El chino Matamoros

Sandro Manuel, el chino Matamoros, creyó haber encontrado al amor de su vida, cuando llegó a su salón el 14 de mayo del 2013 y se encontró con nueva compañera de carpeta: Macarena Moreno. Sandro se había ausentado del colegio durante una semana entera, a causa de un dolor en el ojo derecho, que terminó en una intervención ambulatoria. A su regreso, algo en él parecía haber cambiado, tal vez inmediatamente después de haber cruzado la puerta del aula. Porque su mamá nos contó que Sandro, esa mañana, había salido con el ánimo de siempre, pero regresó como nunca, con un brillo diferente en sus ojos. Como Sandro no conocía a Macarena, ni ella a él, aprovechó para cambiarse de lugar. Fue a donde estaba su amigo Koki, quien segundos después se puso de pie y ocupó la carpeta que debió ocupar el chino Matamoros. Y el chino ocupó su lugar. Macarena me confesó que cuando vio ingresar ese día a Sandro se había hecho un poquito a la izquierda para que él no se incomodara. Yamilé le había contado todo lo que sabía acerca de Sandro y Macarena esperaba el regreso de quien estuviera destinado a ser su compañero de carpeta, pero él jamás tomó el lugar que le correspondía, tampoco volvió a mirarla ese día. Koki dijo que Sandro había usado de pretexto su tratamiento en el ojo para hacer el cambio, por eso no pudo negarse. ¿Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido?

Como fueron pasando esa y otra semana, la novedad de la nueva compañera, la novedad de tener a semejante Macarena Moreno en el salón fue pasando también. Ya las miradas se iban desviando objetivamente hacia otras chicas menos agraciadas y cuerponas. Macarena se volvió menos amable y educada, se volvió ella misma, tal vez. Ya no le preguntaba a nadie por qué el chino Matamoros había decidido no sentarse junto a ella, ya no le contaba a nadie que le parecía lindo, ya no le parecía lindo. Pero Sandro no despegó la mirada de ella jamás, quizá por eso fue el único que pudo notar lo que a escondidas estaba aconteciendo. Y fui yo el primero o único en notar cómo fruncía el ceño y se llenaban de cólera esos ojos chinos cada que entraba al salón el auxiliar Beltrán, cada vez más seguido con cualquier pretexto. Gracias a eso pude también darme cuenta de cómo Macarena, uno de esos días, humedeció sus labios y arregló su cabello, para poder buscar más confiada la mirada de Beltrán, que la miró al salir y le guiñó el ojo enfrente de todos y de nadie a la vez, los únicos testigos fuimos Macarena, Sandro y yo.

Ese día me quedé en el salón durante el recreo, quería preguntarle a Sandro si sospechaba lo que yo, pero escondía la cara entre sus brazos apoyado en su carpeta. Luego pude darme cuenta de que estaba llorando, entonces me fui. Cuando me dirigía al quiosco, alcancé a ver a Macarena indicándole a alguien, con los dedos, que la esperara un momento para luego entrar al baño. Era Beltrán. Se me ocurrió una idea, así que fui a buscar a Sandro. Le pedí que me acompañara para mostrarle algo, algo que le iba a convenir, tal vez así podría vengarse de Beltrán. “¿Y de la perra de Macarena?” preguntó y yo asentí con tristeza al ver los ojos llorosos del chino Matamoros. Llegamos corriendo y logré divisar sus siluetas a lo lejos, supuse que se iban a ir al pampón. Macarena caminaba adelante, y con un cuaderno como visera, muy atrás Beltrán. Entraron ambos, con un intervalo de tres minutos cronometrados por Beltrán, en un módulo abandonado que alguna vez fue nuestro salón de clases.

Nos acercamos cautelosos rodeando el módulo y una vez estuvimos en la parte posterior comencé a espiar por un agujero y Sandro por otro. Luego de unos segundos, cuando comenzaron a besarse, Sandro empezó a grabar. Y cinco minutos más y Macarena ya no era más una niña. La tristeza del chino Matamoros se había transformado en cólera. Yo también quería grabar, por si algo le llegara a pasar al celular del chino, así que fui lo más rápido posible por mi teléfono que había dejado en el salón y así de rápido llegaba de regreso a la caseta. Pero poco antes de que llegara a mi meta me encontré con el chino Matamoros. Lo habían descubierto. Estaba evidentemente nervioso, me contó que Beltrán lo había amenazado con hacerlo expulsar del colegio, hasta de muerte lo amenazó, mientras Macarena lloraba desconsoladamente. Sandro también lo amenazó, y a ella: les dijo que se encargaría de que todo el colegio viera ese vídeo, que se lo mostraría personalmente a la esposa de Beltrán y a la mamá de Macarena. Mientras caminábamos al salón Sandro se veía muy enojado y nervioso también, reía solo, imaginando su triunfo, posiblemente. Cuando entramos al salón, dijo que iba a escaparse del colegio, que debía hacer todo lo antes posible, agarró su mochila y se fue. Esa fue la última vez que vi a Sandro, el chino Matamoros.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS