“Al mal tiempo, un buen pan.” Creo que era así.

Mis pensamientos se esfuerzan por sacarme de la pesadumbre que acongoja mi espíritu debido a todas las negativas que he recibido en mis solicitudes de trabajo. No sabía que encontrar uno fuera tan difícil, y mucho menos llegué a imaginar el sabor amargo del rechazo.

Arrastrando piedras en los pies, aterrizo mi caminar ambulante frente a las puertas de mi panadería preferida. Esta es diferente a las demás, ya que posee grandes ventanales que permiten el cruce parsimonioso de los rayos del sol. Antes de ingresar, miro de reojo un anuncio donde se solicita un ayudante. De inmediato, suspiro desanimada, he descartado todas las opciones que conlleven tareas en la cocina, puesto que soy un completo desastre con el fuego.

Pero no debería culparme, a veces, me encuentro extrañando el calor de las llamas infernales. Aunque la sensación desaparece tan pronto como recuerdo lo caótico que resultó mi vida en ese lugar.

—¡Mallory! —el señor Dohyun, dueño de la panadería, me saluda con una sonrisa en cuanto me ve—. ¿Tu pedido habitual?

Dudo por un momento mi decisión final. Por un lado pienso que sería bueno probar algo nuevo, salir de esa rutina. Pero, a la vez quisiera tener la certeza del resultado; si como ese delicioso brownie con el frappé de matcha, sé que me sentiré un poco mejor.

—Lo mismo, por favor —asiento con la cabeza.

Como me es costumbre, elijo una mesita redonda, justo al costado de uno de los ventanales. Me agrada sentir el acogedor calor del sol sobre mi mejilla, pienso que me regala una de sus encantadoras caricias etéreas.

—Su orden está lista —escucho decir al mesero que se acerca a mi mesa, entregándome así mi delirio.

Sin embargo, cuando volteo para agradecerle, me quedo absolutamente impactada por su majestuosa apariencia. El cabello hecho de seda y coloreado del blanco más puro que haya visto jamás, su piel esculpida con perlas nacaradas que nacieron de la misma espuma de mar, sus ojos sempiternos conteniendo los más inéditos secretos del universo. Cada centímetro de este ser destila una esencia celestial. De pronto, me siento bendecida por el simple hecho de existir.

—Mallory Estrella de la Mañana, es un gusto conocerte en persona —pronuncia, la voz armónica—. Soy Arturo.

—Artu… —comienzo a toser con tanta brusquedad que me veo obligada a tomar un trago del frappé. No puedo digerir lo que está sucediendo; tanto la magnificencia de esta criatura, como el hecho de encontrarnos frente a frente, me paraliza cualquier acción racional—. Arturo.

—Ese mismo —sonríe, sus labios son finos y pálidos—. Arlequín me habló de ti. Debo reconocer que extrañaba su presencia, así que te estoy muy agradecido por haberlo liberado.

Todavía me encuentro sumida en ese estupor abrumador, por lo que guardo silencio sin despegar la mirada de él. Arturo solo vuelve a sonreír y continúa.

—Acompáñame, por favor. Quiero mostrarte algo —dice, ofreciéndome su mano.

Luego de aceptarla, todo lo que se halla a mi alrededor se distorsiona hasta perder su forma original. La panadería, las calles, incluso los árboles y el cielo turquesa. Las cosas se transforman en extrañas figuras geométricas, como si ahora estuviera dentro de un caleidoscopio. Lo único que permanece intacto somos nosotros dos.

—Bienvenida a mi reino —Arturo hace una pequeña reverencia.

—¿Entonces, es verdad que tú eres el Caos? —al fin recupero el habla.

—Hace mucho tiempo, el Caos me eligió como su receptáculo. Ahora los dos somos uno —se acerca a mí y me toma de la mano—. Ven, aquí está lo que quiero mostrarte.

Los dos damos un brinco con una dirección que me es difícil descifrar. En este lugar no hay gravedad y las leyes de la física clásica son perecederas. Aterrizamos con sutileza en lo que parece ser una puerta. Arturo me indica abrirla, y detrás de ella se muestra una escena del infierno. Veo a mi padre, a mis hermanos, a Azrael. En seguida, Arturo me dirige a otra puerta; esta vez me muestra una escena de mi vida terrenal. Berry escondida dentro de su casa, las sobras de comida del día anterior sobre la mesa. Sin duda alguna, ambas puertas están separadas por un grandísimo hilo de diferencia.

