El cacahuete mágico

El cacahuete mágico

Jesús Nieto

12/03/2018

Me llamo Rudiger. Y soy un cacahuete, pero no un cacahuete cualquiera. Soy un cacahuete mágico. Os puede parecer raro, pero es pura verdad. Antes si, solía ser un cacahuete normal y corriente, pero eso es cosa del pasado. Os contaré mi historia.

Resulta, que, en mi vida como cacahuete común, una vez un mago que estaba hambriento, compró una bolsa de cacahuetes en un supermercado en el que vendían a los de mi especie. Yo estaba en el paquete de cacahuetes que aquel mago compró. Al llegar a casa, empezó a comer a mis semejantes mientras que improvisaba una especie de pócima para luchar contra la caída de su cabello. En el momento en el que cogió el puñado en el que yo estaba, el pobre estornudó y caí dentro de aquella pócima. El mago no se dio cuenta de nada. Pero horas más tarde, abrí los ojos, ya que, desde entonces, ¡Tenía ojos! Me di cuenta de que estaba vivo.

Así es como comenzó mi vida como cacahuete mágico.

Conseguí salir de casa de aquel mago saltando por la ventana de su cocina. Cuando ya estuve lo suficientemente lejos, tomé unos minutos para observarme. Ahora, mi cuerpo de cacahuete tenia brazos y piernas, incluso una cara y había crecido 97 centímetros. Pero eso no era todo…

No sabía a donde iba. Simplemente, caminaba sin rumbo hasta encontrar algo interesante.

En mi camino, me crucé con muchos humanos y animales, pero, los humanos se asustaban al verme y los animales intentaban comerme, así que opté por andar con cuidado ocultándome allá donde pudiera de vez en cuando.

El cielo comenzó a apagarse, la bola de luz amarilla a la que los humanos llaman “sol” iba desapareciendo llevándose consigo el color azul clarito del cielo y dejando paso a una bola blanca junto a un cielo negro lleno de puntitos blancos por todas partes.

Según Clara, esos fenómenos son el día y la noche.

Anduve y anduve hasta que mi cuerpo no pudo más. Había llegado a las afueras de un pueblo. Solo sé que mientras que cerraba los ojos, unas manos de humana me recogieron del suelo, una voz dulce decía “¿qué es? Pobrecillo…”

A la mañana siguiente desperté. Se presentó ante mí una niña de 9 años, ojos violetas, piel clarita, de cabello largo y de color naranja. Se llamaba Clara.

No conozco la razón, pero me adoptó. Durante meses viví a escondidas en la habitación de Clara. Ella era muy amable conmigo; me daba de comer, me enseñaba muchísimas cosas sobre el mundo, el nombre de todas las cosas y muchísimo más. Al poco tiempo, adopte un gran conocimiento para un cacahuete, puesto que Clara me enseñó a leer, y me traía libros que cogía de la biblioteca de su padre ya que sabía que me gustaba mucho saberlo todo desde que aprendía con ella.

Jugando juntos, me dio un nombre “Rudiger”, al igual que el personaje de “el pequeño vampiro”, un libro que le gustaba mucho.

El tiempo fue pasando, los días se sucedían los unos a los otros con mucha rapidez. Hasta que un día. Clara cayó enferma. Estaba muy caliente y debilitada, se pasaba los días acostada en su cama y muchos médicos venían a verla, pero ninguno sabía lo que tenía y como curarla. Estaba muy triste, ya que ya no podía pasar tiempo con ella, simplemente, no podía ni siquiera hablar la pobrecilla de lo malita que estaba…

Un día, se me ocurrió la idea de ir yo mismo a la biblioteca de su padre a coger algún libro. Así, podría leerle algún cuento a Clara y estaba seguro de que le gustaría mucho, igual que como ella hacía conmigo.

