Puede que el destello haya durado un segundo o una eternidad. En cualquier caso lo cubrió todo. Se generó en el hueco que formaban mis dos manos enfrentadas y desde allí se dispersó hacia las cuatro esquinas del mundo, bañando todo a su paso con una luz blanca tan intensa que parecía devorarse las cosas sin moverlas de su sitio.

El efecto del conjuro empezó a notarse a medida que la luz se fue atenuando hasta la normalidad. La jaula se convirtió en pájaro, el ratón, en queso, el perro, en gato. Los leños ardían en llamas de agua, el silencio era música, el viento parecía no ir a ninguna parte pero igual despeinaba. El anzuelo se hizo pez, las flores se convirtieron en abejas. El sol se hizo luna, y la luna, sol (me pareció reconocerla porque seguía sonriendo). El odio se volvió perdón, el amor, indiferencia. Las lámparas absorbían la luz, las hormigas devolvían las galletas a los frascos, y los espejos mostraban realidades ajenas y lejanas.

Mis ojos continuaron recorriendo el lugar buscando a mi amada con toda la ansiedad que podía caberme y entonces la vi: se había convertido en el ángel más bello de toda la Creación. A su lado, la eternidad lo prometía todo. Pero algo había salido mal. Lo supe en el instante en que vi aquella expresión de horror apoderarse de su rostro perfecto. Ahogó un grito, contuvo un sollozo y echó a correr, hasta que se dio cuenta de que podía volar. Se elevó, volvió hacia donde yo estaba y mientras me sobrevolaba se despidió sin decir nada con la boca, pero diciéndolo todo con la mirada. Cuando ya no pude distinguirla de las demás estrellas miré mi cuerpo. Mis dedos, desesperados, trataron de adivinar mis rasgos, hasta que busqué el reflejo de mi cara en el agua de las llamas y me vi. La tristeza más gris de todos los tiempos era una sonrisa en comparación con la que sentí a partir de entonces. Abatido por la decepción, derrotado sin remedio, solo atiné a sentarme y llorar como no había llorado desde mi caída, porque nada había cambiado en mí. Yo seguía siendo el Príncipe de las Tinieblas.

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