Arturo se empina y me mira con el semblante serio.

—Tu pasado y tu presente. Dos caminos inefables. Mallory, quiero darte la oportunidad de una nueva vida, una donde tú misma crees tu propio camino.

—¿Eso es posible? —le cuestiono.

—Soy el Caos, soy imprevisible. Soy dueño de todo lo que existe y habito eternamente en lo desconocido. Mi poder supera el cielo y el infierno, y en el desorden duermo. Yo lo soy todo.

Nuevamente me siento desfallecer por su fausta existencia. Pero logro recomponerme al cabo de vagos minutos

—¿Por qué… a mí? ¿Por qué me elegiste?

Arturo sonríe mientras me acuna el rostro entre sus manos. Su tacto es tan suave que siento que vuelvo a nacer.

—Menos preguntas y más aceptación. Entonces, ¿quieres mi regalo? —asiento con la cabeza—. Bien, el primer paso será vaciarte.

Dicho esto, coloca una mano en mi frente y otra en mi pecho. Ipso facto, una luz dorada se enciende dentro de mi cuerpo, paragón a la luminiscencia de una luciérnaga. La luz viaja desde mi abdomen, atraviesa mi garganta y finalmente sale expulsada por mi boca. Me le quedo observando, atónita, inmersa en la incomprensión de su significado. A continuación, un millar de las mismas luces se agolpa dentro mío y comienzan a salir a borbotones recorriendo el mismo camino. Cuando todo termina, percibo una extraña ligereza en cada fibra de mi ser.

—¿Qué fue eso? —le pregunto confundida, en tanto observo las luces con admiración. Se han hacinado encima de nuestras cabezas, pero después desaparecen en un abrir y cerrar de ojos.

—Son las almas que consumiste.

—¿Qué? —mi voz flaquea—. ¿Además de asesinarlas, las tenía cautivas?

—Ellas entienden que no era tu voluntad. Pero ya no hay de qué preocuparse, las has liberado y están en donde pertenecen —Arturo regresa su atención en mí. Me mira con el ceño fruncido, una expresión que creía ausente en él, y luego suspira—. Bien, ahora viene lo más difícil. Y me temo que lo más doloroso también, ¿estás lista?

Afirmo con la cabeza, preparándome para soportar cualquier cosa.

Arturo se posiciona detrás de mí. Apoya una mano sobre mi espalda y comienza a pronunciar una serie de palabras en un lenguaje desconocido. En ese instante, un círculo de humo púrpura aparece arriba de nosotros. Lo reconozco de inmediato. Es el mismo que me condenó en ese fatídico día de mi expulsión.

—¡Ah! —un agudo piquete se me clava en la espalda, y apenas poseo el tiempo para recomponerme, cuando una exorbitante cantidad de piquetes atraviesan mi piel sin piedad alguna.

Caigo de rodillas, apretando los puños con fuerza mientras hago un intento barbárico por soportar la dolorosa sensación que me oprime en ese momento. Son como furiosas y hambrientas agujas incrustándose en mi espalda un sinfín de veces. Mis lamentos se vuelven desgarradores cuando el fuego fatuo del infierno comienza a calcinarme hasta la última célula de mi ser. Súbitamente, los piquetes pierden fuerza, el humo desaparece y las llamas se reducen hasta convertirse en cenizas.

Permanezco hecha un ovillo con mi respiración agitada y el latir desacostumbrado de mis corazones. Luego, siento el gentil tacto de Arturo, quien me sostiene de los brazos para ayudarme a levantar.

—Está hecho, Mallory. Todo ha terminado —su sonrisa me soba el corazón—. Eres libre ahora.

Realmente, no sé cómo describir lo que siento en ese instante. Saber que mi maldición ha desaparecido, que ya no seré una víctima más de mi padre… Al fin, después de todo mi calvario, he logrado conseguir lo que siempre había querido: mi libertad.

