El chico que eligió vivir

El chico que eligió vivir

Kay Morgana

30/09/2022

Recuerdo borroso mi ingreso a la institución, había tantos sentimientos en juego, rabia, fracaso, pena. El decir que estar aquí no fue mi primera opción es una contradicción en si misma, pero era lo que había que hacer.

El primero en saludarme en sonreír fue un joven de unos 17 años, tenía una mirada picara. De este tipo de personas que puede ser fuerte y bravucón, pero que tiene la ternura en los ojos. No le di mayor importancia hasta que lo conocí más. Su cara refleja su personalidad, puede ser directa e intimidante como acogedor y certero.

De lo poco que se me puedo imaginar su vida, un chico de madre soltera, en un colegio de gente de buenos recursos, la vida le ha enseñado a ser independiente, a valerse por sí mismo, pero no ha perdido el humor, un humor seco, es lo suficientemente inteligente como para poder hacerlo caer bien, volverlo incluso encantador.

Que habrá vivido este chico que lo tiene acá, me cuenta que en el colegio lo instigaban a pelear, y me lo puedo imaginar, tratando de mantener la cordura cuando tu cerebro, especialmente el de un adolescente activa el instinto de ataque primero y piensa después. Me lo imagino peleando más que por el bullying peleando por su posición en el mundo, por su lugar, un lugar que muchos damos por sentado. Y en esta pelea por su espacio, por su lugar, puede herir a personas a su alrededor, muchas veces sin querer, algunas con querer. Su nivel de inteligencia lo hace capaz de ser hiriente como nadie más puede, pero siempre sentirá la culpa de quien hirió, de las palabras que escogió en un momento en particular.

Mientras el vivía buscando su lugar una persona a la que él quiso Salió herida, con esas heridas de las que no te recuperas y no puede olvidar su culpa. Puede sonreír pero no perdonarse. Ella, a la que quisó ya no está, no puede pedirle perdón.

En su relato el busca la salida de la misma manera en que ella lo hizo, con un montón de pastillas, no lo hace en vano, toma la suficiente cantidad de fármacos para hacerlo mortal. Los que hemos vivido el instinto suicida, sabemos que no todos los métodos cumplen con el trabajo, pero el lo hizó bien. Se acuesta en su cama y empieza a sentir la muerte acercarse. Es en ese momento en que el instinto de supervivencia sale a flote. Siente la muerte acercarse, le siente el sabor en la boca, ese delirio sin dolor en el que te vas a la nada, la ausencia de sensación, la ausencia del dolor.

El y yo tomamos métodos similares para acabar con el dolor, pero hay una diferencia fundamental que me hace escribir sobre el. El no quiso recibir la muerte, el peleo para mantenerse lejos de la nada, mientras yo la bienvenia. Recuerdo haber pensado “Chao, al fin chao.” No el, no el peleó y hoy se encuentra entre nosotros con un futuro en frente y ganas de vivir este futuro. El tendrá una vida maravillosa, lo cual es decir una vida normal, ya que nadie, nadie en este mundo vive la vida de ensueños que todos queremos cuando pequeños. El vivirá, se equivocará y veo en su sonrisa picara que disfrutará cada minuto, cada tras pie. Saldrá con la frente en alta y la resilencia que se le otorga a quienes siempre han tenido que luchar. Ese día el escogió vivir, eso es lo que debe recordar día a día, escogió vivir.

Ese mantra lo acompañará, ese futuro será de el y para el resto. Por los que eligen vivir lo hacen con un fin, y no hay fin sin un medio. Y el logrará con su voz ronca y comentarios irónicos, el logrará entender que peleas tiene que dar y cuales debe dejar; y en este aprendizaje llevará una vida que toca al resto. La fuerza y la templanza es algo que se contagia.

Cuando salga de aquí contagiará al mundo, hoy esperemos me contagie a mi.

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