo también lo estaría si la prensa me estuviera presionando en busca de respuestas para resolver la incógnita de dicho escandalo (el cual era cierto), y más aún si mis propios colegas, se hubieran lavado las manos desde un inicio, diciendo que no podían hacer nada. Sin embargo yo ya contaba con experiencia en casos de este estilo, para bien o para mal, siempre he salido victorioso en los casos que he tomado, aunque lo que me hacia sentir desprecio de mi mismo y mas repudio del papel que me toco, era que generalmente defendía a los culpables, era algo asi como el abogado del diablo, en mi ultimo caso, defendi a un prestigioso congresista, el doctor Marulanda, el cual había sido envuelto en varios casos de lavado de activos (era culpable) pero gracias a mí, otro culpable salió impune.

-No se angustie señor Ortega, no existe ninguna prueba fehaciente en manos de la fiscalía que lo pudiera señalar a usted como culpable.

-Pero como no me voy a angustiar, tengo a la prensa respirándome en la nuca, si esto continua, mi reputación se ira a la basura (el mes pasado había sido acusado de acoso sexual por coquetear descaradamente con su secretaria cuando estaba ebrio)

-Descuide señor Ortega, entiendo cómo se siente, usted saldrá bien librado de esto, déjelo en mis manos –dije con un tono soberbio.

-Más te vale, para eso te contrate – respondió burdamente, mirándome fijamente a los ojos.

Eso era una completa mentira, esta pobre y desdichada escoria me contrato porque claramente no duraría siquiera un día en una cárcel, alguien como él, que siempre ha vivido acostumbrado a estar rodeado de lujos, protegido por los privilegios que le otorgan su prestigioso apellido, nunca ha sabido lo difícil que puede llegar a ser la vida, nunca ha visto como es estar en la otra cara de la moneda.

La gente de su tipo me parece verdaderamente despreciable, aunque es curioso, puesto que la mayoría de mis clientes han sido así. Rodeados de lujos, de un prestigioso apellido, nunca han sabido lo que es contar las monedas mientras esperas el bus en la avenida las américas, pedir que le den la ñapa cuando compra en una tienda o llamar desde un minutero, no él definitivamente no sabe lo es eso, posiblemente nunca lo sepa, él ha estado acostumbrado a estar bajo la burbuja de protección que le otorgo su apellido, sin tener la mas mínima idea de lo complicada que puede llegar a ser la vida desde cierto punto de vista.

sonreí

-Así será caballero –respondí con seguridad, pero a su vez con cierto desdén.

Es sorprendente la forma en que somos capaces de utilizar una sonrisa como si fuera una máscara, como si fuera el camuflaje perfecto para ocultar las emociones que emanen de nosotros en el momento que deseemos.

Continúe dándole al señor ortega los detalles de lo que debía hacer para menguar un poco su situación y que la prensa dejara de presionarlo un poco.

Una vez terminada la reunión, me fui por donde vine en mi vehículo, ahora con destino al barrio Santa Teresita, cogí por toda la octava norte pasando por Granada el cual era uno de mis sitios favoritos en la ciudad, hasta que finalmente llegué a mi destino, en donde debía reunirme con Armando Sandoval. Un colega con el cual estaba llevando un caso en conjunto.

Éramos medianamente similares, ambos somos excelentes abogados, contamos con buen prestigio, dinero, mujeres, poder, todo lo que quisiéramos, pero la diferencia es que él si estaba bastante cómodo con su vida, porque a diferencia de mí, él sí tuvo la oportunidad de escoger su propio papel en esta obra sin gracia ni sentido a la que todos llaman vida.

He de decir que para mí él era verdaderamente despreciable, su actitud aparte de confianzuda, no era para nada diferente a la que tenía el señor Ortega, Armando era igual de déspota, era un buen colega, pero para mí era inevitable no centrarme en esa actitud tan característica de alguien de su tipo, el ego en las nubes, sin preocuparse por nada ni nadie.

Toque el timbre y seguido de unos diez o quince segundos apareció Armando.

-Quihubo Quinterito, que más hermanito –dijo con cierta efusividad.

-Buenos días Armando –dije cortésmente, pero sin dar mucho reparo.