Sin previo aviso, abrazo a Arturo con tanta fuerza como me es posible. Entre sollozos, le obsequio mi más sincero agradecimiento, aunque las palabras no me basten ahora para expresar mi inconmensurable felicidad. Soy libre, soy libre, soy libre. Estallo en risas de fuegos artificiales, mi espíritu rebosante de alegría baila sin cesar. Soy libre.

—Si me permites aprovechar nuestro encuentro…—Arturo murmura, yo me separo de él para mirarlo—. Me gustaría hacerte una propuesta. Verás, hace miles de millones de años atrás existió un mago cuyo poder sobrepasaba los límites de la naturaleza mística. Al morir, traspasó hasta la última gota de su magia a un talismán encantado; este talismán pasaría de generación en generación, al siguiente Elarian, el nombre con el que fueron conocidos.

«Sin embargo, durante los tiempos de la guerra entre los multiversos, el talismán quedó perdido bajo los escombros de tanta sangre y destrucción. Solo volvió a encontrar la luz cuando fue recuperado por las manos de mi antiguo hospedero. Nunca supe qué hacer con él, no necesitaba esa clase de poder; pero ahora, sé que debe pertenecerte».

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir?

—Quiero entregarte el poder de todos los magos que han sido dueños del talismán. Al dártelo, no solo tendrás acceso a su inconmensurable magia, sino que también serás acreedora de los conocimientos y expericiencias de cada uno.

Al principio me quedo callada, con la mente en blanco, me es difícil procesar lo que está sucediendo, es muy inesperado.

—Quizá no es algo que hubieses llegado a imaginar —continúa—, pero, en verdad creo que eres la indicada para esto. Solo alguien que ha tocado la oscuridad y regresa a la superficie para ver la luz del día es merecedora de tal poder. Entonces, ¿qué respondes?

No me toma mucho tiempo encontrar la respuesta, pues siento que esta es una oportunidad única.

—Acepto… lo haré.

—Sabía que podía contar contigo —Arturo retoma nuestro abrazo y después me muestra entre sus manos un curioso talismán con la figura de dos serpientes entrelazadas—. Te obsequio, así, a Auryn. Este mágico amuleto que deberás llevar contigo siempre, se ha creado especialmente con el fin de albergar el poder de los multiversos.

En seguida, Arturo me lo coloca alrededor del cuello. Es bastante ligero en comparación a su tamaño y admito que traerlo puesto me genera una sensación heroica. Me siento importante.

—A cambio de este poder, tendré que tomar algo tuyo. Naturalmente, serán seis de tus siete corazones. Con este arrebato, no solo dejarás de ser un demonio, sino que también te volverás vulnerable.

Por primera vez en el día siento miedo. No obstante, termino por aceptar las consecuencias de esta excitante y nueva aventura. Yo confío en mí, en mis habilidades, en lo que soy capaz.

—Bien, en ese caso, oficialmente te proclamo como Atreyu, poseedora de Auryn, próxima Elarian.

En ese momento, Arturo se inclina para depositarme un dulce beso en la frente. Sonrío de forma amplia al escuchar el nombre y el enunciado que le continúa. Ya no soy Mallory, la demonio expulsada; ni Mallory, la humana perdida. Ahora me he convertido en algo mejor, en alguien que resurgió de la oscuridad.

Soy Atreyu, la próxima Elarian.

—¡Espera, Arturo! —grito cuando veo que se desvanece—. ¿Cuándo volveré a verte?

Pero él ya está demasiado impreciso, y lo último que alcanzo a escuchar es: Tú ya eres parte de mí.

Al primer parpadeo, regreso a la panadería del señor Dohyun. Todo parece estar sin cambio alguno. El brownie y el café sobre la mesa, el asiento de enfrente vacío. Por un segundo, me preocupa pensar que se ha tratado de un simple sueño, así que rápidamente bajo la mirada para buscar el talismán.

—Ahí estás —mi sonrisa vuelve a ser amplia. No fue un sueño. El Caos rompió mi maldición y ahora tengo en mis manos el poder de cientos de magos.

Mientras sujeto con cariño a Auryn, es que recuerdo la solución de mi primer inquietud: Al mal tiempo, buena cara.

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