Ecos: la voz de los inocentes

Ecos: la voz de los inocentes

Fernanda Correa

07/04/2020

PROLOGO

En un planeta diferente.

La vieja anciana temblaba de terror en un rincón de su antigua casa, el ser que había entrado la intimidaba en todos los sentidos, sin embargo, estaba dispuesta a resistir cualquier atrocidad si se trataba de proteger lo que más amaba, su última descendiente.

– ¿Dónde está? – dijo el ente con voz hostil. Sus ojos eran profundamente negros, su forma no era similar a ninguna conocida.

A pesar de que el enemigo la superaba en fuerzas, comprendía que su deber era proteger el equilibrio del universo, esa era la única razón por la que había vivido tanto tiempo en ese mismo lugar y la razón por la que seguiría hasta el final.

-No, no lo sé, cu.. cu…aando llega su tiempo… son llevados a donde este universo u otros, lo necesiten-. respondió la anciana trémula.

-Tarde o temprano la encontraré, no puedes impedirlo-

La anciana suplicó por su vida, porque era lo debido y porque tenía la esperanza de que aún no acabase su tiempo, pero el mal había entrado a su vieja casa y esta comenzó arder en llamas.

Buscó una salida, trato de comunicarse con ella; fue inútil, estaba demasiado lejos.

Las bestias salvajes se aproximaron a ayudar, la misión era imposible. El fuego va más de prisa que el agua y mata más cruelmente.

La mitad del techo se vino abajo y abrió una brecha para que la vieja anciana pudiera escapar.

Su tiempo aún no llegaba.

Su tiempo, apenas comenzaba.


CAPITULO 1

La llegada

Cuando mi vista se aclaró no reconocí el lugar dónde estaba. ¿Cómo había llegado? ¿Era un sueño?

Estaba parada en el centro de lo que parecía un patio de juegos; el viento era cálido pero el color verde del pasto y las hojas de los árboles parecía haberse ido desde hacía mucho tiempo, todo era absolutamente café.

Al principio creí que nadie podía verme pensé estar muerta al igual que todo lo que estaba en ese lugar, después me percate que los niños y ancianos, los cuales eran los únicos habitantes, si podían verme pero a nadie parecía importarle mi presencia.

Los ancianos eran demasiados viejos para prestarme atención y los niños… algo andaban mal con ellos, si estaba en medio de un patio de juegos (o al menos eso parecía) porque todos los niños pasaban de largo por él, nadie sonreía ni se divertía.

Ahí estaba, sola y sin encontrarle sentido a lo que ocurría.

Los mayores se percibían preocupados y con prisa, los más pequeños siempre miraban al piso. Quise acercarme a un grupo de ellos que venía susurrando pero al hablarles:

–Hola, ¿dónde estoy?-. Se alejaron con mayor prisa. Entonces ví algo que llamó mi atención, en el centro del patio había una casita de madera y vi como un hombre mayor salía de ahí con algo de dificultad acomodándose la ropa que llevaba sobre los hombros y se alejaba tranquilamente de ahí, me quede mirando aquella casita desde donde estaba y minutos después un pequeño salió con la cabeza gacha, él vestía igual que todos aquí, únicamente con una ropa blanca, el hombre avanzo unos metros y luego espero al niño.

El pequeño que aparentaba 10 años llegó hasta mí y en esta ocasión no hable pero él si se percató de mi presencia, me miró a los ojos y pude ver desesperación en ellos, tristeza e incluso odio. Tenía miedo de hablarle y que se fuera huyendo como los otros, así que me quede ahí, inmóvil, mirando sus profundos ojos negros que me pedían ayuda a gritos. Luego se alejó tan de prisa que no pude ni preguntarle su nombre. El anciano me observo como si fuera otro viejo árbol y luego siguió su camino.

Estaba tan confundida, no recordaba absolutamente nada, era como estar soñando sin recordar haberme quedado dormida. Me pusé a caminar por aquel lugar en donde no parecía haber nadie más que niños y hombres mayores, o al menos eso era lo único que había visto hasta ahora; en aquel lugar donde a nadie le importada mi presencia y nadie me hablaba.

Llegue a pensar que tal vez estaba muerta y me encontraba vagando en alguna parte del universo, de pronto uno de los ancianos del lugar me tomó por sorpresa, llevaba un bastón de madera, la misma bata blanca que le había visto antes al otro anciano, la piel arrugada y la vista le faltaba, lo supe por el blanco absoluto en sus ojos.

-Crees estar perdida pero no lo estás, llegaste por un motivo, debes afectar esta realidad.

Creí haber imaginado eso, porque el anciano casi no movió los labios.

–En dónde estoy, ¿qué es este lugar?

Él anciano no me respondió.

–¿En dónde estoy?, ¿qué es este lugar?- repetí con mayor ímpetu.

–¡Hey!, deja en paz al anciano Carlo- otro hombre como de unos 30 o 35 años me regaño. Se encontraba del otro lado del camino, parecía tan enojado que pensé que había hecho algo prohibido. Entonces comencé alejarme de ahí pero volvió abordarme.

–¿Dónde crees que vas?- me dijo en tono sarcástico.

–No lo sé, ¿en dónde estoy?-.

Me miró como si le hubiera preguntado algo tan obvio como el número de dedos de la mano, fue hasta entonces que miré mis manos, mis brazos, ¡mi cuerpo!; estaba vestida como ellos o más bien vestido como ellos, tenía cuerpo de un chico de 16 años y no sabía porque.

-Te pregunte a dónde vas- volvió a repetir el hombre sacándome de mis pensamientos.

–Dónde estoy, qué es este lugar- repetí con resignación y obtuve respuesta.

–Estas en Galdy y por si no lo recuerdas no debes molestar a los meditadores- y señalo al anciano.

Asentí con la cabeza y me quedé mirando mis pies, ¡mis pies descalzos!; ¿por qué estaba descalza?

Por qué estaba en este cuerpo que no me pertenecía.

-Vamos ve a la zona este, de seguro escapaste de tus responsabilidades- dijo

-No sé dónde queda eso- respondí manteniendo la vista en mis pies.

-Anda, al parecer tanto calor te ha provocado demencia-

Levante la vista ofendida, él se aproximó y me tomó por el antebrazo, me indico por dónde ir. Caminamos medio kilómetro hacia el este hasta llegar al único lugar donde el color café estaba ausente, era un lago de agua fresca y reconfortante que parecía llamarme a gritos para aproximarme a él.

-¡Camina! O nunca llegaremos, le diré a tu general que aplique un castigo contigo-. Me regañó de nuevo

-¿Qué es este lugar?-.

-Ya te lo he dicho, anda que ya llegamos- dijo con impaciencia.

Era un campo de trigo, los hombres mayores aparentaban la misma edad del que me había traído hasta aquí, estaban bajo la sombra improvisada de unas ramas secas, mientras que los más jóvenes se encontraban cosechando el trigo.

-¡General!, me encontré a este chico husmeando cerca de los meditadores supongo que se debió escapar de tu cuadrante- dijo burlonamente al hombre que quedaba a espaldas de nosotros.

-No lo conozco, y si alguno me hiciera falta ya lo sabría, ¿no crees?- respondió y me miro analizándome de pies a cabeza para asegurarse de lo que acababa de afirmar.

El general era un hombre moreno de unos 175cm aproximadamente, ojos café obscuro y robusto al igual que su acompañante, eran los primeros que veía con el pecho descubierto y en pantalones.

-¿Cómo te llamas?- no sabía que responder, ni yo misma lo sabía

-Te estoy hablando chico, cómo te llamas- repitió impaciente

Mire detrás y vi un letrero tallado en madera seca que decía: cosecha del periodo 23’500’067.

-Déjalo, se quedará hasta después del atardecer a ver si así nos dice su nombre- le respondió al hombre que me había traído.

Me entregaron una segadera y llamó a uno de los chicos que estaba más próximo a nosotros.

–Llévate a este contigo y asegúrate que haga el doble de lo establecido en el día, se quedará hasta después del atardecer- el joven asintió y me hizo señal de que lo siguiera.

Me enseñó todo lo necesario para poder cumplir con mi tarea asignada y en ningún momento pregunte nada, porque tenía miedo de que mi compañero me hiciera preguntas que no podía responder. Él media cerca de unos 170 centímetros, tenía el cabello lacio y rubio, las facciones de su rostro eran muy finas con unos ojos color miel que combinaban perfecto con su tez clara. Tenía que admitir era atractivo. Traía pantalones y camisa blancos, además un morral de mimbre colgado en la espalda.

Cuando el sol llegó a su máximo punto, sentí demasiada sed para seguir cosechando, me quede parada mirando el resto del campo y creí desfallecer.

-¡hey! chico nuevo, bebe un poco de agua, te ayudará a seguir adelante- me dijo el joven rubio, luego saco de su morral un cilindro de madera. Me lo acercó y bebí con moderación disfrutando cada gota que refrescaba mi garganta.

-¿Cómo te llamas?, yo soy Zac- dijo alegremente.

-No lo sé- respondí frustrada de no saber quién era.

-¿Cómo?- dudó

-¿Dónde estamos?-.

-Estamos en Galdy

-Eso ya lo he escuchado- dije cortantemente.

-Entonces porqué preguntas, ¿todo está bien contigo?- preguntó.

-No lo sé- respondí decepcionada.

-Sí que estas chalado- dijo.

-Eso creo- respondí.

Le regresé el cilindro y seguí cosechando.

Antes que el sol se pusiera escuche un fuerte estruendo y todos a mi alrededor dejaron de mover la segadera, caminaron al principio del campo y entregaron su cosecha, como sabía que debía quedarme hasta después de la puesta no seguí a los otros y continúe con mi tarea. Zac me tocó el hombro y dijo: – te veo en la cena-. Asentí y continúe con mi tarea.

No sabía dónde estaba, bueno si lo sabía estaba en Galdy pero no sabía qué lugar era aquí, y lo más preocupante: ¿por qué no sabía quién era?, por qué tenía cuerpo de chico si era mujer ¿Cómo cambio mi cuerpo?, luego recordé lo que el anciano ciego me dijo: “Crees estar perdida pero no lo estás, llegaste por un motivo, debes afectar esta realidad”.

Él era el único que sabía que en realidad era ella y no él, pero ¿por qué? y qué significaba lo que me dijo, tal vez él era el único que podía darme respuestas certeras, debía regresar y preguntarle pero el problema era cómo, porque ahora sabía que ese lugar es prohibido.