-Deje esa formalidad mijo, más bien venga vamos por un café y luego ahí si nos concentramos.

-No, Armando tenemos trabajo que hacer o ya se le olvido?

-No se asare, no nos demoramos

-Está bien, pero no tardemos mucho, tenemos bastante trabajo que hacer.

-Fresco mijo, cinco minutos más o cinco minutos no harán ninguna diferencia relájese, a veces uno tiene que aprender a divertirse un poco y no tomarse el trabajo tan a pecho –dijo con cierto aire de camaradería.

No dije nada al respecto, solo procedí a subir a mi vehículo con Armando. Nos dirigimos a un restaurante en la avenida 10, cerca de granada, mi lugar favorito en la ciudad. En el camino me surgió la pregunta de qué había pasado con el carro de Armando, así que no dude preguntarle.

-Que paso con su carro? ¿Está en el taller o algo así?

-La camioneta?, no hermanito, está en los patios –dijo con un suspiro

-Es que fíjese que había salido a bailar con una chimbita y pues bailamos, tomamos, todo normal, chévere, pero al salir cuando íbamos ya para mi casa, nos cogió un retén por allá por Menga y yo iba con un tufo terrible, la hembrita también, el tombo se dio cuenta de una, me toco darle un cariñito a él y a los demás tombos para que no me la fueran a montar porque si no usted sabe que se me puede ir hondo donde algo así se haga público.

Definitivamente entre más tiempo comparto con él, mas repudio me genera, me dan nauseas escucharlo.

-Es una pena, ¿pero no hubo forma de salvar la camioneta entonces? –pregunte fingiendo interés

-No hermanito, dentro de lo malo, los tombos lo que hicieron fue salvarme la vida, lo más probable es que la hembrita y yo nos hubiéramos matado donde yo hubiera seguido manejando así en ese estado.

Esos policías no tienen ni idea del error que cometieron, que hayan evitado que esta escoria pusiera fin a su vida, por producto de su propia estupidez, eso sí es una verdadera pena.

-Pues sí, menos mal, siempre dicen que lo malo tiene algo de bueno –dije esbozando una ligera sonrisa.

-Hermano en eso si tienes toda la razón.

Una vez llegamos al restaurante consulte mi reloj el cual marcaba las 9:40 am.

-Solo cinco minutos, acuérdese.

-Fresco mijo, ya le dije que no se asare, yo creo que mejor en vez de un café lo que necesita es un trago, para que se le quite lo cansón –me dijo entre risas

-No olvide que tenemos trabajo que hacer, este caso no se va a resolver solo –Le dije de manera directa mirándolo a los ojos.

-Yo se Quinterito, mas bien ponele cuidado a esa ansiedad porque si no te van a empezar a decir don angustias

-Pilas, yo sé porque lo digo –Respondí de manera impasible

-Tranquilo hermanito, más bien cuénteme como va su caso con el doctor Ortega.

-La verdad prefiero no hablar del tema, usted ya sabe que soy bastante precavido con mis casos, siempre me caracterizo por cumplir con la confidencialidad abogado-cliente –Respondí con ligereza para desviar el tema.

-Pero porque le mete tanto misterio mijo, pero bueno no se asare, si no quiere hablar del tema no hay ningún problema.

No suelo ser una persona muy conversadora, sin embargo, a pesar de los pocos aportes que doy a una conversación, la gente me dice que soy un buen conversador, aunque la verdad nunca lo he visto de ese modo, supongo que es porque pese a que mis aportes son pocos, terminan siendo sustanciosos a fin de cuentas y eso crea una cierta continuidad en la conversación, así mismo una cierta complicidad con el receptor, lo que ayuda a que la conversación sigua viva, o al menos es lo que yo supongo.

Desvié ligeramente la mirada y vi que en la televisión estaban hablando de una noticia que me resultaba familiar, sin embargo, no lograba recordar de que se trataba, hasta que recordé el caso que había visto esta mañana en las noticias de las 6, si, efectivamente correspondía exactamente al mismo caso de los jóvenes que presentaban esos curiosos síntomas, me causo cierta curiosidad, el hecho de ver que le estaban dando importancia a algo que realmente no era la gran cosa, en ese momento Armando desvió mi atención sacándome de mis pensamientos con una simple pero poco agradable pregunta.