Cogí un libro al azar. Al llegar a su cuarto. Empecé a leer, pero, me di cuenta de que era un libro de algo llamado “botánica”. En él, había muchas fotos de plantas y palabras que decían para que servían. Pasé las páginas y dejé el libro abierto sobre su cama un instante ya que fui a abrir la ventana de la habitación para tener más luz.Entonces, el viento movió las páginas del libro dejándolo abierto en la página 28. Ahí, se veía la foto de una fruta en forma de corazón llamada “Ope Ope no mi”. Decía que esa fruta era muy codiciada por todos los doctores de todo el mundo ya que era capaz de curar todas las enfermedades con solo comerla, pero era muy difícil de encontrar ya que solo crecía de manera aleatoria en el mundo, y solo una vez cada 30 años.

Pasaron los días, y Clara seguía enferma… Entonces, una noche, me acordé. Había visto esa fruta en algún lugar. Y entonces pensé, solo he vivido en dos sitios desde que tengo ojos, en casa de Clara, ¡y en casa de aquel mago!

Estaba decidido, debía volver a casa del mago para robarle la fruta y poder curar a Clara. Así que me fui. Para ir más rápido, le cogí prestada sin que él lo supiera la bicicleta a un niño en un parque y me fui lo más deprisa que pude. La prioridad era Clara y el tiempo que pasaba era mi enemigo.

Al fin llegué a casa de aquel mago, no me di cuenta la primera vez de que era un castillo. Entrar no fue muy difícil, al parecer, aquel mago se había marchado y se había dejado la puerta abierta. Así que entré y fui de cuarto en cuarto en busca de su cocina. Cuál fue mi sorpresa cuando vi la piel de la fruta Ope Ope no mi sobre un plato junto a un cuchillo. ¡Aquel mago se la había comido! Seguramente fuese porque tendría alguna enfermedad el también…

Entonces Salí de allí y me puse a caminar de vuelta a casa. Estaba destrozado, mi única oportunidad de curar a clara acababa de desvanecerse. Estaba tan triste que ni siquiera me di cuenta de que me había olvidado la bicicleta de aquel chico en el castillo del mago.

Empezó a llover y encontré cobijo bajo un árbol. Allí, rompí a llorar…

Entonces oí una voz. Un anciano apareció frente a mí; tenía la cara muy arrugada, demasiado. Sus ojos eran grandes y muy marcados por unas ojeras rojas. Sus labios eran muy delgados pero rojos como un tomate y dibujaban una sonrisa en su rostro.Su cabeza tenía la forma muy marcada de una calavera. Lo que más me extraño, eran los cuernos que adornaban su frente. El anciano me era familiar, había visto alguien así, si bien lo recuerdo, en un cuento muy famoso para los humanos que contaba la historia sobre creador y su hijo el salvador del mundo hace mucho tiempo.

– ¿Por qué lloras, cacahuete?

-Mi mejor amiga está muy enferma y ya no puedo hacer nada para salvarla. Un mago se ha comido la fruta Ope Ope no mi que quería robar para curarla…

– ¿Sabes qué? Yo podría darte una.

– ¿De verdad haría usted eso por mí?

-Sí, pero a cambio debes de estar muy seguro de quererlo.

-Lo estoy.

Cuando abrí los ojos, el padre de Clara me llevaba en sus manos. Había vuelto a mi tamaño de cacahuete común. Tampoco tenía brazos ni piernas, ni siquiera rostro. Solamente ojos y oídos. Resulta que el padre de Clara le estaba dando de comer cacahuetes para picotear mientras que veían juntos una película. Ella preguntaba por mí, decía que no me veía desde hacía unos días. Entonces el padre me abrió partiendo mi cascara y Clara me comió.

Al día siguiente Clara se recuperó de su enfermedad y todos estaban muy contentos. Aquel anciano me convirtió en una fruta Ope Ope no mi a cambio de mi vida. Salvé a Clara igual que ella me salvó a mí una noche recogiendo de la calle a un cacahuete amorfo, dándome un hogar, cariño y amor.

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