El caso knife kit for chef

Desde la terraza del restaurante, el subcomisario con sus binoculares, salvando una distancia de cuarenta metros, observaba a dos hombres en el embarcadero. Parado con su perro, muy cerca del maniquí estaba el comodoro y no tan próximo, pero agachado y de espaldas a la figura representativa, estaba el detective con bata blanca.

La zona del muelle se mantenía discretamente controlada por la policía. El maniquí forense había sido dispuesto en la escena del crimen, luciendo un flamante cuchillo clavado en su pecho. En esa arma blanca era donde se incrustaba la investigación del detective Pascual Calvo; eso dicho con sus propias palabras y que la indagación comenzaría con cinco sospechosos, justo a las doce del mediodía.

El subcomisario, con desagrado permitió la presencia del can en la escena. Le molestaba lidiar con perros en escenas reconstruidas; aunque eso dijo para justificarse y no delatar la cinofobia. El subcomisario conocía la trayectoria personal del comodoro Roberto Conti; como de casi todas las personas que hablaron con el chef, el día de su muerte. Lo que observó le hizo lanzar los binoculares a la mesa y salir apresurado hacia el embarcadero.

No era la primera vez que el subcomisario trabajaba con el detective Calvo y aunque en todos los casos los resultados fueron concluyentes, su escepticismo continuaba afianzado en el objetado comportamiento del detective, que a su manera de ver le deducía credulidad.

Pascual Calvo no le generaba confianza al subcomisario, ya que en una ocasión el comportamiento sexual situacional del detective, quien lo asumía con naturalidad, comprometió el caso. En aquella oportunidad, la heteroflexibilidad del detective Pascual Calvo puso en riesgo la aprehensión de un criminal. Ahora advertido por la aparente tendencia gay del comodoro y su apoyo al detective Calvo, el resultado de las nuevas investigaciones despertaba alguna inquietud en el subcomisario.

Al detective Pascual Calvo lo ubicó materialmente en el puerto, desde la mañana de éste domingo a la espera de la embarcación que regresaba. El objeto del emplazamiento sería practicar una inusual visita de aspectos a los pasajeros; acción que el mismo detective propuso. Juzgar el estado de salud que acusaba el semblante de cada uno de los pasajeros podía dar pistas para descubrir al asesino.

Las tácticas del detective Calvo contaban con la aprobación del jefe, mientras que el subcomisario apoyaba la labor sin actuar de manera propia, ni tomar una determinación hasta ver que algo sucediera.

Cerca de escena, jadeando, el subcomisario apuntó con el índice al mastin italiano, mientras miraba los zapatos del comodoro.

―Saque al perro de la escena, comodoro―dijo el subinspector.

―Le dije que me permitiera seguir paseando al perro, porque aún no quiero amarrarlo―dijo el comodoro.

―Ese animal orinó al maniquí. ¿Sabe cuánto cuesta eso?―dijo el subinspector.

―Disculpe comisario Blanco, estaba distraído y no vi cuando lo hizo―dijo el detective.

―No soy comisario, detective Calvo―dijo el subcomisario Blanco.

Los hombres hablaban y el cuchillo clavado en el pecho del escenificable personaje, era curioseado por el mastin italiano, llamando la atención de su olfato.

― ¡Retire al perro, por favor!―gritó Pascual Calvo.

―Y regrese Roberto, por favor―dijo el subcomisario Blanco.

El viento mitigaba el calor, moviendo e inflando la bata de médico que me suministraron, y que era para una persona de talla superior a la mía; de eso me valdría para ahondar en los rasgos de los sospechosos; tratando de descubrir en ellos, alguna peculiaridad, propiedad o nota distintiva.

Durante un corto período, Blanco fue subalterno de mi padre; sin embargo no era ese antecedente lo que hacía prestarme colaboración; era por que obedecía órdenes del comisario jefe. La fingida camaradería de Blanco creaba situaciones incómodas, de las que él mismo se percataba y terminaba con frases de disculpa, que al paso de los casos resueltos, ahora anteponía.

―Disculpe Calvo. ¿Se fijó en los zapatos del comodoro?―dijo el subcomisario.

― ¿Qué hay con eso?―preguntó Pascual Calvo.

―Disculpe detective, quiero decir que el tipo usa zapatos diferentes―dijo el subcomisario.

―No son de pares diferentes, sólo que tienen detalles asimétricos. Si mira los zapatos de frente, verá que están apareados; son zapatos italianos exclusivos―dijo Pascual Calvo.

―¿Apareados?―preguntó el subinspector.