-Como le fue con la hembrita de la otra vez? –Pregunto levantando ligeramente tanto la cabeza como las cejas.

-No sé a quién se refiere –Respondí tratando de evadir la pregunta.

-Hay no se haga el loco Quintero, usted sabe perfectamente de quien le estoy hablando.

-Se refiere a Vanesa?

-Esa!, Si ve mijo que usted si sabía.

-Sí, pero que pasa con ella? –Pregunte con inocencia.

-Pues hermanito yo no sé qué relación tenga con ella, pero la verdad, es que esa hembra está muy rica, es un mujerononon.

-Sí, es bonita –Respondí sin reparo y sin mucho interés.

-No mijo, esa mujer es todo un monumento, una obra de arte, con unas curvas y unos rasgos que parecen tallados por los mismos ángeles, yo no entiendo usted porque no aprovecha.

-No comprendo a que se refiere –Respondí seriamente.

-No me malinterprete Quintero, pero pues usted podría aprovechar que son colegas, que son medianamente cercanos, pues para salir con ella, llevarla a bailar, a comer, cosas así. ¿Si me entiende?

-Eso supongo –Respondí con ligereza.

Todo lo que Armando había dicho de Vanesa era cierto, así como también es cierto que yo no tenía ningún interés en tener algo con ella, mas allá de lo profesional. Pese a que Vanesa era verdaderamente hermosa, con unos rasgos faciales preciosos, unas curvas extraordinarias, unas nalgas únicas y unos pechos magníficos, yo no tenía ningún interés en tener algo con ella, puesto que la verdad es que a pesar de todo lo anterior, eso no la hacía diferente del resto de su clase, ella seguía perteneciendo a ese mundo subalterno en el cual la gente de su tipo, gente con un papel como el de ella, no dejaba de ser escoria, una insignificante mancha en este libro lleno de dilemas e incongruencias al que llamamos vida. Lo curioso es que pese a que ella misma en alguna que otra ocasión, me había invitado a tomar un café o a almorzar, para ser sincero, no me sorprendía, sin embargo, yo siempre me salía del paso con la excusa de que, tenía trabajo que hacer o que debía reunirme con un cliente, cosas por el estilo.

Armando remato de improvisto diciendo…

-Esa hembra está muy buena, yo hubiera aprovechado hace rato, yo si la pongo a gozar, ahí sí lo veo mal, esta quedado hermanito.

Lo miré por un momento, luego desvié mi mirada a la mesa mientras tomaba un ligero sorbo de café caliente. Mientras me repetía a mí mismo mentalmente las palabras de Armando, la forma en que se había expresado de Vanesa, sin ninguna muestra de respeto, solo pensando en cosas tan comunes e incluso banales como el plano sexual, eso me hacía sentir aún más desprecio por él, por la gente de su tipo. Pero al mismo tiempo me daba cierta pena por él, puesto que su forma de expresarse demostraba que definitivamente era simplemente un pobre ignorante, que no era capaz de pensar en nada más que no fuera, fiesta, mujeres, alcohol y en sí mismo, su arrogancia llegaba a ser algo mucho más molesto que su papel en sí.

Aunque a fin de cuentas no lo puedo culpar en su totalidad, puesto que Armando no era un filósofo, ni un científico, mucho menos un monje, no, él era sencillamente un burócrata.

Recuerdo que, en mis años de estudiante de derecho, una vez estuve en la biblioteca, que por cierto era uno de los lugares en los cuales yo solía pasar mis tardes por aquella época, nada más ni nada menos que por toda la calle 5ta, me encontré con una frase que capturo totalmente mi atención, una frase la cual a día de hoy aún recuerdo y no olvido, decía así, Burocracia: El arte de convertir lo fácil en difícil por medio de lo inútil. Esa frase de Carlos Castillo me marco por completo, para mi significo un antes y un después. Cuando conocí a Armando, no me tomo mucho tiempo en darme cuenta de que él era un digno representante de esa frase.

Después de haber terminado mi café, consulté mi reloj el cual marcaba las 9:50 am, luego de haberme dado cuenta de que los cinco minutos que él me había dicho, se duplicaron, me dirigí a él diciendo.

