Esta noche, mientras cenaba, sentí que todo tenía un brillo especial. Preparé una pasta riquísima, con roquefort y nueces, acompañada de una copa de vino. La música de Norah Jones sonaba de fondo, desde una lista que armé y que me encanta. Por un momento, tuve la sensación de estar dentro de una película, de ser la protagonista de una escena cuidadosamente montada.
Esa sensación me hizo pensar: ¿no será que todos, en algún punto, sentimos que estamos “siendo televisados”? ¿Que somos personajes de una historia que alguien observa? Creo que sí, que es una fantasía compartida. Somos protagonistas de nuestra historia, de nuestra propia película íntima, aunque no haya cámaras.
Tal vez esta fantasía sea, en realidad, una forma de organizar nuestra vida, de darle sentido. Nuestro cerebro ordena los recuerdos como si fueran escenas, con música, con diálogos, con colores. Por eso decimos “esto parece sacado de una película” o “este momento tiene banda sonora”. No es que creamos que nos filman: es que, para existir con intensidad, necesitamos contarnos. Y al contarnos, nos vemos.
No todos lo experimentan con la misma fuerza, pero sí es un fenómeno humano. En momentos hermosos, como este, o en otros intensos, solemos mirarnos desde afuera y reconocernos como personajes de algo más grande.
Yo hoy me reconozco en esa protagonista. Sé que no es una cámara la que me observa: soy yo misma dándome cuenta de que mi vida tiene escenas, música y sentido. Y en ese instante, con la pasta, el vino y Norah Jones de fondo, me abrazo como quien se reconoce en su propia película.
OPINIONES Y COMENTARIOS