EL CURIOSO Y EL HAMBRIENTO

EL CURIOSO Y EL HAMBRIENTO

Kelvin Mendoza

22/05/2019

Su nombre era Albert, siendo el típico empleado de una gran empresa, sin tiempo alguno para su vida, sin tiempos libres, el tipo solo vivía para trabajar, pues esa gran casa y algunos buenos lujos que se daba no iban a ser gratis, eso y que también en todo el edificio lo detestaban gracias a su jefe, solo trabajaba para ese molesto sujeto, no tenía tiempo para hacer amigos, no tenía esposa, ni familia. Se crió en un orfanato de un pueblo a las afueras de la ciudad, viendo solo una construcción de un gigantesco edificio por la ventana de su cuarto cuando era niño lo miraba todos los días, cada mañana. Nunca imaginó que llegaría a trabajar ahí y que sería un esclavo más, siempre pensaba lo mismo «soy un maldito esclavo, ni modo». Tomándole muchos años de esfuerzo y valor en sí mismo, decide pedirle a su jefe unas vacaciones, pues se las merecía decía, el tipo lo rechazó en muchas ocasiones, pasando varios meses decidió mandar una solicitud para sus vacaciones, tanto tiempo pasó que después de dos meses y medio por fin logra que se las den.

Esperó mucho para eso, a Albert lo veían mucho tiempo en una oficina encerrado, el primero en entrar y el último en salir, era una cosa de locos, en fin él nunca se imaginó lo que le diría su regente de piso cuando le dio la noticia de que iría a un hotel en una isla con todos los gastos pagados, se lo dijo de una forma sarcástica y odiosa el tipo era cruel y que lo obligaran a decírselo a Albert después que le dijo que nunca le daría tales vacaciones lo enfureció más, mientras tanto aguantándose la risa por cómo estaban las cosas en ese momento, decidió irse rápidamente de ahí he ir a casa, pero primero decidió ir a por unos tragos al bar del centro de la ciudad. Mientras bebía quiso leer y observar cómo era la estancia, quedó fascinado y muy emocionado. Así que apenas llegó a casa arregló sus cosas y fue a tomar el primer avión para ir a esa isla, el viaje era largo y cansado, fue abrumador pues el avión tuvo que aterrizar inesperadamente en un aeropuerto de la ciudad vecina, a su lado iba un señor durmiendo y moviéndose mucho, haciendo mucho ruido con sus ronquidos, haciéndole imposible el poder viajar tranquilo.

Ya llegando a su destino Albert ya no sentía esa desesperación y ese estrés por otro día de trabajo o viajar con aquel tipo, empezó disfrutando de sus vacaciones tan esperadas por él, recién llegando ya sabía a donde ir y decidió que ir a la playa a caminar por la arena tibia y relajante sería primordial, caminaba tanto por la ciudad y las oficinas, que el suelo duro de concreto era un infierno a diario, pisar esa arena era algo gratificante para él, sin días libres incluso hasta los sábados y domingos tenía que ir a reuniones con otras empresas, necesitaba en serio estos descansos del trabajo. Por fin salir de esa ardua rutina de labor diaria, pasar un mes en el hotel con vista al mar he ir a caminar descalzo por toda la playa. Disfrutando tanto de su tiempo libre los días se iban tan rápido que pasó un momento de crisis, empezando a ir a bares y emborrachándose pensando en lo muy de prisa que están pasando estos días, ya solo le quedaba una semana en la isla, ni siquiera recordaba lo que había hecho en todo ese tiempo y ya acercándose los últimos días del mes decide ir a una fiesta nocturna de esas en las cuales conoces a muchas personas y te embriagas, transcurriendo el tiempo ya con muchas copas en su cabeza decide irse a su habitación.

Amaneciendo con mucha resaca y pensando en que ya son tres días los que le quedan de sus vacaciones, decide hacer un recorrido por la playa, caminando algunos metros se percata de una palma que está totalmente sembrada en una roca, pero para llegar a ella tiene que ir a un islote y alejándose cada vez más de la que era su estancia en el hotel, todo por esa curiosidad si era o no en realidad una palmera y una soga, había un columpio en ella. Tardó mucho, pero logró llegar, y sí, en el momento que vio esa extraña palmera decidió intentar subirse en ese loco columpio, lo disfrutó tanto que en solo una hora ya estaba rodeado de agua y cada vez subía más y más la marea, entretenido tomándose una que otra foto y en qué hacer mañana, si ya lo había hecho todo, quiso descansar más que todo, pues la noche anterior bebió más de lo normal y la resaca que estaba sintiendo era horrible. Al momento en el que deja de pensar sus pies ya tocaban el agua y asustado al notar que solo había agua por doquier intentó pararse pero a medida avanzaba ya estaba muy profundo.

Solo le tocaba nadar hasta el otro lado, algo fácil se decía, ya en medio camino nota algo extraño, quiso regresar pero la corriente no se lo permitía, se detuvo un momento, había una aleta gigantesca rondando por su alrededor, mientras el ocaso iba cayendo las posibilidades de salir vivo caían igual, era un tiburón enorme con dientes filosos y un apetito feroz y ansioso de comer algo grande, para su suerte encontró lo tan anhelado, un humano vivo he indefenso, como si aquel pez notara lo miserable que era su vida y le hiciera un favor matándolo y ponerle fin de una vez por todas. En su desespero por intentar nadar, hace un mal movimiento que le causa un calambre en su pantorrilla derecha, el tiburón se estaba acercando cada vez que intentaba nadar, en un movimiento rápido el enorme animal muerde una de sus piernas tragándosela de un bocado, fue un corte limpio con esos dientes filosos y su boca embarrada de sangre la cual estaba tiñendo el agua, desesperado y gritando ¡¡AYUDA QUE ALGUIEN ME AYUDE!! Gritos desgarradores que nadie escuchaba. De pronto mientras él estaba en su desespero llegó otro ataque, esta vez a su brazo izquierdo, habiendo perdido tanta sangre y empezando a desmayarse ya solo le esperaba morir lenta y dolorosamente, solo le basto siete minutos al tiburón para ponerle fin a su miserable existencia, atacando y devorando por completo a Albert. La vida de un esclavo por su trabajo, un peón más de la sociedad, habría sido terminada por un asesino de naturaleza y muy famoso del mar y de la vida.

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