―Apareados y exclusivos―dijo Pascual Calvo.

―Ahí viene el comodoro. Me voy para la sombra―dijo el subinspector.

La fuerte brisa indicaba una considerable diferencia de temperatura entre la superficie terrestre y la superficie marina. El maniquí no estaba diseñado para resistir esas ráfagas de viento de las regiones costeras, que soplan durante el día desde el mar hacia la tierra, debido al calentamiento diurno desde el suelo.

Una gruesa película de barniz caoba oscura, había tapado la mancha de sangre que mostraba la foto. La única referencia para colocar al maniquí fue el número de embarcadero.

El comodoro Roberto quien servía de asistente, se aproximó luchando contra el viento y observando el maniquí. El muñeco fue deslizado sobre la pulida superficie del maderamen recién pintado, desplazándose varias pulgadas.

―Tenemos que fijarlo, Pascual―dijo el asistente.

―Dame la cinta de enmascarar―pidió Pascual al asistente.

―No es buena idea, Pascual.

―Calla y observa, Roberto―dijo Pascual.

Como era habitual, pedían mis servicios después de cuarenta días de haber ocurrido el suceso y no encontrase resuelto el caso. El organismo de investigación criminal imponía condiciones, que en apariencia yo cumplía.

El crimen ocurrió dentro del yate, donde la víctima celebraba su cumpleaños veintiocho. El desafortunado día, un grupo de seis personas lo acompañaban, y a cierta hora de la noche quedó solo en la embarcación. El cadáver fue hallado en el muelle al amanecer del siguiente día y algunos artículos del yate se hallaron esparcidos hasta el final del muelle.

Entre los resultados de las investigaciones policiales se concluyó que el hombre fue atacado dentro del camarote y posteriormente trasladado al muelle, a diez metros del lugar del crimen; por lo que se presumía que el asesino tuvo por lo menos un colaborador.

En la primera semana de pesquisas, el grupo del festejo en su totalidad fue descartado por contar con coartadas verosímiles. Ahora se encontraban reunidos cuatro de ellos dentro del mismo yate de los hechos. La nave zarpó a las 4:00 pm del viernes con rumbo a pequeñas islas no pobladas, donde acostumbraban pasar fin de semana y regresar a tempranas horas del día lunes. Una presunta intoxicación por mariscos, adelantó el regreso y por esa razón me encontraba en el muelle un día antes de lo previsto y con una estrategia adicional.

―Retírate un poco hacia atrás, Roberto. Cuando llegue la gente no deben pasar para acá, ésta línea de cinta de enmascarar avisa que el paso está restringido―dijo pascual.

―Está bien, Pascual. Ya veo el yate, en diez minutos estará anclado―dijo el asistente.

Miré el reloj y anoté la hora en mi pequeña agenda, que estrenaba para el caso knife kit.

― ¿Quieres ver? Toma los binoculares―dijo el asistente, ofreciendo.

―No, mira tú con atención al yate y calla―dijo Pascual.

La extremidad superior encorvada del noray de acero, donde fijaban las amarras de los barcos, presentaba un desperfecto que llamó mi atención y me incliné para observar el detalle. Un pedazo de red de pesca que sobresalía a un costado del muelle, desvió mi mirada hacia el agua; más abajo había algo enredado y pensé que no era el momento apropiado para indagar.

― ¿Qué mira, Pascual?―preguntó el asistente.

―Algo que no entiendo, Roberto―respondió Pascual al asistente.

―Debo ir a recibir el yate, está llegando―dijo el asistente Roberto.

―Ahora haga su trabajo, Roberto. Quiero sólo los cuatro acá, los demás que sigan a la enfermería de la marina y me esperen allá―dijo Pascual.

―Ahh Roberto, de vuelta traiga dos sillas de su yate―dijo Pascual.

La hipótesis del trabajo de los investigadores establecía cómo base provisional que los presuntos criminales eran ladrones del hampa común, que actuaban en esa marina y otras aledañas. Esta teoría asocia a una banda que opera en toda la costa occidental, hurtando partes de embarcaciones y equipos sofisticados de navegación. El propósito de mi intervención era confirmar o validar la hipótesis, para consolidar la conjetura policial. No era eso lo que me proponía, mi línea investigativa se basa en la manera cómo están conectados las cosas y los involucrados; y es a lo que presto mayor atención, en éste caso en particular.

Parte de la estrategia consiste en formular preguntas que invitan a exploraciones adicionales, impulsando al sospechoso a generar respuestas que ayuden a identificar brechas y áreas potenciales para investigar.