-¡Hey!, ya es hora de ir a la cena- me llamó el general.

Eso me despertó de mis pensamientos y me percate que ya no había luz alguna que iluminara los campos y apenas alcanzaba a mirarme las manos. Caminé de regreso al principio del campo, entregue mi cosecha y camine por el único lugar que conocía: de regreso al recinto de los meditadores, tal vez el anciano seguía ahí.

Únicamente había caminado un par de metros cuando escuche la voz de Zac.

–¡Oye! ¿A dónde vas?, el comedor esta de este lado- y señaló a la izquierda de donde me dirigía, tenía ganas de recibir respuestas pero había olvidado que también tenía hambre, así que asentí y camine con Zac.

Todo el camino hacia el comedor, no me dirigió palabra ni yo le volví a cuestionar, pues no quería decepcionarme con volver a oír la misma respuesta que me habían dado todos desde que llegue a este lugar: Estas en Galdy.

El comedor era un salón tan grande como para albergar a un ejército completo de mil hombres, las puertas eran enormes, las mesas eran de madera redondas, con bancos individuales para cada niño, chico, hombre o anciano; al parecer aquí no había mujeres excepto yo, pero claro a simple vista era como ellos.

El lugar estaba iluminado con velas en las mesas y candelabros en el techo, yo seguí a Zac hasta el final del salón en donde todos hacían fila para recibir los alimentos.

El anciano que me había hablado estaba sentado en una de las mesas con otros seis de su misma edad, el general del campo de trigo estaba con otros que tenían el mismo aspecto que él (pantalones obscuros y pecho descubierto), los niños pequeños estaban cerca de los ancianos comiendo tranquilamente, los más grandes entre 10 y 12 años comían sin mirar a nadie y parecían estar en otro lugar menos en Galdy.

-¡Avanza!, otros queremos cenar- me dijo el chico que estaba tras de mí, no me había percatado que la fila había avanzado.

Tomé los alimentos que me proporcionaron y seguí a Zac hasta una mesa que estaba cerca de la puerta principal. Tenía pan, frijoles y garbanzos en mi bandeja, estaba a mitad de la comida cuando Zac me volvió a dirigir la palabra.

-Todo bien contigo chico- me pregunto tímidamente.

-No me digas chico- me queje.

-Bien, entonces cuál es tu nombre.

-Ya te dije que no lo sé.

-Eres difícil, ¿cuál es tu dormitorio?.

-No lo sé.

-¿Hay algo que si sepas?- dijo riendo entre dientes.

-¿Quiénes son esos hombres?- y señalé hacia donde los ancianos se encontraban.

-¿Cómo que quieres son? pues son los meditadores, ¿estás seguro que te encuentras bien?- insistió.

-Eso creo, ¿Qué hacen?- continúe.

-Haces muchas preguntas chico- se quejó.

-Ya te dije que no me digas así- miré a los lados y nadie más se había sentado en nuestra mesa, todas las demás estaban llenas excepto la nuestra.

-Pues habrá que buscarte un nombre, ¿qué te parece Isaac?

-Es de niño

-Obviamente- dijo burlonamente.

-¿Por qué no hay nadie más en nuestra mesa?

-Siempre es así conmigo, nadie quiere ser mi sombra o estar cerca, pero sabes algo, a veces necesitamos estar en soledad para aprender amar nuestras virtudes.

-Puedes decirme Dorotea- le dije, para cambiar de tema pues las palabras de Zac me habían conmovido, él realmente era un buen tipo y nadie lo notaba.

-Que sea Tea, suena mejor o Teo- sugirió.

-De ninguna manera, se queda Tea- le dije alegremente,

Al parecer elegir un nombre le había quitado de los ojos la tristeza que surgió al preguntar sobre su sombra, eso me tranquilizaba.

-Cuando llegue estaba en el patio de juegos y vi que un hombre mayor, no tan grande como los meditadores, salía de la casa de madera…

-Shss baja la voz, ¿qué crees qué estás haciendo? No debes acercarte a ese lugar y no cuestiones lo que pasa ahí, por suerte mi tiempo de elegido fue limitado y no pase por algo similar a lo de ellos- dijo en voz baja.

-No logró entender-.

-¡Vaya chico!, perdón Tea, algo definitivamente está mal contigo. Nadie quiere ser sombra mía porque saben que soy diferente y la verdad me gusta estar solo, pero tú sí que tienes algo oculto.

La verdad es que no lograba entender nada de lo que Zac me decía, parecía estar hablando en otra lengua, pero era el único que me estaba dando respuesta acerca de Galdy y preferí quedarme cerca de él.

-Yo puedo ser tu sombra- dije para lograr hacerlo sentir mejor, por alguna razón percibía tristeza en sus ojos y eso no me gustó.

-¿De verdad? Eso es genial, sabía que había alguien tan grillado como yo, ven hay que decirle a mi general- dijo entusiasmado y se levantó del banco.

-¿Para qué?- pero Zac no me escuchó solo me tomó del brazo y me llevó hasta donde estaban todos los generales.

-Cuarto general, Tea será mi sombra, solicito su aprobación- dijo.

El general que estaba en el campo de trigo se puso de pie y miró a Zac escépticamente, luego me miró a mí de la misma manera, luego rio tan fuerte que todo el salón puso la vista en nosotros.

-Zac, esta es otra de tus ideas locas, ese chico despertara en la mañana solicitando romper la alianza, así que vete de aquí- se burló y volvió a sentarse.

Zac bajo la mirada y se alejó corriendo. Lo ví salir por la puesta principal a toda prisa.

-Y tú qué haces aquí vete si has terminado- me dijo en tono autoritario

-Él es mi amigo-

En cuanto pronuncie la frase el me miro y solo note confusión.

-¿Amigo?, si quieres ser su sombra par espera a mañana, ya he pasado muchas veces por esto con ese chico y no quiero desprestigiar la alianza como otras veces, ¡ahora vete!- me ordenó.

Salí del comedor pero no vi a Zac por ningún lado, no sabía a donde ir así que me quede fuera del comedor, tal vez Zac regresaría.

El comedor se fue vaciando poco a poco y todos salían en grupos de dos, tres o cuatro.

-Creí haberte mandado a tu cabaña- me dijo el general cuatro.

-No sé dónde es- le dije en voz baja.

-Bien, al parecer no tienes sombra o has roto la alianza con él, en ese caso te llevaré con Zac, ¡Camina!- me grito.

Me condujo por un camino lleno de robles viejos, después de casi caminar por 10 minutos llegamos a una explana que tenía muchas cabañas, una junto a la otra y me señalo la más pequeña de todas.

-Ahí es, ahora ve y descansa, que mañana te espera el trabajo-.

Me dirigí a donde señaló, una cabaña de 4 por 4 metros aproximadamente con una ventada lo suficientemente grande como para ocupar todo el ancho del frente, toque la puerta y no hubo respuesta, miré por la ventana e intente abrirla pero estaba cerrada, toque de nuevo la puerta pero esta vez con mayor fuerza y de nuevo no obtuve respuesta. Entonces gire la perilla y entre.

Una vela iluminaba la habitación, había dos camas una vacía y tendida, que parecía no haber sino ocupada nunca, con sábanas blancas y un par de almohadas. En la otra cama estaba Zac, recostado, dándome la espalda.

Había una mesa pequeña al final de la cabaña junto a una puerta. Me senté en la cama vacía y mire el techo, me quede ahí casi por media hora y luego decidí ir a investigar.

Supuse que Zac estaba dormido y preferí no molestarlo. Era una habitación aún más pequeña que la cabaña, había un recipiente de madera con agua y una letrina improvisada, me quite la bata la colgué en el gancho que estaba tras la puerta y comencé asearme. Por primera vez mire mi nuevo cuerpo, mis brazos eran grandes como los de Zac, tenía el pecho ancho, las piernas tenían vellos al igual que mis axilas y más abajo encontré mi sexo, no sabía ni qué hacer con él.

Encontré la parte de un espejo colgado en la pared y dude en mirar por él.

Mis ojos eran cafés, mis pestañas largas y risadas, tenía las cejas pobladas. Mi cabello era castaño oscuro y mi piel color canela. Me quede mirando mi rostro bastante tiempo antes de asearme, no quería olvidar cada facción, pues este cuerpo era como una armadura.

Al terminar volví a la cama, estaba cayendo en un profundo sueño cuando escuche alboroto afuera. Todo estaba obscuro, la vela de la mesa estaba a punto de consumirse y casi no podía ver. Zac se levantó, tenía los ojos cerrados, sin embargo me dijo:

-Los pupilos están en problemas, ¡tienes que ir!-. Abrió los ojos y se quedó mirándome como si estuviera en un trance.

-¿Qué se supone que haga?-.

No me respondió y los gritos de fuera aumentaron, abrí la puerta y ví como todos habían salido de sus cabañas para dirigirse al lugar donde una llamarada de fuego sobresalía a lo lejos, uno de los chicos me vio.

-No te quedes ahí ¡debemos ayudar!-.

Seguí a la multitud que se dirigía hacia el sur, corrimos a través de la vegetación y llegamos a otra explana con muchas cabañas, había niños llorando, otros asustados pero todo era un caos, me fui abriendo paso entre la multitud hasta el lugar del incendio; dos cabañas se encontraban ardiendo los generales intentaban controlar el fuego y otros chicos de mi edad intentaban alejar de la zona a los más pequeños.

Zac me había dicho que tenía que ayudar pero no sabía cómo, pues todo aquí era un lio, entonces vi a un pequeño parado muy cerca del fuego y lo reconocí enseguida, era el pequeño de ojos negros que vi al llegar a Galdy. Estaba herido e inmóvil, viendo las llamas arder y me apresuré a llegar hasta él.

-¿Estas bien? Necesitas ayuda, ¡vamos!- pero él no se movió, respiraba con dificultad como si hubiera corrido una maratón, tenía el brazo derecho completamente rojo y entre sangre, supuse que había estado en alguna de las cabañas que se incendiaban.

-¡No!… quiero… verlo… arder- dijo con dificultad y luego tocio. Estaba enojado lo supe por la forma en que se había expresado, así que intente con algo diferente.

-Cuando el enemigo cae, las heridas no se curan al instante, eso ya depende de nosotros.- él me miró sorprendido pero asintió.

-¡Todos atrás! Esto va a caer-. Gritó el general cuatro mientras venia corriendo hacia nosotros junto con otros más que segundos antes intentaban controlar el fuego.

Tomé en brazos al pequeño y corrí tan rápido como pude, me sorprendí a mí misma siendo tan veloz en este cuerpo. Tan solo habíamos recorrido unos cuantos metros cuando la explosión nos lanzó lejos, en ese segundo trate de proteger al pequeño usando mi cuerpo como escudo, pero cuando caímos al suelo, me desvanecí.

CAPITULO 2

Buscando respuestas

Cuando recobre el conocimiento me ardía la espalda y dolían los huesos. Estaba en una cama rodeada de cortinas color ocre, nada extraño, pues al parecer en este lugar todo es café, ocre, blanco o negro excepto por el lago. A mi lado estaba Zac, dormido en una banca apoyado a mi cama, le toque el hombro.

-¿Qué paso?- dijo

Zac despertó algo somnoliento, aclaro la vista y me sonrió.

–Hola, hasta que reaccionas, me he pasado aquí dos atardeceres creyendo que nunca lo lograrías- mire alrededor y habían más camas como la mía con los heridos de aquella noche.

-¿Y el pequeño del incendio? ¿Se salvó? Tenía el brazo lastimado intente protegerlo pero…

-Tranquilo, Daniel está bien, al parecer su cabaña se incendió y una chispa pego a la de lado y el caos comenzó, pero está bien. Él te trajo eso-. y señalo un caballito de madera tallada que estaba en el banco a mi derecha.

-Los meditadores aún no han hablado del asunto, pero esperemos que pronto se aclare.

-¿Puedo preguntarte algo Zac?- le dije.

-Claro chico lo que quieras- gire los ojos- bueno Tea, lo que quieras soy todo oídos.

-La noche de la explosión me dijiste que los pupilos estaban en problemas, cómo lo supiste.

-Escucha, sé que tal vez te suene extraño pero solo lo supe y ya. Algo me decía que tú debías ir a ese lugar y así fue, porque salvaste a un elegido.

-Hay muchas cosas que aun no comprendo de este lugar, por ejemplo: ¿por qué el general cuatro no quiso hacer la alianza entre nosotros?.

– Porque no es la primera vez que alguien quiere ser mi sombra y luego rompe la alianza, cuando se dan cuenta que presiento cosas, eso les asusta.

-Yo no la romperé, no tienes de que preocuparte.- Zac sonrió y guiño el ojo en complicidad.

-Debo irme, ya no me permitieron faltar más a mis deberes, nos vemos luego. Se despidió con la mano y se fue.

Me quedé ahí con el caballito de Daniel entre las manos. No sabía cómo había llegado a este lugar, todo era tan confuso comenzando porque me sentía atrapada en este cuerpo, debía encontrar al anciano ciego, él podría darme respuestas.

Ese día Zac no regresó, solo un hombre quien me llevó los alimentos y me hizo beber un líquido acuoso que sabía horrible pero que mejoró el dolor en los huesos y el ardor de la espalda. Me dormí minutos después, ha de ser por consecuencia del líquido que bebí.

Cuando desperté Daniel estaba parado observándome con curiosidad y ladeaba la cabeza de vez en cuando.

-Hola, gracias por el obsequio- dije señalando el caballito que había dejado en el banco.

-Te lo debo-. Dijo agradecido.

– ¿Qué paso en esa cabaña?-

Daniel solo bajo la mirada evitando mi pregunta.

–Me llamó Tea, puedes confiar en mí.

-Lo sé-. Dijo tímidamente.

-Sabes cómo llegar al recinto de los meditadores, necesito hablar con uno de ellos-. Daniel frunció el ceño y negó lentamente con la cabeza.

-Ellos solo hablan cuando el curso del tiempo cambia y nunca responden a cuestionamientos.

-Alguno de ellos te ha hablado antes- quise saber.

-Sí, hace cuatro atardeceres cuando me quitaba del taller uno de ellos me mentalizo y dijo que una mujer llegaría para cumplir la profecía.

-Ya tienes que irte- me dijo el hombre de asistencia médica quien interrumpió nuestra conversación.

-Gracias, ese jarabe era malísimo- bromee. Pero en realidad quería ganar más tiempo, Daniel sabia cosas y tenía que decírmelas.

-Oh, debes beberlo una vez al día hasta después de dos atardeceres, aquí tienes- y me acerco un cilindro de madera pequeño.

-oh genial- me quejé.

-Daniel, debes regresar a tus deberes, Tea se preparará para salir- le dijo amablemente.

Daniel se despidió con la mano y luego se fue, sin darme tiempo de terminar nuestra conversación. Mientras me vestía con unos pantalones y camisa blanca considere la opción de ir en busca del anciano ciego para obtener respuestas, Daniel me dijo que ellos no responden a cuestionamientos, eso explicaba porque no había respondido a mis preguntas, entonces debía encontrar la forma de comunicarme con él. Zac podría ayudarme, probablemente él sabría cómo acercarse.

Según el hombre de asistencia médica el día de hoy seguía incapacitado para hacer mis deberes, pero mañana ya tenía que hacerme cargo de ellos, así que decidí ir a la cabaña para esperar a Zac, caminé casi por 10 minutos hacia donde creía ser la dirección correcta, pero luego me percate que estaba perdida.

¡Este lugar era horrible!. Miré al alrededor y encontré una tabla que parecía ser un mapa del lugar, así que me aproxime a él.

En la parte superior estaba grabado: Tierra honorable “Galdy”. Era un mapa.

Al parecer estaba frente a la sala de estudio que no podía ver por los árboles que tapaban mi vista, únicamente un sendero dirigía hasta ahí, la sala de estudio y la asistencia médica estaban ubicadas al norte. Al oeste estaban los dormitorios, que tampoco vi por los grandes cedros que rodean todo en este lugar, al sur encontraría la explanada principal, el taller, el recinto de los meditadores (en un orden de izquierda a derecha), al noreste estaban los campos de cultivo, al este el lago y la cosecha de trigo. Al sureste el comedor. Y por último en el centro, donde debí aparecer el primer día, el patio central. Al final del mapa decía:

“Cuando el orden del tiempo se restablezca la paz reinara en Galdy”.

Me quedé pensando en esa frase, ¿a qué se refería? A simple vista la paz en este lugar era algo de siempre, todo el tiempo todos actuaban de forma correcta, seguían ordenes, los niños no corrían ni gritaban, en conclusión había paz y luego esta frase.

Recordé el incendio de las cabañas, la mirada perdida de Daniel viendo las llamas y su odio, un sentimiento muy fuerte para un niño pequeño, es probable que hubieran más cosas que desconocía y fueran desdichas.

Por suerte y con ayuda del mapa encontré el área de dormitorios, como no tenía memoria de quien era y como había llegada a Galdy decidí tomar apunte de ello, tomé unas hojas y escribí los días que llevaba en este lugar y mi actual nombre, por si lo necesitaba más adelante. Espere a Zac hasta el atardecer tiempo después llegó.

-¡Hey!, estas aquí- dijo sorprendido.

-Dónde más chico- le respondí amablemente.

-Creí que seguías en asistencia médica.

-No, me han dado de alta.

-Genial- dijo animado

-Ahora dime, qué tengo que hacer para ser tu sombra.- estaba ansiosa por conocer que era eso.

-¡Oh!, de verdad sigues decidido a ello- me dijo seriamente

-Pues claro, eres el único que ha sido amable conmigo desde que llegue.

-¿Desde qué llegaste?- me dijo extrañado

-Te explico luego, ahora dime lo de la sombra par-. Zac aún no estaba listo para saber cosas de mí, y no confiaba plenamente en él, ni siquiera estaba segura si me creería.

-Muy bien, todos elegimos o somos elegidos por otro chico para ser sombra. Tu sombra es tu compañero por siempre, es como un hermano. Hay algunos que tienen alianza de dos, tres o hasta cuatro; es genial. El objetivo es cuidarse los unos a los otros, trabajar juntos, velar de sus enfermedades, etc.

-Oh, ya entiendo. Y por qué el general cuatro dijo que otros han sido tu sombra par y han roto la alianza-.

Zac bajo la mirada y comenzó a jugarse los dedos, estaba apenado. Creo que no debí preguntar y ahorra no sabía cómo repararlo.

-Porque a la larga se dieron cuenta que soy un rechazado-. Dijo y pude notar tristeza en su tono de voz.

-¿Rechazado por qué?

-Dime una cosa Tea, ¿qué es lo que pasa contigo?-. Preguntó ofendido.

-¿A qué te refieres?- objete.

-Preguntas cosas que todo el mundo sabe, es cómo si… fueras… de otro lugar- dijo con cuidado y pensando cada palabra.

-La verdad es que después del incidente, no recuerdo muchas cosas y…- No sabía que decir y la verdad era demasiado irracional para que Zac la creyera.

-Ok, no importa. Entiendo que te pasa, mejor dime por donde quieres que comencemos-. Dijo de forma indulgente y dando un cambio drástico de actitud.

Tenía tantas preguntas en mi mente qué no sabía por dónde comenzar, luego analice la situación, había preguntas que Zac podía responder, otras que decía hacerlas al anciano Carlo y otras a Daniel.

-Cuéntame la historia de Galdy- dije.

-¡Oh!, eso es sencillo pero antes debo cambiarme para la cena-.

Acto seguido Zac se despojó de su prenda y dejo al descubierto su cuerpo. Tenía el pecho y brazos firmes, era como si el tiempo que trabajaba en el campo de trigo moldeara cada musculo de su cuerpo, incluso sus piernas eran firmes. Nunca había mirado a Zac como lo estaba haciendo en este momento y no podía dejar de hacerlo mientras él caminaba hacia el cuarto de aseo.

Me quedé ahí los minutos que Zac estaba en el baño, su desnudez me había tomado desprevenida y hasta puedo decir que quede avergonzada ante la confianza que Zac había tomado conmigo. Cuando salió vestía una camisa sin mangas y unos pantalones en color blanco, en seguida mire hacia otro lado para disimular mi timidez.

-Muy bien ¿dónde nos quedamos? así, la historia de Galdy-. Dijo, yo solo me limite asentir con la cabeza. Se sentó en su cama frente a mí y comenzó.

-Te la contaré como nos la enseñan desde pequeños, con el famoso “Había una vez”.

Había una vez un lugar llamado Tierra honorable Galdy en donde hombres y mujeres trabajaban a diario para vivir y ser felices. En aquel lugar, vivía cerca del lago, una mujer solitaria a la cual todos los hombres asediaban pero por las viejas historias nadie se atrevía a cortejar. Había quienes decían que era una hechicera, otros aseguraban que era una ninfa de agua dulce proveniente de otro planeta.

Aquella criatura se enamoró de un joven, hijo de un agricultor del lugar y cuando los padres se enteraron prohibieron esa relación.

Él joven en cambio, tenía interés en la hechicera, él deseaba conocer todos los secretos que este ser ocultaba, deseaba ser poderoso como ella. Tomando ventaja del sentimiento, él comenzó a frecuentarla en el lago.

Tiempo después, el joven había aprendido demasiado pero era ambicioso, por el lugar decían que la ninfa tenía el poder de cambiar de cuerpo, ser hombre o mujer según su conveniencia, y el chico deseaba logar eso. Una noche la madre del joven, quien ya sospechaba de los malos pasos de su hijo, lo siguió hasta el lago y al descubrirlo con la mujer los confrontó.

La madre sacó un arco y amenazo a la criatura, está pensando que el joven interpondría el suceso no se movió de su lugar, pero el chico solo se limitó a hacerse a un lado. La madre disparó con tiro limpio y cuando la ninfa cayó quedó herida de gravedad, antes de morir maldijo a ambos. Estos quedaron tan asustados que prometieron no hablar más del asunto y se lindaron a tirar el cuerpo al lago.

Días después se enteraron que la ninfa tenía una hija, y el joven supo que era suya, para entonces su madre se encontraba enferma y nadie sabía lo que tenía o como curarla. En su lecho de muerte la madre le pidió que cuidara de la niña para remediar su error y así ambos pudieran ser perdonados.

Pero la historia no termina ahí, porque cada mes en el día de muerte de la hechicera una mujer del pueblo enfermaba y cuatro días después moría. Un año después, la maldición continuaba y los hombres del puedo tomaron la decisión de ofrecer un sacrificio para que la bruja quedará en paz, tomaron a cada mujer y niña del pueblo para ahogarlas en el lago pues era ahí donde yacía el cuerpo o espíritu de la ninfa.

El joven quien se enteró antes del suceso huyo con su hija al bosque y gracias a sus conocimientos en la magia, nunca pudieron encontrarlos.

Desde entonces, los únicos habitantes de Galdy son hombres, cuando uno muere los meditadores anuncian la llegada de un nuevo integrante, los niños nacen del lago pero siempre son hombres.

Muchos dicen que la ninfa sigue viva y que no solo tenía la habilidad de cambiar de cuerpo sino de convertirse en cualquier forma de vida y así logro vivir en las aguas del lago, que ella es en realidad nuestra fuerza dadora de vida a la cual le hacemos ofrendas en cada alianza para que nos permita seguir nuestro ciclo.

-Fin- dijo

-¿Y eso es todo? ¿y la hija de la bruja?- exigí saber

-Nadie sabe, unos cuentan que al crecer se convirtió en hombre como su madre y luego murió.

Me quedé pensando en la bruja, ella podía cambiar de cuerpo; ¿y yo?, yo era mujer y mi cuerpo cambio al llegar aquí, teníamos algo de parecido, debía encontrar la manera de regresar a la normalidad.

-¿Y qué hay de la profecía?- le pregunte, recordando lo que Daniel me había dicho.

-Hay una profecía- dijo tranquilamente- la cual habla de una mujer que vendrá para restablecer el orden pero los meditadores nunca han hablado de eso, hay quienes dicen que la mujer que vendrá será la ninfa de la historia quien cobrará venganza, pero yo no lo creo, eso ya es muy infantil.

Cuando la noche cayó se escucharon unos estruendos y una leve lluvia refresco la noche. Zac y yo nos dirigimos hacia el comedor, durante la cena el continuo explicándome más sobre este lugar.

-Mira, los de ahí son los meditadores, ellos son los que guían nuestro actuar, predicen la llegada de un nuevo niño, o cualquier acontecimiento. Como la vez que predijeron la tragedia del rayo. Esa mañana nadie fue a sus deberes al campo por la predicción y así fue, a media mañana cayo un rayo que causo un pequeño incendio en los campos de trigo, perdimos media cosecha pero nada más. En general ellos son muy poderosos mentalmente.

-¿Y los de ahí? – señale a los hombres que vestían una bata.

-Ellos son los discípulos, son aprendices de meditadores y muchos de ellos son maestros de estudio. Los niños de ahí- dijo señalando a los compañeros de Daniel- son los pupilos, entre los pupilos están los elegidos, como Daniel. Los elegidos son futuros meditadores.

-¿Y los más pequeños?.

-Ellos son oyentes, se les dice así porque aún no están en edad de tener deberes pero están presentes en la mayoría de las actividades de los pupilos para ir aprendiendo, la mayoría del tiempo la pasan en la explanada principal con uno de los generales quien los cuida u ocupa con tareas pequeñas.

Asentí con la cabeza mientras iba tomando nota mental de todo lo que Zac me iba explicando, eran muchas caras nuevas y mucha información que retener.

-Y por último estamos nosotros, quienes somos la fuerza productiva-. Dijo alegremente –mira por ahí están los constructores- y señalo a varios chicos de nuestra edad que se encontraban dos mesas a nuestra derecha- el resto son como nosotros, productores; cosechamos trigo, frijol, pescado, lenteja y varios frutos más. A los de la cocina nunca se les ve, del otro lado están los de asistencia médica- dijo señalando a varios hombres que se encontraban en la mesa de junto a la izquierda.

– Y tú, ¿cómo decidiste ser productor?-.

-Esa es otra larga historia que te contare otro día- dijo alegremente.

-¡Silencio!- oímos gritar a uno de los generales.

-¿Qué pasa?- pregunte a Zac

-Probablemente un meditador hará alguna revelación, mi nombre es Polo-. Uno de los chicos de la mesa de alado giro la mirada a nuestra mesa y se dirigió a mí.

-Hola, soy Tea-.

-Escuche de ti, por Alán.- Nos dijo y luego volteo a su mesa.

Note que Zac hizo una mueca en cuanto escuchó ese nombre pero no le presté mayor atención porque en ese instante me levante y camine hacia los meditadores, como todos permanecieron en su lugar no me fue difícil llegar hasta el frente, ahí uno de los ancianos se encontraba en el suelo y varias generales y discípulos lo rodeaban, ahí todos estaban más ocupados en escuchar las últimas palabras del anciano como para notar mi presencia, este hablaba con grandes esfuerzos al general que tenía más cerca y alcance a oír: “la llegada de ella traerá grandes cambios para todos, pero pocos entenderán… y otros desearan su muerte… como en los tiempos de inicio”. Y luego murió.

El anciano ciego giro la cabeza hacia mi he hizo señal para que me fuera. Corrí hasta llegar con Zac, este intercambiaba palabras con Polo y en cuanto me acerque dejaron de hablar.

-Todos fuera del comedor y diríjanse a sus dormitorios, es una orden- dijo el general Mario y acto seguido todos obedecieron en silencio, incluyéndome.

Al llegar al dormitorio, saque la hoja de papel y escribí lo que el anciano moribundo había dicho, tenía las palabras aun sonando en mi cabeza así que no me costó recordarlas.

Zac se preparó para dormir en silencio y tampoco quise molestarlo, hice lo mismo y en menos de 10 minutos ya estaba dormida.

A la mañana siguiente cuando llegamos al comedor Polo nos saludó con la mano desde su mesa, mientras todos comíamos nuestros alimentos para iniciar un día más en nuestras respectivas actividades uno de los generales interrumpió el silencio para dar un aviso:

-Buenos días chicos, como muchos saben mi nombre es Gabriel-. Dijo el hombre que había visto en mi primer día en el campo de trigo, el acompañaba a mi general. Siempre me había parecido un hombre bastante sereno y amable, nunca lo había visto con gestos negativos, incluso en este momento parecía tan calmado que llegaba a transmitir esa templanza en todo el comedor, o al menos eso percibía.

-Anoche, un meditador dejo esta tierra y antes de irse un mensaje, en la entrada del comedor encontraran varias cartas con el mensaje.

Zac se quedó pensativo y negaba con la cabeza varias veces.

-¿Qué ocurre?. Le pregunte

-No tiene sentido, siempre nos comunican en viva voz las revelaciones y en esta ocasión solo una nota.

-Iré por las nuestras-. Camine a la entrada, tome dos cartas y luego volví con Zac. Abrí la nota y leí:

Queridos hijos, mi tiempo en esta tierra se agotó pero no los olvido. El incendio se debió a un accidente, no se alarmen y continúen con el ritmo del tiempo como lo han hecho hasta ahora.

Siempre cerca

-Te lo dije, no tiene sentido- Repitió Zac

-¿Se supone que esto fueron las últimas palabras del anciano?-. Le pregunté a Zac y asintió con la cabeza.

-¡Mienten!, yo escuché lo que dijo y no se parece nada a lo que dice aquí-.

Sabia poco de las tradiciones o maneras en las cuales se regían en Galdy, pero estaba completamente segura de lo que escuche decir al anciano y si Zac me apoyaba mi testimonio cobraba más fuerza.

-Ya lo creo, siempre informan de las revelaciones minutos después que ocurran y siempre lo hacen de viva voz, ¿pero esto?-. Levanto al aire la carta y luego la puso sobre la mesa. Estaba ofendido.

Necesitaron tiempo para pensar y buscar cómo ocultar la revelación, ¿pero porque? Si todos se guían de lo que los meditadores revelan, cuál es la razón para ocultar la verdad. Tenía que decirle a Zac las palabras exactas, ahora me sentía en confianza de hacerlo.

-Hay alguien en quien confíes que pueda afianzar nuestras sospechas-. Le pregunté en voz baja a Zac.

-El general Gabriel, no confió en él pero es el único que siempre se preocupa por los más jóvenes, del resto se limitan hacer su trabajo-. Me dijo.

-Bien, tenemos que encontrar el momento oportuno.

Cuando terminó la hora del desayuno, todos salimos en orden del comedor. Traté de buscar a Daniel entre los de su grupo pero no lo ubique, se me hizo extraño.

Pasamos el día de cosecha sin mayor incidente y a la puesta de sol nos retiramos, como el general Gabriel no se presentó en la cosecha supusimos que estaba ocupado en otros asuntos.

