La felicidad que del feto se había marchado hace un tiempo. Escuchaba cada vez más seguido a su madre llorando por culpa de él o al menos eso ella le daba a entender con cada palabra de arrepentimiento de llevarlo en su vientre. Su desventura comenzó hace cuarenta días cuando Dios le dijo que iba a conocer la Tierra. El estuvo muy felíz desde el primer instante en el vientre de su madre, lo opuesto a ella.
El feto estaba ansioso de escuchar a su padre, pero no lo logró. Causándole un desconcierto tan grande que pensó qué tal vez su padre no existía. Extraño le pareció, puesto que Dios le había dicho que conocería tanto a una mujer como a un hombre a los que iba a llamar madre y padre.
––¿Dios, por qué aún no he escuchado a mi padre?––Le preguntó el feto a Dios, en un momento de dudas.
––Todo a su tiempo, hijo mío––Le respondió Dios al feto––Todo a su tiempo––Prosiguió Dios.
El feto sabía que el plan de Dios para cada criatura del Universo era perfecto, así que la respuesta lo calmó.
Un día, la madre estaba más alterada que nunca desde que el feto la había conocido. Y como él no hayaba la forma de comunicarse con ella, decidió distraerla. Primero dando patadas al vientre de la mujer, sin importarle el dolor que le causaban los golpes. Vió como sus pies se deformaban y algunas partes de estos se salían de su cuerpo, pero eso no fue motivo para que él cesara de patear. Cuando sus fuerzas se agotaron, comenzó a jalar su cordón umbilical para que su madre le dé de comer y así lograr distraerla de qué sea lo que le estaba pasando.
Repentinamente, el feto comienza a moverse bruscamente de un lado a otro, causándole un fuerte mareo y dolor en todo su cuerpo. También repentinamente, el brusco movimiento al que estaba siendo sometido cesó y comenzó a escuchar unos sonidos que no le agradaron. Si bien los escuchaba a menudo, nunca se había podido acostumbrar a estos y nunca le gustaron, sino todo lo contrario.
––¡Má, ya no lo puedo aguantar!––Le dijo la madre del feto a una desconocida para él––¡Voy a abortar!
––Hija mía… píensalo dos veces––le respondió la extraña con voz quebrada a la madre––No vayas a cometer ese error––Siguió hablándole la extraña a la madre con la misma voz.
Apenas terminó de decir esa frase la extraña, la madre se encontraba camino al hospital y el único sonido que el feto podía identificar era el del llanto que ella producía.
––¿Qué está pasando, Dios?––Le preguntó el feto a Dios con voz quebrada.
––No te asustes, hijo mío––Le respondió Dios al feto––No soporto verte mal––Prosiguió hablándole Dios al feto.
––No se asuste, que no dolerá––Le dijo otro extraño a la madre.
El feto se tranquilizó al pensar que estaban ayudando a su madre y, aún lo puso más feliz el que el extraño le dijo a ella que lo que sea que le iba a hacer era indoloro.
––¿Dios, por que el nivel del agua está subiendo?––Le preguntó extrañado el feto a Dios.
El feto no recibió una respuesta por parte de Dios.
Momentos después, el agua rojaahogó al feto, no sin que antes el feto le suplicara a Dios que perdonase a su madre, incluyendo a quien sea que fuera su padre.
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