―Estas son las cuatro personas que faltaban, detective Pascual―dijo Roberto.

― ¿Les explicó Roberto de que se trata esto?―preguntó el detective Pascual.

―Ellos están al tanto, les dije que los demás ya estuvieron aquí―dijo Roberto.

―Buenas tardes señores; buenas tardes señora. Ante todo permitan que explique el motivo de la entrevista y lo que haré previamente―dijo el detective Pascual Calvo.

―Aparte de investigador privado, soy paramédico y desde hoy pertenezco al servicio de enfermería de la marina. Por lo tanto revisaré el estado de salud de cada uno de ustedes e iré haciendo algunas preguntas relacionadas al caso que investigo, bajo autorización policial―dijo Pascual.

― ¿Y por que acá?―preguntó la señora.

―¿Le molesta la recreación, Yadira?―preguntó Roberto.

―No, Conti. Me molesta el sol―respondió Yadira.

―Cuidado señora; no puede pisar más allá de la línea que marca la cinta―dijo Pascual.

―Ahh no. Esto es ridículo―dijo Yadira.

―Por favor, Roberto acompañe a la señora a la enfermería y los dos me esperan allá.

―¿Y aquí?―preguntó Roberto.

―Usted me interesa allá, Roberto―dijo Pascual.

―Y usted señora, sólo puede beber agua mineral sin saborizantes. Para ingerir otro alimento, espere mi aprobación―dijo Pascual.

―¿Y de donde salió éste tipo?―pregunto Yadira.

—Es el detective de casos no resueltos―dijo el comodoro.

―¿Algún otro quiere esperar en la enfermería?―preguntó Pascual.

―Yo―dijo un hombre.

―Yo también―dijo el otro hombre.

―Ok, esperen allá. ¿Y usted?―dijo y preguntó Pascual.

―Me quedo, si no tiene problemas. Mi nombre es Roy.

―Perfecto Roy, comenzaré con usted. Siéntese en la silla, para revisarlo―dijo Pascual.

―Yo me siento bien, no comí ostras―dijo Roy.

―Estupendo Roy. Nos marchamos a la marina―dijo Pascual.

―¿Tan pronto?―preguntó Roy.

―Sí, de inmediato, pero debes ayudarme a cargar. Por mi enfermedad ahora no puedo levantar mucho peso. Antes era tan fornido como tú, mira la bata. Yo llevaré las sillas, Tú llevas al maniquí, que pesa veintiocho kilos y la maleta forense, esa pesa seis kilos. También debes sacar el cuchillo a la víctima y guardarlo en la maleta, puedes usar guantes―dijo el detective

―¿Yo?―preguntó Roy.

―Era el trabajo de Roberto Conti, pero viste lo que pasó―dijo el detective.

―Tengo problemas en la columna y no debo cargar un peso excesivo―dijo Roy.

―¿Desde cuándo usa esos zapatos, Roy?

―¿Porqué me pregunta, detective?

―Esperaré al Subcomisario Blanco, le haré señas para que venga a ayudarme. ¿Usted conoce a Blanco?.

―Sí, fue quien nos interrogó y ya le di mi testimonio―respondió Roy.

―Las sillas pesan poco, quisiera que me ayudara a guardarlas en el yate, de allí las sacó Roberto―dijo Pascual.

―¿Luego me puedo ir?―preguntó Roy.

―Si Roy, luego puede irse, pero deje sus zapatos en el yate, sobre la silla azul que lleva―dijo el detective.

―Siga Roy. Apure que allí viene Blanco y no responda nada si algo le pregunta―dijo el detective.

―Quiero hablar con usted, detective―dijo Roy.

―Seguro, yo le llamaré. En la noche hablaremos. Siga al yate, por favor―dijo el detective.

Compeler a alguien a que haga algo con prontitud, parecía desacertado con Roy. El sospechoso permanecía sin moverse, sosteniendo las sillas plásticas. De pronto, el grito de una mujer le hizo caminar de prisa hacia el yate; cruzándose en el camino con el subinspector Blanco, quien escéptico ya me miraba desde una corta distancia.

―¿Qué pasa aquí, detective?―preguntó el subinspector.

―Tengo que mostrarte algo que encontré, Blanco―dijo el detective.

―¿Qué cosa?―preguntó Blanco.

―Primero dime si viste a la mujer que gritó desde el yate―dijo el detective.

―Es la cuñada del comodoro. ¿Qué encontraste?―dijo Blanco.

―La cabeza de un cadáver real, al menos esa parte del cuerpo vi―dijo el detective Pascual Calvo.

C O N T I N U A R Á……

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