-Bueno parece que ya es momento de irnos –Le dije poniéndome de pie.

-Vos si no cambias no, quintero, bueno vamos pues Don angustias –Me dijo con una sonrisa burlona con la que parecía buscar cierta empatía.

-Primero el trabajo, la diversión vendrá después.

-Con vos parece que no suele llegar, siempre pones el trabajo como prioridad, de seguro por eso eres tan buen abogado, al cesar lo que es del cesar hermanito –Dijo con un tono que sonaba a confesión.

Me limite a asentir ligeramente con la cabeza.

Emprendimos rumbo por la avenida las Américas, dirigiéndonos con destino a la Torre de Cali, teníamos que ir a ver a nuestro cliente el cual se encontraba en las oficinas de dicho edificio, en cuanto al cliente se trata de Gabriel Ordoñez, miembro de una importante corporación financiera, el cliente en cuestión, estaba siendo acusado de desfalco financiero, en este caso la situación era bastante tensa, puesto que existían ciertas pruebas que podrían llegar a incriminarlo, sin embargo estas no eran lo suficientemente contundentes como para malograr su imagen ante un jurado.

Ese tipo era una sucia rata, no era diferente del resto, había amasado una buena cantidad de dinero acosta de otros, pero seguía siendo un patético burócrata, aunque lo que lograba diferenciarlo del resto es que este podría ser aún más despreciable, como sea, él y yo teníamos algo en común y es que, tanto a él como a mí, se nos negó el derecho a elegir nuestro propio papel, aunque lo que me llevaba a odiarlo, es que él acepto ese papel con los brazos abiertos y una sonrisa como mascara.

Llegamos a nuestro destino con un ligero contratiempo causado por un accidente de tránsito ocurrido en la avenida 9, no había una hora estipulada para reunirnos con el cliente, solo habíamos dicho que sería en las horas de la mañana, a pesar de ello, siempre prefiero llegar a buena hora, llegamos a las 10:15 am.

Armando fue el primero en estirar la mano para saludar, como de costumbre con esa falta de sutileza, la cual era reemplazada con ese toque confianzudo que él sabía agregar.

Yo simplemente me limite a darle la mano y decir… “Buenos días señor Ordoñez”.

Curiosamente el señor Ordoñez y armando se conocían un poco más, sin embargo, pese a que esta era la segunda vez que veía a este hombre en mi vida, pude notar que él se sentía un poco más cómodo hablando conmigo, que con Armando. Eso me hacía pensar en que este hombre podría llegar a ser notoriamente aún más similar a mí, ya no solo porque se nos impuso un papel el cual no nos correspondía y tampoco era de nuestro agrado, sino también porque también, él al igual que yo, somos reservados, nuestros aportes a una conversación son pocos, pero muy sustanciosos y lo suficientemente eficaces para que la conversación se mantenga viva.

No obstante, seguía estando presente en mi ese deprecio hacia él, dado a que este hombre acepto ese papel, sin objeción alguna, aunque lo que me generaba una cierta confusión era el no poder esclarecer si este hombre era preso de su ingenuidad, así como de su desconocimiento o era perfectamente consciente de la decisión que tomo al aceptar ese papel que ahora era suyo.

Él respondió a mi saludo de la misma manera, pero con un rostro que se veía totalmente falto de emociones, eso me confundió aún más, parecía alguien totalmente distinto a la última vez que lo vi, fue entonces cuando me dije que este caso iba a resultar mucho más interesante de lo que pensé.

-Caballeros, cuénteme cuéntenme por favor, cual es el estado actual de la situación. –pregunto de manera impasible.

Antes de que Armando fuera a responder o a decir algo fuera de lugar, me anticipe a responder.

-Señor Ordoñez, contamos con ciertas ventajas, la primera es que su pasado judicial siempre ha estado completamente limpio, usted nunca ha contado con antecedentes de ningún tipo y la segunda es que la fiscalía aún no ha encontrado una evidencia lo suficientemente valida como para presentarla ante el juez.

-Caballero, usted no ha respondido mi pregunta. –Respondió impasiblemente, mirándome a los ojos.

-Señor Ordoñez, por ahora la situación se encuentra bajo control y dudo mucho que eso cambie mientras esté en nuestras manos.

-Así es amigo, no se preocupe –Agrego Armando rápidamente.

-Si así son las cosas, veo entonces que no me equivoque al elegirlos. –Dijo esbozando una ligera sonrisa.

-Aun así, me gustaría que me entregaran una copia con toda la información correspondiente del caso y por favor manténganme al tanto de cualquier eventualidad.

-Por supuesto señor Ordoñez.

Este hombre me resultaba algo difícil le leer, de descifrar, de comprender. No obstante, así mismo pienso que eso podía convertirse en el atractivo que le daría más emoción a este caso, aunque más que en el caso, sería en ahondar en ese dilema que me generaba este burócrata el cual, por lo visto, es un espécimen bastante raro y poco común.

Luego de ahondar en otros temas y de que Armando empezara a tratar de cautivarnos con alguna de sus historias, dimos por terminada la reunión. El señor Ordoñez se despidió cortésmente, nos acompañó a la salida, seguido de eso, regreso por donde vino.

Nos subimos al carro, me percaté de que el tiempo había pasado como un suspiro, puesto que mi reloj marcaba las 11:50 am, en ese momento Armando dijo.

-Ya se está acercando la hora del almuerzo hermanito, y ya va haciendo hambrecita.

-Pues sí, ya van siendo las 12. –Respondí de manera despreocupada.

-Hay un restaurante italiano muy bueno por la avenida 6ta, vamos Quinterito, yo invito.

No me gustaba para nada la idea de ir a almorzar con este tipo, la idea de hacer eso me parecía peor y más desagradable ahora que este sujeto estaba invitándome justo a mi restaurante favorito, creo que de ahora en adelante dejara de serlo.

-Perfecto, entonces vamos para allá –Respondí sin objeción.

Emprendimos rumbo por la 5ta avenida, para después atravesar por la 8va, hasta finalmente llegar a la avenida 6ta.

En mi mente seguía rondando el encuentro con el señor Ordoñez, una parte de mí no quería aceptarlo pero la realidad es que me dejo perplejo, mi cerebro estaba preparado para tratar con uno más del montón, con otro simple e infeliz burócrata, atrapado en su burbuja de protección, porque esa es la misma insulsa impresión que me lleve de él, la primera vez que lo vi, ahora era como si ese mismo personaje que creí conocer, hubiera muerto, sentía como si hubiera hablado con alguien más. Sea como sea, me parecía mucho más interesante este nuevo personaje, había dejado en mi cierta intriga la cual le estaba empezando a dar cierto atractivo a esta obra que, hasta ese momento, carecía de gracia.

Es curioso, la última persona que me había generado curiosidad, era mi padre, Jesús Quintero, lo irónico de esto, es que no lo conocí, el falleció cuando yo era muy pequeño, supongo que eso fue lo que motivo esa curiosidad, el hecho de no haberlo tenido a mi lado, no saber cómo era, sus actitudes, sus gestos, su personalidad. A muchas personas por no decir a la gran mayoría, la falta de una figura paterna les genera cierto vacío, el cual siempre buscan compensar o llenar con algo, no importa el que. En mi caso fue distinto, la ausencia de mi padre me genero fue hambre, hambre de información, saberlo todo acerca de esa persona la cual, por cosas de la vida, no pudo estar a mi lado, eso me llevo incluso a sublimar su imagen, cada que pensaba en su fallecimiento, el cual había sido causado por un infarto fulminante, pensaba en que era como la muerte del Dios, la muerte del semidiós, aquel ser supremo que idolatré y que nunca pude conocer más allá de las fotos.

En ese momento en el que yo estaba ido en mis pensamientos, Armando dice:

-Mijo que le paso que lo veo como distraído, vamos pues a almorzar.

-No es nada –Respondí brevemente para salir del paso.

-Hermano si necesita hablar con alguien, soy todo oídos, vos sabes que yo soy una tumba –Dijo con un tono cordial.

-Gracias, pero no se preocupe, no es nada –Dije tratando de evadir el tema.

-Bueno, vamos pues.

Nos sentamos en una mesa que estaba ubicada más o menos en medio del establecimiento, dos minutos después nos entregaron la carta.

Luego de haber ordenado, Armando dijo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS