Esa sonrisa que me mata, esa mirada tuya que me envuelve en un mar infinito.

Tu cuerpo me llama, tus ojos me hablan, tus caricias me atrapan, toda tú me enganchas.

Y no puedo controlarme estando tan cerca, muy cerca de mí.

Acariciándote el pelo, tu olor me conduce hasta tu parte más íntima que quiere salir, pero se controla, te das la vuelta y solo pretendes esconderte entre los rizos de mi cabello, entre los huevos que quedan para que te refugies dentro de ellos, cerca de mi cuello, cerca de tu rincón marcado con tu nombre a fuego.

Se para el tiempo, y yo no quiero que acabe nunca este momento.

Coincidimos en miradas cómplices, distraídas, profundas hablando sin decir ni una sola palabra.

¡Que se pare el tiempo!

Nuestros cuerpos deseosos de hacer una fiesta en medio de la pandemia para alumbrar las noches lúgubres que se vislumbras por encima de tu ventana, con la mirada de la pasión escondida en medio de tu salón… esperándonos en el sofá, en cualquier rincón.

Tu cama, tus sabanas, tus medias tintas a la hora de despertar por la mañana me envuelven y no me dejan salir de la jaula, no quiero, estoy drogada.

Y ahora, ¿Y ahora qué?

Adicta a ti.

© Ana Rodríguez  

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