Durante la cena le comente a Zac la ausencia de Daniel pero me explicó que en ocasiones ellos suelen ausentarse pues sus dones se lo permiten, suelen aislarse en su cabaña custodiados por un discípulo, pueden recibir visitas si así lo desean pero por lo general permanecen solos.

-Ya lo he pensado y esta noche iremos hablar con el general Gabriel-. Me dijo cuándo acabo de comer sus alimentos.

-Te refieres a cuando todos estén dormidos.

-No tan tarde, o no encontraremos al general-. Me explicó.

Después de la cena nos dirigimos a nuestra cabaña, Zac encendió una vela pero la llevo al cuarto de baño y la colocó en una esquina con la puerta entre abierta para que no emitiera mucha luz. Cerró la ventana y luego se sentó junto a mí en la cama.

-Dime que fue lo que escuchaste, la revelación del meditador-.

Como aún tenía gravado las palabras en mi mente no necesite sacar las notas que había hecho y tampoco quería hacerlo, pues ahí había escrito cosas que aún no me atrevía a compartir con Zac. Él se había convertido en mi única guía, en mi amigo, era mi luz en el horizonte, pero aún no estaba lista para revelarle mi más profundo secreto.

-Cuando me acerque, él dijo: “la llegada de ella traerá grandes cambios para todos pero pocos entenderán y otros desearan su muerte como en los tiempos de inicio”.

Zac se puso de pie y comenzó a dar vueltas en círculos por toda la cabaña, parecía estar hablando para sí mismo porque murmuraba muchas cosas incomprensibles. Cuando hacia eso me preocupaba que algo malo resultada de todo ello, porque era inevitable no percibir su preocupación en cada paso que daba por la habitación.

-¿Y luego que ocurrió?-. Me preguntó

-Nada, me fui de ahí.

-¿Estás seguro Tea?-. Me preguntó dudando un poco de mí y me limite a asentir lentamente con la cabeza.

-¿Recuerdas la profecía que te conté?-.

-Sí, que un día la bruja regresará para cobrar venganza-.

-No, eso es un cuento hecho a partir de la profecía. La versión real es: “Una mujer será la que restablezca el curso del tiempo, ella llegará en el tiempo de los elegidos” y luego la revelación del anciano nos habla igual de una mujer.

-¿Crees que por eso nos lo ocultaron?- le pregunté.

-No creo, hasta ahora nadie ha llegado mujer-.

Estuve a punto de decirle que yo era una chica pero, ¿cómo iba a creerme? por fuera era como él, y mucho menos sabia como había llegado a este lugar o quién era; definitivamente tenía las de perder. Nos quedamos en silencio poco más de media hora, luego Zac apagó la vela y a tientas se aproximó a mí.

-Es hora, los generales hacen una ronda para ver que nadie ande fuera después se van a sus cabañas. El general Gabriel siempre revisa el dormitorio de los menores, iremos para allá-.

Salimos de la cabaña y caminamos hacia el sur, atravesando los jardines. Nos quedamos entre los arboles hasta mirar alguna linterna en movimiento que nos indicaría la ubicación del general, porque todo estaba obscuro y apenas podíamos mirar más allá de un par de metros y si nos aproximábamos demasiado podríamos ser sorprendidos.

Esperamos algunos minutos y luego vimos la linterna moverse, Zac me detuvo cuando di el primer paso, negó con la cabeza y luego noté lo que pasaba. La persona que llevaba la linterna caminaba con dificultad y salió de una de las cabañas.

Se dirigió hacia el lago, esperamos que avanzara unos cuantos metros y comenzamos a seguirlo. Cuando llegamos al lago, el hombre rodeo las aguas en dirección al bosque, lo perdimos de vista por un segundo y cuando corrimos para lograr alcanzarlo una voz tras nosotros nos detuvo.

-¿A DÓNDE CREEN QUE VAN?-

Nos quedamos congelados en donde estábamos, Zac reconoció la voz al mismo tiempo que yo, porque cuando dio media vuelta quedando frente a mí, estaba aterrado.

-Pregunte ¿a dónde iban?- repitió el general cuatro quien ya había llegado hasta nosotros. Zac tenía la mirada en el piso y me apretaba el brazo con fuerza. Nunca lo había visto así.

No teníamos ninguna excusa para estar donde estábamos, así que no respondí y me encogí de hombros. Estábamos atrapados.

-¡No me hagan preguntar de nuevo!-. Nos gritó el general y recibí un golpe en la cabeza con la palma de su mano.

-Escuchamos algo y lo seguimos hasta aquí-. Le respondí

-No esperan que crea eso… ¿o sí? muy bien, ¡a su cabaña! tienen 5 minutos para estar ahí y más les vale correr-.

Huimos de ahí tan rápido como pudimos, al llegar Zac cerró la puerta y se lanzó a la cama.

-Creí que no la libraríamos, tuvimos suerte de no ser reprendidos-. Me dijo ya aliviado.

-¿Pudiste reconocer al hombre de la linterna?

-No, pero definitivamente no era el general Gabriel-. Me dijo con certeza.

CAPITULO 3

Libélulas

En Teegarden los ciclos de trabajo duraban 5 amaneceres y a la llegada del quinto era nuestro día libre, lo que significaba que podíamos levantarnos a la hora deseada y el desayuno dejaba de servirse hasta poco antes del mediodía.

Ese día, luego de comer lo suficiente, fuimos a caminar por todo el lugar y le sugerí a Zac que fuéramos a la explanada principal, porque era el único lugar que aún no conocía.

Cuando llegamos el lugar estaba desierto, era un área completamente despejada con una tarima de madera circular en el centro. Nos aproximamos a ella y subimos.

-¿Sabes qué es esto?-. Me dijo y negué con la cabeza. Di una vuelta observando el lugar, no había nada en él parecía un campo de batalla.

-La explanada principal era la antesala de las expediciones-.

-¿Expediciones?

-No sé mucho, porque cuando ocurrían yo era un pequeño y aun formaba parte de los elegidos. Pero después de cada invierno una expedición salía de Galdy comandada por alguno de los generales-.

-¿A dónde iban?

-No sé, pero siempre regresaban menos de los que se iban y cada vez se volvieron más violentas, hasta que los meditadores decidieron suspenderlas. Nuestro planeta es un misterio que los meditadores aún no controlan-.

-¿Y este lugar era el área de entrenamiento?-. Pregunté y Zac asintió con una sonrisa.

-Hasta donde sabemos Galdy es el único lugar que tiene civilización en este planeta… Teegarden B-.

Nos quedamos ahí poco tiempo, debido a que era un lugar aburrido para pasar el día. Me estaba adaptando a Galdy pero conforme pasaba el tiempo encontraba cosas misteriosas y nada de respuestas. Comencé a creer que ya había pasado por esto antes, que el perder la memoria era algo habitual en mí, y si era así, es probable que haya rastro de ello en algún lugar.

Mi general no me conocía, pero los de asistencia médica posiblemente supieran, ya que ellos cuidan de todos desde pequeños. A la hora del almuerzo le comente a Zac que lo vería más adelante, pues había olvidado algo en la cabaña, y a pesar que insistió en acompañarme, logre deshacerme de él.

Cuando llegue al lugar no encontré a nadie por los pabellones, en alguna parte debía de haber registros de todos nosotros, mire a ambos lados y del lado izquierdo había un pasillo que dirigía a una puerta. Caminé en esa dirección en silencio, al parecer no había enfermos que cuidar y nadie estaba en este lugar en día de descanso.

Cuando llegue al final del pasillo empuje la puerta y encontré una pequeña habitación con varias mesas, lejos del centro, que formaban una u en todo el lugar, sobre ellas habían varios libros con hojas amarillas, unas parecían más recientes y otras muy antiguas pero todas tenían un símbolo: dos semicírculos, el del centro más pequeño que el del exterior.

Deje la puerta un poco abierta para que pudiera entrar luz del día y así no necesitara encender vela.

Encontré una carpeta que decía: productores. La abrí y había una hoja con el nombre de cada chico que formaba parte de esta sección, eran tantas que me estaba tomando tiempo incluso encontrar la de Zac. Llegue al final de los registros y no encontré nada, miré alrededor y habían más documentos similares, eran demasiados y ninguno estaba en orden, buscar en este lugar seria tarea imposible.

Estaba a punto de rendirme cuando en una de las mesas cercanas a la puerta divisé una carpeta que tenía por nombre: meditadores. La tome enseguida en mis manos y por un momento sentí que rompía varias reglar al hacerlo, pero la curiosidad me ganó. La primera hoja que encontré era del anciano Carlo, al lado de su nombre había tres estrellas negras, estas parecían haber sido hechas con una especie de sello que deformaba la hoja y le incrustaba color junto con forma.

Conocía ese nombre “Carlo”, era el anciano ciego que me encontré el día de mi llegada, leí más abajo y decía: llegada día 5 del ciclo, al amanecer. Expediente médico: cero.

Cerré de golpe la carpeta pues escuché pasos fuera, me sobresalte y enseguida fui bajo la mesa, por si alguien miraba dentro no me vieran. Los pasos se detuvieron y escuché a dos personas que hablan en murmullos

-No sé, sabes que nunca dan explicaciones pero esa fue la orden.- Reconocí la voz del general cuatro y temí ser descubierta.

-Claro, hay que vigilar a todos en ese caso.- respondió su interlocutor.

-Vamos, creo no hay nadie aquí.- Dijo mi general y para mi sorpresa me descubrí tapando mi boca con la mano y aguantando la respiración.

Espere unos minutos antes de salir del cuarto de archivo, ya me había demorado mucho y Zac debía estar preocupado, salí con cautela y cerré la puerta tras de mí.

Corrí hasta el comedor y no fue necesario entrar, pues Zac estaba parado en la entrada.

-¿Dónde te metiste?-.

-Gracias por esperarme, pero tuve algo qué hacer-. Le respondí, pero Zac estaba enojado y no entendía cuál era el problema.

-No lo tomes personal. -Le dije, pero al parecer eso solo empeoro las cosas.

-Sé que me ocultas cosas y eso está bien, tú tienes tus propios asuntos y respeto tu privacidad pero no me mientas-.

-¿A qué te refieres?-.

-Fui a buscarte a la cabaña y ¡no estabas Tea!-.

-¡Ok cálmate!, fui a los archivos.- le confesé y el enojo de Zac desapareció, pero fue reemplazado por la sorpresa, me tomó el brazo y me llevó frente a la entrada del comedor.

-¿Por qué hiciste eso? Es un lugar prohibido.-dijo en voz baja

No podía decirle porque, aún no estaba lista para contarle toda la verdad, pero sino le respondía no me dejaría en paz o peor aún me delataría, así que opté por una pequeña mentira.

-Fue por pura curiosidad, pero escuche algo.-

Para evitar que siguiera cuestionándome le conté sobre la conversación que había oído del general cuatro, sin embargo a Zac no le pareció importante. Estaba acorralada. Dio unos pasos lejos de mí y temí que fuera en busca del general, pero me dijo: -Te veo luego.- Y caminó en dirección a las cabañas.

Me dejo ahí sola, estuve a punto de gritarle que era un tonto. Pero luego analicé la situación y probablemente lo que hice sí estuvo mal y simplemente no quería admitirlo.

Me pasé el resto del día en el patio central, ahí habían unos columpios, me senté en ellos a mirar todo el lugar, recordaba perfectamente el día de mi llegada y la confusión que sentía. Días después no había avanzado en nada y tampoco sabía quién era, la única persona que me había brindado apoyo estaba enfadada, ¡Era estúpido!.

Todo era absurdo en este planeta, comenzando por sus tontas reglas ¿Cuál era el sentido de vida en este lugar?

Se suponía que esto era un patio de juegos ¿por qué estaba desierto?, los niños en este lugar estaban tan agobiados cumpliendo responsabilidades y perfeccionando un don, que no tenían tiempo de ser libres, nunca había visto a Daniel o cualquier otro reír de alegría o disfrutar su estancia en Galdy, siempre andaban custodiados por el general Gabriel y los elegidos eran peores, luego entonces para que tener un estúpido patio de juegos sino era útil para los pequeños, más bien parecía una burla.

Cuando la noche llegó caminé de vuelta a la cabaña, debía lavarme antes de ir a la cena y posiblemente a Zac se le habría pasado el disgusto. Cuando llegué su cama estaba tendida y no había rastro de él. Me asee, cambie de ropa y fui hasta el comedor.

Nuestra mesa estaba vacía como otras veces y mientras hacía fila para recibir los alimentos miré alrededor en busca de Zac, no importaba si fuera en otra mesa pero quería verlo, sin embargo no lo encontré.

Cené sola esa noche y antes de salir le pregunté a Polo si lo había visto, pero nadie supo de él.

¿Dónde estaría?, su actitud era ridícula y comenzaba a preocuparme. Después de la cena regresé a la cabaña y tampoco estaba. Dejé encendida la vela para esperar que llegará porque tarde o temprano tendría que volver, pues no tenía a donde más ir, o al menos eso creía. Luego de unas horas estaba realmente preocupada, algo debió ocurrirle y si así era debía buscarlo. Cuando salí de la cabaña miré a lo lejos una luz que se acerba lentamente, a lo mejor era Zac que ya se encontraba de vuelta.

-¿Ocurre algo?-. Me preguntó el general Marcos, este era el encargado de dar rondas en esta área. No podía decirle que Zac había desaparecido porque si lo hacía tendría que decir la razón de su desaparición y ello implicaba ponerme la soga al cuello.

-Me pareció oír algo–. Le mentí

-Probablemente sea el viento, aquí no hay nada. Regresa a descansar-.

Asentí y luego cerré la puerta tras de mí. Me recosté en la cama, evitando cerrar los ojos pero fue inútil, estuvimos todo el día fuera y el cuerpo me reclamaba descanso.

La luz de la mañana me despertó, enseguida miré la cama de Zac y lo encontré profundamente dormido, me vestí para el día de trabajo. Supuse que aún estaría enojado así que no le dirigí la palabra, pero en cuanto nos pusimos en camino a la cosecha su actitud cambio; estaba sonriente y platicador, ¡oh! Me sorprendí a mí misma encantada de oír su voz así de alegre, me contaba una anécdota suya, cuando unos chicos que venían de frente atrajeron mi atención, pues pasaron corriendo a nuestro lado y les oí decir:

-¡Algo paso en el lago!-.

-Escuchaste eso Zac- le dije interrumpiendo su historia.

-No- dijo extrañado

-Vamos a ver-.

-Debemos llegar a la cosecha-. Se quejó

Pero era demasiado tarde, yo lo había tomado del brazo y me dirigí al lago. Al llegar tuvimos que abrir paso entre la multitud de pupilos que estaban a orillas del lago y entonces lo vimos, muchas o tal vez miles de libélulas se encontraban sobrevolando el lago, eran tantas que el azul del lago se perdía. Los más pequeños miraban fascinados pero Zac estaba callado, pensativo y serio.

-¡Todos a sus deberes! aquí no hay nada que ver-. Dijo uno de los generales a espaldas nuestras. Todos obedecimos y caminamos en dirección a nuestro lugar de trabajo.

-¿Qué crees que signifique eso?- le pregunté a Zac antes de llegar al campo

-Ni idea-.

Como seguía pensativo opté por no hacer más preguntas, no quería hacerlo enojar de nuevo.

Llevaba varios amaneceres en este lugar, sin contar que dos de ellos me la pasé en asistencia médica, debía buscar respuestas, estaba perdiendo el tiempo cosechando trigo, debía apresurarme o me volvería loca en este cuerpo.

Mire a Zac que se encontraba a unos metros de mí, de espaldas se veía como cualquier chico en Galdy pero en cuanto abría la boca era capaz de divertir a cualquiera, me agradaba demasiado escuchar sus charlas. Casi a medio día decidí que debía ir por respuestas.

-Zac- lo llamé evitando gritar su nombre más de lo necesario.

-Dime-

-Necesito de tu ayuda, tengo que ir en busca de alguien-.

-Estás loco Tea, te pueden castigar si te pillan- me advirtió

-Lo sé, por eso necesito tu ayuda-

-¿Y qué se supone que debo hacer?- preguntó irónicamente.

-Debemos crear una distracción, lo suficiente como para que el general cuatro se olvide de sus hombres- le dije.

-Eso nunca pasará, él es más listo que cualquiera de nosotros- me advirtió

-Ooh vamos, te crees inferior a él- Lo reté

-No se trata de eso pero… ¡está bien!, te ayudare- dijo con resignación.

-Ahora a pensar que haremos-

-Pensé que ya tenías un plan- se quejó

-No, por eso te pedí ayuda- confesé

-Este plan está destinado a fracasar.

Tenía que pensar en algo y rápido porque no podía seguir perdiendo el tiempo, necesitaba una distracción tan buena como para que el general se olvidara de todos los demás, algo así como el incendio… ¡algo! Entonces se me ocurrió.

-Zac, qué pasa cuando alguien se accidenta-.

-Pues no solemos tener accidentes, todos cuidan de su sombra y dime… quién se lastima con esto- levantó al aire la segadera.

-Exacto, ¿Zac confías en mí?

-Claro- dijo con miedo

-Pues te acabas de ganar un pase directo a asistencia médica.- Acto seguido le pegué en la cabeza con el mango de mi segadera, no tan fuerte, pero si lo suficiente como para que Zac gritará.

Para hacer más dramático el golpe, me corte la palma de la mano y le manche la camisa. Cuando los compañeros más cercanos se aproximaron y llamaron al general ví mi oportunidad. Entre la multitud le guiñé el ojo a Zac, quien se encontraba en el piso fingiendo desmayarse.

La mano me ardía pero seguí corriendo en dirección al recinto de los meditadores, al cruzar por el lago las libélulas se habían ido y luego ví a alguien sentado a orillas del lago. Me detuve y miré con atención, pues me era conocido… ¡era Daniel! estaba sentado mirando el horizonte, me aproximé en silencio y me senté a su lado.

Él no pareció percibir mi presencia, estaba a punto de hablarle cuando él decidió hacerlo primero.

-¿Qué harás cuando encuentres al anciano Carlo?-.

-¿Cómo sabes que iba a verlo?-Espeté

-Por la prisa que llevabas y por el interés que antes presentaste en los meditadores-.

-Eres muy listo- y luego recordé que Zac me había dicho que Daniel era como los meditadores.

-El anciano Carlo no responderá ninguna de tus preguntas-.

-Seré más insistente esta vez-. dijé alegremente

-Eso no funciona así, conforme somos más viejos nos volvemos extrovertidos y nos concentramos más en este don, lo cual implica que no se puede llegar a nosotros de la forma convencional-.

-No deberías estar en estudio o algo similar-.

Me disgustó que Daniel dudara de mí y mi capacidad para conseguir lo que me proponía, si de algo estaba segura era de mi determinación por las cosas.

-A los elegidos se nos permite ser más libres, he estado aquí desde que las libélulas llegaron y se fueron-.

-¿Qué crees que les haya pasado?- pregunté

-No es lo qué les pase, es lo que intentan decirnos- me explicó

-¿Qué?- dije sarcásticamente, ya me estaban molestando las cosas sin sentido que decía, porque no me decía las cosas como son y ya.

-Debes irte, alguien viene. ¡No vuelvas por donde llegaste!, rodea el lago-.

Me levante y luego me dirigí hacia el bosque rodeando el lago, casi en contra de mi voluntad porque yo no había visto a nadie venir, pero para evitar problemas decidí hacerle caso a Daniel.

A mitad del camino sentí que alguien me observaba desde el bosque, pensé que era algún animal que se había acercado a beber agua al lago, pero luego percibí que aquello llevaba una capucha negra en la cabeza, apenas dí un paso en su dirección, él o ella comenzó a correr a toda prisa internándose más en el bosque.

Lo seguí, sorprendiéndome de lo rápido y ágil que era mi cuerpo de hombre, sin embargo mi presa corría aún más rápido, tanto que apenas podía seguirle el paso.

Conforme iba internándome en el bosque este se hacía más obscuro, de pronto fue como si alguien me jalara los pies porque caí de golpe sobre hojas secas y algo duro impacto mi pierna logrando lastimarme.

Miré alrededor y no sabía por dónde había venido, la caída me había desorientado.

La pierna dolía, los pantalones estabas rasgados y llenos de sangre, la herida era grande y algo profunda; sentí escalofríos.

Presioné la herida con la mano para evitar el sangrado pero fue inútil, traté de tranquilizarme pues el ardor y dolor me estaba causando nauseas. ¿Ahora como regresaría? rompí una parte de mi camisa y me vende la pierna, hice un esfuerzo arrastrándome al árbol más cercano y logré apoyarme en él para levantarme, podía caminar pero el dolor en la pierna me hacía difícil concentrarme en esa tarea.

Observé el lugar donde me había caído y traté de identificar la ruta de donde venía sin tener éxito, había caído sobre una piedra muy filosa que logró cortarme la pierna. Comencé a caminar de vuelta por la dirección que me pareció más pertinente, estaba ya muy lejos de la orilla que todo parecía completamente igual y después de casi media hora de caminar sentí la boca completamente seca.

Estaba agotada y mi pierna seguía sangrando, no podía quedarme aquí, nadie sabía dónde estaba ni a Zac le había dicho. Me senté junto a un árbol y cerré los ojos por un minuto, estaba exhausta y la herida en la pierna lo complicaba todo.

Cuando abrí los ojos el bosque había quedado obscuro, pero frente a mi miré algo de luz, debía estar cerca, hice un esfuerzo por levantarme pero la sed, el dolor y posiblemente la sangre que había perdido me causaron mareo de nuevo.

Camine cerca de 10 metros, deseando estar en lo correcto, no importaba si moría en el lago pero al menos alguien me encontraría. Logré llegar hasta el final, y luego me dejé llevar por el cansancio.

-“Teeaaa, Teeeaaaa”, una voz lejana me llamaba, aclaré la vista y me percate que estaba en medio del lago. Estaba en un bote, una libélula apareció volando cerca de mí y luego otra y otra, estaba rodeada de ellas.

-“Teeeeaaaaa”- la voz volvió a llamar, era tan hipnotizante, estaba soñando era claro, porque la pierna no me dolía, incluso mi mano estaba sin ningún rasguño.

–“Teeeaaa, debes apresurarte, ellos te necesitan”- me dijo la voz y entonces reconocí que era de una mujer, sonaba dulce y tranquilizante.

– ¿Quién eres?- demande saber pero no había nadie a mi alrededor solo estaban las miles de libélulas volando sobre el lago.

-¡TEA!, ¿estás bien?-

Esa voz, la conocía… era la de Daniel, hice un esfuerzo por abrir los ojos; me negaba a morir.

Logré regresar, divisé a Daniel y Zac, estaban a mi lado.

-¡Lo encontramos!- gritó Zac.

-¿Estas bien?- me preguntó, parecía muy preocupado.

-Solo un poco débil-

-No te muevas, pronto estarás mejor- dijo.

Sentí que todo daba vueltas, estaba muy débil, cerré los ojos un momento.

– ¡No Tea!, quédate con nosotros- escuche decir a Zac pero no podía permanecer despierta los parpados me pesaban y el viento me invitaba a permanecer dormida.

CAPITULO 4

Sueños

Estaba en el bosque, todo era obscuro y la neblina me rodeaba.

Una sombra negra con capucha apareció ante mí, igual a la del bosque. Estaba descalza porque podía sentir las hojas húmedas bajo mis pies, camine sin dificultad hacia la sombra, cuando estuve cerca casi a tres metros, me detuve. Sentí miedo a lo desconocido.

Debes tener cuidado mi niña, tu misión en esta realidad no la comparten todos los que te rodean– su voz era dulce y tranquila, eso me dio confianza.

-¿Quién eres?- dijé tranquilamente para no asustarla

-Eso no importa ahora, lo sabrás a su debido tiempo, así como debes descubrir quién eres-. Luego, todo de desvaneció.

Escuché voces a lo lejos pero solo reconocí una dentro de tanto murmullo, era mi general, pero no lograba escuchar con claridad que decía. Minutos después el ruido ceso, intente abrir los ojos pero no podía, intente mover los labios pero tampoco tuve éxito. Me sentía tan agotada, frágil, sola; el dolor en la pierna había disminuido pero había aparecido uno nuevo en la cabeza y de nuevo me deje llevar por los sueños.

-En el campo me preguntaste si confiaba en ti, y dije que sí, nunca pensé que algo te pasaría, nunca debí hacerte caso pero… ¡oh rayos!, eres muy persuasivo-

Era Zac, ¡ooh Zac! todo era mi culpa y tenía que decirle, él no podía estar culpándose así, se escuchaba tan afligido, sentí su aroma cerca y me embriagaba toda.

-Lo siento mucho Tea, debí detenerte o al menos ir contigo, es lo que hace una verdadera sombra. ¡No merezco a nadie!-.

No podía dejar que Zac siguiera culpándose, todo era mi culpa, yo decidí darle un golpe en la cabeza y luego lo dejé cargar con la excusa solo, Zac el único que me había ayudado en todo este tiempo. Intente abrir los ojos una vez más y lo ví, estaba apoyado sobre mi cama con el rostro pegado a ella, su cabello castaño lucia desaliñado había otro caballito de madera en el banco, posiblemente otro obsequio de Daniel; levante la mano y acaricie su cabello, era tan suave.

-Hola- dijo sonriendo y secándose una lagrima que había rodado por su mejilla.

-A Daniel le gustan los caballos – bromee

– ¿Cómo te sientes?-

-Aún me duele un poco la pierna y me siento fatigada-

– Fatigado querrás decir, eso es porque perdiste mucha sangre, tuvieron que cocerte- hizo una mueca y señalo con la mirada mi pierna- ¿qué ha pasado contigo?-.

-Larga historia, ¿tú cómo estás?-.

-No tan mal como tú, a pesar del golpe en la cabeza- dijo en tono sarcástico

-¿Cómo me encontraron?.

-Fue Daniel-. Dijo sonriendo

-Tengo que irme, el horario de vistitas termina pronto.

-¿En serio debes irte? Acabo de despertar-. Me quejé

-Lo sé, pero he pasado varios días aquí. No me permitieron más.- se despidió con un choque de puños y luego desapareció por el pabellón.

Me sentía tan culpable por lo que había pasado, me había perdido en el bosque por tonta, estaba pensando únicamente en mí, estaba actuando con desesperación porque no tenía memoria de quien era y cómo había llegado aquí, me estaba preocupando por obtener respuesta que estaba olvidando a las personas que tenía cerca, como Zac. Mi actitud era egoísta.

Quién me aseguraba que obteniendo todas las respuestas a mis dudas, mi memoria regresaría ¿acaso eso ayudaría en algo?, no lo sabría… pero lo que si sabía… es que ya no debía jugarle a la valiente o al menos debía contarle todo a Zac, así él me comprendería.

Ya no estaría sola, seriamos los dos.

No sabía si Zac me creería, esperaba que no me tomara por loca y más cuando le diga que soy mujer o al menos así me sentía, tal vez eso no debía decirle, pues sería mucho, pero definitivamente tengo que contarle lo que vi en el bosque y de mis sueños.

El tiempo que pasé en estancia médica, fueron sin importancia, Zac venia todos los días poco antes del atardecer a visitarme y contarme cosas vánales del día a día en este lugar, yo por supuesto dejaba que se expresé y decidí que mientras estuviera aquí no le contaría nada, porque pensaría que seguía mal por el accidente.

Daniel solo fue de visita 1 día y ya no volvió más.

Una noche antes que me dieran de alta, vi una sombra cerca de mi pabellón, como ya podía moverme, la seguí. Era el mismo hombre con el pie herido que habíamos visto Zac y yo salir del dormitorio de los pupilos, tenía una capa blanca y cubría su cabeza con ella, caminaba hacia la puerta con dificultad y sospeché que estaba espiando. Lo seguí sigilosamente escondiéndome por los pabellones vacíos de vez en cuando.

Cuando salió de la estancia corrí, al abrir la puerta ya no lo encontré. Todo estaba obscuro y el hombre no llevaba linterna así que no pude seguirle el rastro, se perdió entre la obscuridad de la noche.

La pierna y la cabeza ya no me dolían, me sentía mucho mejor que hace cinco atardeceres. Zac fue a la salida y me acompañó hasta nuestra cabaña, me informó que debía guardar reposo dos días más, por orden de nuestro general, la idea me pareció muy mala, porque eso implicaba que tendría mucho tiempo para pensar en todas las incógnitas que me rodeaban y eso me alejaba de mi nuevo objetivo: no causarle problemas a Zac.

Mi primer día de reposo esperé que Zac fuera hacer sus labores, me vestí y caminé al lago, pasé ahí todo el día pensando en las cosas que me habían sucedido desde que llegue a Galdy: el anciano Carlo que no pude volver a ver, la revelación del meditador que murió en el comedor y como nos ocultaron la verdad, las libélulas, el bosque y luego mis sueños.

Todo me daba vueltas en la cabeza y no podía entender nada, todo lo fui anotando en mi diario por si la memoria me fallaba de nuevo, me encontraba perdida pero no estaba sola, sin embargo me sentía así. Por qué los sentimientos siempre tienen que ser más fuertes que la razón.

El segundo día de reposo decidí ir al centro de estudio donde todos los pupilos deben estar, quería ver a Daniel, no para hacerle preguntas sino porque estaba extrañada que no hubiera regresado a verme, lo consideraba un amigo. Me quedé ahí por más de medio día, los niños iban y venían pero ninguno era Daniel. Cuando calculé que Zac estaría por volver de sus labores, regresé a la cabaña. Estaba decepcionada y confundida.

Pasé el resto del ciclo tratando de no meterme en problemas, intentando olvidar las incógnitas en mi cabeza, esas que no me dejaban dormir. Cada noche, desde que decidí no causarle problemas a Zac, había tenido el sueño del bote, de la mujer que me hablaba y me decía: –“Tea, debes apresurarte, ellos te necesitan”-. Siempre en el mismo escenario, cada noche, de verdad era abrumador.

Una mañana fresca, Zac me despertó muy emocionado, estaba parado frente a mí y sostenía una carta en la mano, me la acercó y leí:

En atención a: Zacarías y Dorotea

Se les informa que durante el último atardecer de verano se llevará a cabo la alianza para formalizar su relación SOMBRA PAR. Deberán vestir el atuendo asignado para dicha ceremonia y presentar una ofrenda a la fuerza de vida.

Atentamente: General cuatro.

-¿A qué se refieren con “una ofrenda”?- pregunté

-Es parte de la ceremonia, como equipo debemos presentar una ofrenda en agradecimiento a la fuerza de vida de la cual venimos todos, la ceremonia se hace en el lago.

-Zac, hay algo que quiero contarte antes que la alianza ocurra- en cuanto le dije quedo serio, debió pensar que estaba arrepintiéndome, pero la realidad es que quería ser sincera con él –El día que me perdí en el bosque, vi algo allí-.

