Duelo de puñales

Huesito jugaba con una mariposa entre sus manos, sin matarla la aprisionaba entre sus dedos

-Con una mariposa es muy fácil verdad ratatouille?

-Cállate viejo

-Pero las ratas no son para cualquiera dijo entre risas el viejo

El Chiquito nunca iba a salir de ahí, sobre él pesaba el peor de los castigos, ese grado de impunidad sumado al miedo que imponía, no por ser grande o buen luchador sino loco (no lo aceptaban en el Vilardebó dada su peligrosidad) le concedía algunas licencias, como obligar a sus compañeros a comer caca, palomas, sapos o ratas como lo había hecho con Huesito hace unos días

Huesito seguía en su cama, pensando su venganza, tenía un secreto, sabía que si mataba al rufián conquistaría el dominio de la prisión, y así salvar su honor, dado el caso era mandar o morir.

El comedor estaba lleno, todos gritaban, parecía un estadio, Huesito esperó en la entrada hasta que llegó su víctima, cuando este se sentó fue en su búsqueda creyendo que estaba distraído.

Comete ésta hijo de pu se escuchó como decía Huesito, mientras se abalanzaba sobre el Chiquito

No pudo terminar de decir puta porque le ganaron de mano y el otro le clavó su pancha en el estómago.

El Chiquito miró fijo la cara del inmolado, sonrió, los ojos del occiso se impregnaron con la fiebre de la muerte. Apenas movió su mano derecha saltó un chorro de sangre que lo manchó, tuvo una erección, lanzó una carcajada y miró todo su alrededor

Todos miraban mudos, hasta que el viejo dijo

-Otro incauto, parecía valiente

– ¿A todos estos les enseño o no es enseño nada viejo?

El viejo pensó y no dijo nada.

El verdugo miró el cadáver que recién había dejado de moverse y gemir, rascó su pancha contra el piso y empezó a desollar al muerto, se escuchó un murmullo, luego siguió desmembrándolo, algunos vomitaban, otros decían que ya pare, fue justo en ese momento que los volvió a mirar

-Esto es para que aprendan

Cuando llegaron los guardias, el chiquito los esperaba sentado con la espalda contra la pared, con todos los pedazos a su alrededor y comiendo el corazón, cuando los vio les ofreció un poco, los guardias también como algunos presos vomitaron y se cubrían los ojos, el viejo se fumaba un porro en su camastro

-Por lo menos acá no salpicó dijo riendo

-Valiente, el muchacho, pero nada más, dijo el Chiquito

– ¿Quién va a limpiar este desastre? Dijo alguien

Nadie se atrevió a decir más nada.

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