Prólogo
Cuenta la leyenda que hace muchos años, más de los que puedo recordar, el mundo era un lugar muy distinto a lo que conocemos actualmente. Las criaturas mágicas no solo existían en historias escritas en papel, ellos compartían con los humanos día a día, en las calles, mercados, y en cada plaza de cada país. Hadas, hechiceros, vampiros, duendes, hombres lobos y un sinfín de criaturas más coexistían pacíficamente con los humanos. “Nunca debes olvidar las reglas” decía cada madre de cada ser vivo. La regla más importante por sobre todas: “ninguna especie dañaría a otra, sea cual sea el motivo.”
Cada raza contaba con su propio líder, los cuales obtenían su cargo de generación en generación. Los miembros de las familias más prestigiosas, tenían este privilegio. Las razas más importantes contaban con su propio líder, siendo los Arrubal, la familia líder del clan de los hombres lobo; los Iturat lideraban a las hadas; los Traid a los hechiceros; los Nicolete a los vampiros y finalmente la familia Riaza lideraban a los humanos.
Una fría mañana de otoño, Emer, brazo derecho del rey Riaza, se adentró al bosque de las hadas en busca del líder de aquella casta, pero en vez de reunirse con Sir Iturat, encontró aquello que provocaría el fin de la paz entre el mundo humano y el mágico, la ley más importante habría sido quebrantada. Al interior del bosque de las hadas yacía un cuerpo descorazonado de una joven muchacha. Alarmado, Emer corrió a toda velocidad en dirección de aquel cadáver y a tan solo dos metros de distancia freno de golpe dejándose caer de rodillas al suelo. Aquella muchacha no era cualquiera, sino que era Taika Riaza, princesa de la raza humana.
Se decía que su corazón era el más puro y mágico de todos, que a pesar de pertenecer a un humano, contenía más magia que cualquier hada o hechicero de la tierra. Cualquiera podía ser el asesino, todos tenían motivos para querer ese corazón en sus manos. Los humanos ya no se sentían seguros viviendo en desventaja frente a seres mágicos, por lo tanto la Raina Calli contactó a la hechicera más poderosa para que realizara un hechizo que jamás se había ni si quiera pensado en hacer: separar el mundo actual en dos reinos: uno mágico y uno humano. De tal manera que estas especies jamás vuelvan a mezclarse.
Después de varios intentos, la hechicera logró dar con el conjuro que creyó perfecto, pero en realidad no todo lo que uno cree se hace realidad
Capítulo 1
Aretha Franklin de fondo. El sol se escondía a través de las ventanas dejando un recorrido en tonos magenta. Los chirridos se hacían notar cada vez que el tren se detenía en las estaciones. Los relojes marcaban las seis menos un cuarto, la hora donde todos salen de sus trabajos. Masas de personas con rostros grises y desfigurados con la vista en sus celulares llenaban el tren, dejando poco espacio para respirar.
Quedando cinco minutos para llegar a mi parada, un señor mayor se levanta de su asiento a toda velocidad. Miraba su reloj cada veinte segundos. Con sus ojos arrugados recorría a todo el pasaje, en busca de algo. Fue fácil evidenciar que llevaba prisa. En cuanto llegó a mi lado, esperando que el tren parara, pude notar que me ganaba por una cabeza y llevaba bajo su brazo izquierdo la edición de hoy del periódico local. Vestía con un abrigo color café, que por poco llegaba al suelo, y que a la vez combinaba con su sofisticado sombrero. No pude evitar pensar que algo en él me parecía misterioso, pero aun no podía descifrar que era. A simple vista nada estaba fuera de lo común. Lo mire con más atención, pero aun así no pude descifrarlo.
Cuando los altavoces anunciaban la proximidad de la estación, lo descubrí. Las orejas de aquel señor no eran normales, estas eran puntiagudas. Como si fuese directo a una escena del señor de los anillos ¿Sera posible?
Las puertas se abrieron y la versión anciana de “legolas” fue el primero en salir a toda prisa, dejándome atrás con una tremenda incertidumbre. Intente alcanzarlo, pero fue imposible, había desaparecido entre medio de la multitud.
Intente buscar una explicación lógica: se estaba oscureciendo y posiblemente sea la tela del sombrero que se le asemejaba o el mismo cabello blanco el que le daba la terminación puntiaguda a sus orejas.
Esto fue suficiente para mí, sin tomarle mayor importancia seguí mi camino. Mire por última vez a la dirección donde aquel señor se había marchado. Espere mi turno para pasar la tarjeta por el sensor y salí de la estación con rumbo hacia mi siguiente destino.
Para mí el que hacer en las vacaciones siempre ha sido una gran incógnita, normalmente me quedo en casa viendo las marcas de zapatos en el techo de mi habitación. Preguntándome siempre lo mismo: ¿Cómo llegaron esas huellas hasta allá arriba? Luego de pensar un rato, recuerdo que el cuarto pertenecía a mi hermano mayor Kevin y dejo la interrogante, de él ya nada me sorprende.
Si de fastidiosos habláramos, él se llevaría el primer puesto. Pero no lo culpo, mi padre siempre lo mimó mucho. Desde que falleció Lucas, mi hermano mellizo, papá lleno ese vacío consintiendo a Kevin en todo. El siempre quiso tener hijos varones, a veces pienso que hubiera preferido que Lucas siguiera vivo y yo bajo tierra. Quizás por eso siempre fui la preferida del abuelo.
Kevin al marcharse de casa me dejó su habitación, así que ahora tengo el segundo cuarto más grande de toda la casa.
El día de hoy fue distinto a la cotidianidad de mis días, mi única y mejor amiga Maya la noche anterior me comento que en la playa cercana a su casa, se encontraba varada una familia de ballenas. Debido a mi fanatismo por los animales marinos, no lo pensé ni un segundo y me encamine temprano a presenciar su maravilloso espectáculo. Hace ya mucho tiempo que no veía a estas criaturas maravillosas tan de cerca. Desde mi posición se podía notar como el agua caía por su gruesa piel. Su canto hacía que mi piel se erizara, sentía como cada pequeño musculo bajo la piel se contraía y mis vellos se levantaban. La brisa marina revoloteaba mi cabello a la vez que purificaba mis pulmones. Mi sueño algún día es hacerme una casa a los pies del mar, donde me despierte con el sol haciendo pequeños destellos plateados en el agua pura y me duerma viendo como la noche esconde de nuestra vista el mar y como se hace ese camino infinito de luz hacia la luna.
Estuve todo el día sentada en las rocas, mientras dibujaba a la familia marina y capturaba fotos en el momento exacto mientras ellas expulsaban el agua. Una de las fotos que más me gusto fue la que capture justo antes de irme de la playa. El sol ya se escondía, por lo que el cielo se estaba tornando de colores maravillosos. Malu, como llame a la ballena más grande, levanto su aleta como si esperara que le sacara esa foto con el fondo del cielo lila. Es una foto digna para aparecer en National Geographic.
Me considero un poco a la antigua, no soy mucho de guardar las fotos en un disco duro o en la galería de mi celular, prefiero tenerlas en físico y guardarlas en mi caja de los recuerdos o pegarlas en mi pieza para verlas todos los días. Mientras me dirigía a mi casa, me desvié unas cuantas cuadras para pasar al único lugar que quedaba en pie en esta ciudad donde revelaran fotografías. Me detuve mientras miraba el cartel de la entrada con letras gastadas, viejas y polvorientas. “Donde Douglas” decía a penas. Sin poder evitarlo, mi corazón dio un vuelco, cada vez que venía a este lugar recordaba a mi abuelo y a todas esas tardes que pasábamos a revelar las fotografías que sacábamos en el día.
Al entrar, el ya anciano Douglas me saludo muy contento, hace mucho que no venía a este lugar, desde que murió mi abuelo si mal no recuerdo. Entre un poco nerviosa y angustiada. Pase las manos por mis pantalones para sacar el sudor y mire a mi alrededor, todo estaba exactamente igual desde la última vez. Como desearía que estuvieras acá, dije para mis adentros. No hay día que no despierte con ese característico dolor en el pecho y ese vacío que se siente cuando pierdes a alguien. Dicen que el tiempo lo cura todo, pero no creo que este sea mi caso, cada día que pasa siento que más falta me hace. No he hablado de él en mucho tiempo, supongo que mis padres creen que ya lo supere pero no es cierto, de hecho es todo lo contrario. No hablo de él, porque sé que cuando lo haga no voy a poder parar de llorar, así que si, prefiero dejar sus recuerdos guardados con llave y no pronunciar su nombre en voz alta.
En cuanto tuve las fotografías en la mano, recordé unas de las últimas palabras que me dijo mi abuelo: “recuerda siempre que eres especial, mi marinera. Nunca dejes que nadie te pisotee. Eres mucho más que cualquiera de este mundo, harás grandes cosas en tu vida. No lo olvides” Suspiré y guarde las fotografías en mi bolso, me despedí de Douglas y salí a la fría tarde de un día de otoño.
Con la mano en los bolsillos y los auriculares en mis orejas, me encamine hacia mi casa. Las ruedas de los autos y sus bulliciosas bocinas resonaban por encima de mi música. Subí aún más el volumen y sonreí, Apologize de OneRepublic me daba la bienvenida. Amo la localidad de mi hogar, pero no cuando voy a pie y está a punto de llover. Mi casa queda bastante lejos del centro de la ciudad, donde no se escuchan los ruidos de la civilización (lo cual agradezco enormemente). Me acomode bien el pañuelo que tenía rodeando el cuello, pero este salió volando hacia dos calles más debajo de donde me encontraba, salí corriendo hacia su dirección, ese pañuelo había pertenecido a mi abuelo, no podía perderlo así como así. El viento fuerte hacia que la dirección del pañuelo cambiara hacia unas calles dentro del centro de la ciudad que no se veía muy concurrido. Apreté bien el bolso hacia mi cuerpo y moví las piernas lo más veloz posible. Justo cuando creí que nunca más volvería a ver ese pañuelo, se quedó enredado en un árbol sin hojas. Lo tomé y tuve que quedarme un rato en cuclillas para retomar el ritmo de mi respiración, había corrido por muchas cuadras, eso sin contar que no soy exactamente alguien deportista.
Una vez más calmada me reincorpore y estaba a punto de marcharme, pero algo llamo mucho mi intención. Frente de mi habían unas ruinas enormes, como si de un castillo antiguo se tratara. Estaba cubierto de enredaderas de un color verde muy luminoso, por lo que no se apreciaba bien lo que había sido en la antigüedad. Me quede un rato inspeccionándola, nunca había visto algo de tal hermosura. ¿Cómo es que esto sigue aquí, si prácticamente todo lo viejo de la ciudad lo están demoliendo? Mire a mí alrededor y saque rápidamente la cámara de mi bolso. Capture unas cuantas fotos antes de que el sol se fuera por completo. Cuando estaba a punto de sacar la última fotografía, un destello de luz morado entre medio de las plantas hizo que mi dedo se detuviera justo en el botón de captura. Guarde nuevamente la cámara y camine a pasos lentos hacia la pequeña luz. Siempre me he considerado alguien curiosa, pero estoy segura que ni el gato se acercaría tanto a estas ruinas que están a punto de caerse.
Estire la mano nerviosa, no sabía que insecto me podría picar, ni que me encontraría. En cuanto toque la tierra, moví mi mano un poco a la derecha, encontrándome con algo duro pero suave a la vez. Hice un poco de fuerza para poder desenterrarlo, estaba bastante incrustado al suelo. Una vez fuera de la tierra, aleje mi mano y tuve aquello que fragmentaba la luz. Al sacarle la tierra de encima, me encontré con el pedazo de piedra más hermosa que haya visto. No sé mucho sobre ellas, pero lo que acabo de encontrar es algo antiguo y muy hermoso.
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