-¿A qué te refieres con qué viste algo?- dijo extrañado

-No lo sé muy bien, no le vi la cara, pero era una persona- trate de expresarme mejor.

Zac no dijo nada, camino en círculos por la habitación mirando al suelo y hablando para sí mismo, al cabo de unos minutos me había inquietado la situación.

-¿Qué pasa Zac?, ¡explícame!- exigí saber. Él se sentó en medio de la habitación con las piernas cruzadas y los ojos cerrados.

–Es probable que lo que hayas visto en el bosque sea real-. Me quede sorprendida, estaba contenta que Zac me creyera pero muy en el fondo quería que alguien me dijera que eso no era real, porque la sola idea de pensar que había algo en el bosque era de locos y desde que llegué aquí nada tenía sentido.

Me senté a lado de Zac imitando su postura, traté de recordar ese día en el bosque para poder darle más detalles pero era inútil y como después del accidente estuve varios días en cuidados médicos no pude anotar nada en el diario. Luego de unos minutos Zac se levantó y comenzó a vestirse para el día de trabajo, hice lo mismo en silencio, al salir de la cabaña me dijo: -Es hora que conozcas a una persona especial para mí, él podrá decirnos más acerca de lo que viste en el bosque.

-Pero… ¿y nuestros deberes?- dije

-Ya suenas como yo, anda vamos-.

Nos dirigimos a la cabaña de alado, Zac tocó la puerta dos veces y un chico de cabellos negros y tez morena, que había visto antes en el campo de trigo, apareció por el umbral.

-Buen día chicos- dijo animadamente

-Hola Flavio, podrías darle esta nota al general cuatro- Zac le dío el sobre que me había mostrado esta mañana, Flavio asintió con alegría y luego se despidió.

Nos dirigimos hacia el comedor, pero antes de entrar, Zac me tomó del brazo y me indicó que lo siguiera. Caminamos por un pasillo lateral al comedor hasta llegar detrás. Ahí había una puerta de color marrón y al parecer por el ruido que provenía de dentro debíamos estar fuera de la cocina.

Zac entre abrió la puerta y silbo, luego me miró y guiño el ojo.

Un chico más alto y delgado que nosotros salió, tenía el cabello chino y muchas pecas en la cara, llevaba un delantal atado por la cintura y las manos llenas de harina.

-¡Hey!, qué onda Zac, ¿qué te trae por aquí?- dijo alegremente limpiándose las manos en el delantal

-Él es Tea, Tea… él es Abraham-. Nos presentó, yo le sonreí porque no sabía que más hacer.

–Tea tuvo hace unos días un accidente en el bosque, pero eso no es todo, él me dijo que vio una presencia allí-. Abraham me miró fijamente, como si mirara un bicho raro y luego miro a Zac.

-Les veo hoy en la noche en el lago, zona norte-.Dijo en voz baja y luego entró a la cocina.

Después nos dirigimos al comedor, y como siempre nuestra mesa estaba libre, tomé un poco de pan tostado y mermelada. Esperé a que Zac iniciara la plática, porque desde que le dije esta mañana lo del bosque su actitud habitual había cambiado, estaba muy pensativo y no me dirigía la palabra al menos que fuera necesario. Terminé de comer y la duda me estaba matando.

-Creí que no tenías amigos-. Dije para iniciar la plática. Pero en el fondo quería saber que tan cercanos eran Zac y Abraham, es probable que el día que desapareció estuviera con él.

-No tenía sombra, que es diferente, pero no todos los chicos de aquí son malos.- dijo y luego continúo comiendo.

-¿Qué decía la nota que le dejaste a Flavio?-

-Es la respuesta al informe de nuestra alianza, suelen otorgarnos tres o cuatro días para planear la ofrenda o solicitar nuestro atuendo para el evento, pero en este caso utilizaremos ese privilegio para otras cosas.

Después del desayuno nos dirigimos al taller, al llegar Zac habló con el general Mario quien era el encargado del lugar, lo conocía porque siempre andaba con mi general y parecía él más amable de todos, siempre sonriendo y asintiendo ante cualquier situación; era un hombre alto de músculos no tan grandes como el general cuatro pero si atractivo, tenía la nuca rapada, unos labios grandes en el rostro y ojos café obscuro.

Zac le comentó que necesitaba un atuendo para la ceremonia de alianza y nos indicó con señas hacia dónde ir, porque el ruido de los compañeros y las maquinas no daban lugar a entablar conversación.

Cuando llegamos al final encontramos una puerta en la cual Zac entró sin tocar y yo tras él.

Era una habitación pequeña, en comparación con el taller, del ancho de diez metros. Había una vela encendida en la mesa del fondo y pude notar varias telas esparcidas por la habitación pero no pude ver a nadie.

-¿Tony? Estas aquí-. Zac llamó

-Adelante, en un momento estoy contigo-. Y luego note que la voz venia del fondo, un hombre estaba acostado bajo la mesa, las telas que había sobre ella no lo hacían visible. Tony salió de su escondite, media como metro sesenta centímetros y traía el cabello castaño hasta los hombros, vestía pantalones y camisa de manga corta de color blanco. Al incorporarse dio algunos pasos para estar cerca de nosotros y luego hizo una reverencia al mismo tiempo que dijo: -Bienvenidos chicos, ¿en qué puedo ayudarlos?

-Necesitamos un atuendo para la ceremonia de alianza que será el último atardecer de verano-. Explicó Zac detenidamente.

Tony me miró de pies a cabeza analizando mi fisonomía, con una seña me indicó que diera vuelta y lo hice lentamente. Después caminó hacia la mesa del centro tomo una hoja e hizo algunas anotaciones.

-¿Algún detalle en especial que guste?- nos preguntó mientras hacia sus anotaciones.

-Podemos elegir que le coloque algún dibujo en las mangas o el frente del traje que nos represente, ¿te gustaría algo?-.

Esto era importante para Zac y también lo era para mí, pues de ahora en adelante él sería la persona más cercana a la palabra familia. Me acerqué a Tony y le indiqué los detalles que deseaba del atuendo: -quiero que sea sorpresa. Le dije y el asintió sin decir nada más.

-¿Qué es lo que pediste?-. Preguntó Zac en cuanto salimos del taller

-Es sorpresa- y le guiñe el ojo.

-Muy bien señor sorpresas ahora propongo que vayamos al lago, hay cosas que debes saber-. Dijo alegremente.

Cuando llegamos al lago nos sentamos a las orillas, se veía tan lindo como otros días, azul como el único color que me daba tranquilidad en este lugar.

-El día de la ceremonia, todos visten de blanco excepto nosotros quienes portamos trajes azules. Abordamos unas balsas que nos llevaran hasta el centro del lago en donde se hace la ceremonia. El meditador que hará nuestra alianza es elegido un día antes y no lo conocemos hasta la ceremonia, al inicio nos preguntaran si alguno desea arrepentirse pero después de responder él se toma su tiempo para analizar en nuestra mente algún rastro de duda, es por ello que debes estar muy seguro de este paso.

En este punto Zac se detuvo y me miró fijamente a los ojos, era evidente que esperaba una respuesta de mi parte, pero la realidad de las cosas era que él no confiaba al cien por ciento en mi o al menos yo no le había dado suficientes razones para que él lo hiciera.

-No tengo idea de cómo llegue a este lugar, lo único que sé es que un día me aparecí en su patio central y no reconocía nada, no sabía mi nombre y aún no sé quién soy, el único que me extendió la mano y que no miró hacia otro lado fuiste tú, eres lo más cercano que tengo a lo que podría llamarse familia.

Zac sonrió y cruzo el brazo sobre mi hombro, no pude evitarlo y complete el abrazo. Nunca había estado tan cerca de Zac, podía escuchar el latido de su corazón, deseé quedarme así todo el día.

-Pero miren que tenemos aquí chicos- oí una voz que grito detrás de nosotros, miré y venia un grupo de chicos hacia nosotros.

-¡Oh no!, problemas-. Zac se lamentó

El chico de en medio era alto, de cabello rubio obscuro, tenía una camisa sin mangas y pude notar que sus bíceps y tríceps estaban en forma, a su derecha estaba el más alto del grupo; su cabello era negro, lacio y corto, de tez obscura y sus labios eran carnosos. A la izquierda venia un chico gordo, de cabellos rubios y ondulados, caminaba con dificultad y noté que tenía una limitante motriz, pues se apoyaba más del pie izquierdo al andar, a su lado venia un chico de estatura similar a la de Zac entre 170 o 175 centímetros, traía las manos dentro de las bolsas del pantalón y miraba fijamente a Zac, pude notar en sus ojos algo de vergüenza.

-No deberían estar haciendo sus deberes- dijo agresivamente Zac en cuanto estuvieron lo suficientemente cerca.

-¿Y eso a ti que te importa?- respondió el chico de cabello rubio obscuro

-Dejamos en paz- exigió Zac y todos rieron al mismo tiempo.

-Escucha Zacarías, espero que esta vez no estés jugando con la alianza y no estés obligando a nadie a ser tu sombra- advirtió y miró a su compañero que seguía con las manos dentro el pantalón y todos los demás volvieron a reír.

–¡Vámonos chicos!-. Les ordenó y luego se marcharon tal y como llegaron.

Zac se quedó mirándolos fijamente y noté que tenía los puños cerrados, evidentemente se había estado conteniendo para no lanzar un puñetazo.

-¿Quiénes eran?-.

-El líder se llama Alán, es muy persuasivo, grosero y altanero, se cree el más inteligente porque es el único que ha logrado una alianza de cuatro, el más alto es Tito por su fisonomía nadie se atreve a partirle la cara al bocón de Alán o cualquiera de los cuatro. El gordo es Marcos y por último esta… (Zac suspiró) Alejandro, él iba ser mi sombra.

¿Qué? eso me tomó por sorpresa, no me lo esperaba y hasta puedo decir que sentí celos. Eso explica por qué miraba tan fijamente a Zac y porque Alán lo miro cuando mencionó la alianza.

-Lo siento-. Dije

-No te preocupes. Después que eso ocurrió Alán se robó a Alejandro y me han molestado cada que pueden. Alejandro no es malo pero la influencia de Alán es muy fuerte.

-¿Y qué paso entre tú y él?- quise saber

-No quiero hablar de ello. Ahora debemos pensar en nuestra ofrenda.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS