La mañana comenzó en la casa de Alex con un silencio tenso. La madre de Alex estaba ocupada con su trabajo, apenas prestando atención a su hijo mientras él se preparaba para el día.

«Mamá, ¿puedo coger el coche hoy?» preguntó Alex, tratando de mantener la calma mientras su madre apenas levantaba la mirada de su teléfono.

«No lo sé, haz lo que quieras,» respondió ella, con indiferencia.

La tensión continuó cuando Alex llegó a la mesa del desayuno. Su abuela, una presencia constante pero distante en la casa, lo miró con desaprobación mientras se servía un tazón de café.

«¿Todavía estás causando problemas en la escuela?» preguntó ella, con tono de voz cariñoso.

«¿Estás listo para el instituto, Ethan?» preguntó Alex, tratando evitar la tensión que lo consumía.

«Claro, solo espero que hoy no sea tan insoportable como siempre,» respondió Ethan con una sonrisa irónica.

Alex apretó los dientes con frustración, negándose a darle a su abuela la satisfacción de una respuesta. Salió de la casa sin decir una palabra más, sintiendo la furia dentro de él.

En la casa de Sarah. Su madre, una mujer elegante pero fría, apenas levantó la mirada de su revista cuando Sarah entró en la cocina.

«¿Qué vas a hacer con tu vida, Sarah?» preguntó su madre, su voz llena de desdén.

«Ya sabes, mamá, el mismo plan que siempre he tenido,» respondió Sarah, con una sonrisa sarcástica que no llegó a sus ojos.

La tensión siguió cuando Sarah se encontró con su hermano menor, Lucas, en el pasillo. Lucas le lanzó una mirada desafiante, como si estuviera esperando una excusa para empezar una pelea.

«¿Qué te pasa hoy, Sarah?» preguntó él, con una sonrisa burlona en el rostro.

«No tengo tiempo para tus tonterías, Lucas,» respondió Sarah, empujándolo fuera de su camino mientras salía de la casa.

Ethan y Sarah se encontraron en la esquina de siempre, un lugar tranquilo lejos de las miradas indiscretas, donde podían compartir confidencias antes de enfrentar otro día en la escuela secundaria de Willowbrook. A pesar de las tensiones en sus hogares, la presencia de amos se brindaban un consuelo momentáneo.

«¿Cómo estás hoy, Sarah?» preguntó Ethan, mirándola con sinceridad en los ojos.

Sarah suspiró, buscando las palabras adecuadas para expresar sus sentimientos. «Estoy lidiando con todo esto, Ethan. Es difícil, ya sabes.»

Ethan asintió con comprensión. «Lo sé, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, pase lo que pase. Siempre puedes contar conmigo.»

Sarah se sintió reconfortada por las palabras de Ethan. Ya que ellos dos sentían una conexión especial entre ellos que no podía ignorar. Miró a Ethan a los ojos.

«Ethan, hay algo que necesito decirte,» comenzó Sarah, con su voz temblando ligeramente. «Te quiero muchísimo» dijo.

Los ojos de Ethan se iluminaron»Sarah, yo también pero sinceramente yo te quiero como algo más, es muy profundo lo que siento por ti. He estado queriendo decirte esto desde hace mucho tiempo.»

Antes de que pudieran decir algo más, Ethan tomó suavemente el rostro de Sarah entre sus manos y la besó suavemente. Fue un beso lleno de ternura, un gesto que hablaba de los sentimientos profundos que compartían el uno al otro.

En ese momento, Alex, el hermano mayor de Ethan, los vio desde la distancia. Sus ojos se abrieron de sorpresa mientras observaba la escena. No dijo nada en ese momento, pero la imagen del beso quedó grabada en su mente.

Después del beso, Ethan y Sarah se miraron con una mezcla de alegría y nerviosismo. Sabían que su relación acababa de dar un giro importante, y no sabia lo que les deparaderia. Con las manos entrelazadas y los corazones latiendo rápido, se dirigieron hacia el instituto, sabiendo que algo especial había comenzado entre ellos.

Sarah levantó la vista de su libro y encontró la mirada feroz de Alex clavada en ella. «¿Qué pasa, Alex? ¿Tienes algún problema conmigo?»

Alex apretó los puños, su mandíbula tensa. «¿Por dónde empiezo, Sarah? Tal vez por el hecho de que pareces pensar que el mundo gira a tu alrededor.»

Sarah se enderezó en su asiento, enfrentándose a Alex con determinación. «No sé a qué te refieres. Solo estoy tratando de llevarme bien contigo, pero parece que eso es imposible.»

Alex soltó una risa amarga. «Llevárnos bien, ¿dices? Después de todo lo que has hecho, ¿esperas que me lleve bien contigo? Eres una egocéntrica, y no puedo soportarlo.»

Sarah se puso de pie, sus ojos chispeando con indignación. «No tienes derecho a juzgarme de esa manera, Alex.»

«Lo sé lo suficiente como para saber que no quiero tener nada que ver contigo,» dijo Alex, su voz llena de desprecio.

La tensión entre ellos se cortaba con un cuchillo mientras se miraban fijamente, ninguno dispuesto a ceder terreno. La sala de clases se llenó con el sonido de sus respiraciones entrecortadas, ambos esperando a que el otro diera el primer paso.

Sarah finalmente rompió el silencio, su voz firme. «Creo que hay más en ti de lo que dejas ver, Alex. Y creo que esa fachada fría es solo una forma de protegerte.»

Alex la fulminó con la mirada. «No necesito tu comprensión, Sarah. Y no necesito que te apiades de mí.»

Sarah se acercó, su expresión suavizándose. «No se trata de lástima, Alex. Solo pienso que todos tenemos nuestras razones para ser como somos. Tal vez si pudieras abrirte un poco, podríamos entendernos.»

Alex se apartó, evitando su mirada. «No hay nada que entender. No somos más que dos personas que se odian mutuamente, y eso no va a cambiar.»

Sarah suspiró, sintiendo la frustración en las palabras de Alex. «Puedes elegir verme como tu enemiga, Alex, pero eso no significa que no me importe. Si alguna vez decides dejar de pelear contra el mundo, estaré aquí para ti.»

La batalla entre ellos continuaba, cada uno atrapado en su propia lucha interna mientras el mundo a su alrededor seguía girando.

Sarah miró a Alex, su mirada desafiante. Interrumpió el silencio y dijo»No puedes simplemente seguir odiándome por siempre, Alex. Hay que dejar el pasado atrás en algún momento.»

Alex apretó los dientes, la rabia brillaba en sus ojos. «No se trata solo del pasado, Sarah. Se trata de cómo te comportas ahora, de la forma en que manipulas a la gente a tu alrededor para conseguir lo que quieres.»

Sarah suspiró, exasperada. «No estoy tratando de manipularte, Alex. Solo estoy tratando de ser amable y llevarme bien contigo. Pero parece que cualquier cosa que haga está mal a tus ojos.»

«Porque no confío en ti,» dijo Alex, su voz áspera. «Tú y tu sonrisa encantadora esconden algo oscuro, algo que no puedo descifrar pero que me hace sentir incómodo.»

Sarah cerró los ojos por un momento, intentando contener su propia frustración. «Nunca he intentado hacerte daño, Alex. Si tan solo pudieras mirar más allá de tus prejuicios, podríamos encontrar una manera de coexistir.»

Alex soltó una risa amarga. «No sé si eso es posible, Sarah. Nuestro pasado está lleno de peleas. ¿Cómo puedo confiar en que las cosas serán diferentes ahora?»

Sarah miró a Alex con sinceridad. «Porque ambos hemos cambiado, Alex. He aprendido de mis errores y he tratado de ser una mejor persona. No puedo cambiar el pasado, pero puedo intentar ser mejor en el presente.»

Alex frunció el ceño, como si estuviera considerando sus palabras. «No sé si puedo , Sarah. La herida que me dejaste es profunda.»

Sarah suspiró, sabiendo que no podía hacer que Alex cambiara de opinión de inmediato. «Lo entiendo, Alex. No espero que confíes en mí de inmediato. Pero estoy dispuesta a demostrarte con el tiempo que no soy la misma persona que solía ser.»

La sala de clases se llenó de un tenso silencio mientras los dos se miraban fijamente, cada uno atrapado en sus propios pensamientos. Sabían que esta conversación no resolvería todos sus problemas, pero era un pequeño paso hacia una posible reconciliación.

Finalmente, Alex asintió lentamente, como si estuviera dispuesto a darle una oportunidad a la idea. «Está bien, Sarah. Veremos cómo va esto. Pero no esperes que las cosas vuelvan a ser como antes de un día para otro.»

Sarah asintió, agradecida por cualquier pequeño gesto de él. «No espero que las cosas sean fáciles, Alex. Solo quiero que sepas que estoy intentando cambiar y ser mejor.»

Con esas palabras, la tensión en la habitación disminuyó ligeramente, dejando a los dos enemigos en una especie de tregua frágil. Sabían que el camino hacia la comprensión mutua sería difícil y lleno de obstáculos,pero podría derivar en una posible amistad o, al menos, de una coexistencia pacífica.

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