Desde entonces, fue verano todo el año

Desde entonces, fue verano todo el año

Sonó la misma canción todo el viaje, «Loco tu forma de ser» – Los Auténticos Decadentes. Era mi canción favorita en algún momento de mi vida, hoy estaba harta de ella. Mamá no dejaba de hablar sobre las últimas noticias de política y papá se quejaba de que su equipo favorito no clasificó. Ya no cantábamos ‘La mar estaba serena, serena estaba la mar’ mientras reíamos porque papá se equivocaba cuando tocaba cantar con la ‘O’, ya no era igual, nada era igual. Yo como en los 2 últimos años, estaba abrigada hasta el cuello, callada, con los ojos cerrados y rogando que todos guardaran silencio para poder dormir.

Las vacaciones de fin de año recién empezaban, y sólo me disponía a pagar mi cuenta de netflix para no perderme ningún capítulo de mi serie favorita, leer un par de libros, y comprarme un sándwich de la carreta de la esquina.

Qué si tengo amigos?, claro que los tengo, muy pocos por cierto, pero bastantes conocidos con los que salgo a bailar y a beber un par de cervezas. Algo común en una chica de mi edad, pero nada me llenaba tanto como llorarle a mi almohada y reírme del mismo chiste los sábados mientras me enrollaba con mi manta color rosa.

Tenía que pasar el 31 de Diciembre con mi familia, como siempre riendo con los primos, y añorando a un par de personas que hoy ya no están. El cielo lleno de fuegos articiales es de las cosas que más nostalgia me causa, esos destellos enceguecedores de luz que parecen permanentes pero son tan efímeros que te hacen pensar, como en un momento algo que brilla tanto puede sólo apagarse y dejar humo de lo que fué. Es una muy buena metáfora si queremos hablar de la vida. Porque la muerte, ya quisiera yo que no dure tanto, pero es todo lo contrario, y asusta pensar que pasarás más tiempo muerto que vivo, y es irónico, porque los vivos somos los que desperdiciamos tanto el tiempo como si tuviéramos chance para hacer lo que dejamos pendiente en algún momento, como si fuésemos gatos y después de una vida que no supimos vivir, nos quedaran 6 más para vivirla y no morir en el intento. Y es más irónico aún, que alguien como yo, esté escribiendo esto.

Por lo menos hasta este verano, que todo se rompió, y nunca antes había amado tanto mis ojos mojados por agua salada, mi cuerpo lleno de arena y una carcajada desde mi alma nueva, rogaba que Febrero nunca llegue a su fin. Cuando descubrí que también se llora de felicidad y que los miedos si se tratan con amor se disipan solos, ahí desde entonces, fue verano todo el año.

Perdón, no me había presentado, soy Agripina, tengo 19 años, estudiante de derecho, consumidora de cannabis, fan del rock, paciente psiquiátrica por desordenes alimenticios y depresión.

Era impredecible este diagnóstico, casi imposible, porque si ahondamos un poco en mi vida, tuve una infancia bastante linda, una familia divertida, bien constituída, amorosa y sin problemas. Todos veían en mi, una niña con suerte. Yo también, me tocó una mamá muy cariñosa que no me prohibía nada y me enseñaba la importancia de los límites, una mujer que tenía sonrisas para regalar y que nunca se derrumbaba ante nada. Un papá a carta cabal, que no se cansaba de demostrarme que soy la niña de sus ojos, que en él aplicaba eso de ‘soy el mejor amigo de mi hija’. Y yo soñaba de verdad, en encontrar un hombre como él.

Pero no todo podía ir tan bien, verdad? A los 15 años media 1.55 y pesaba 70 kilos, fue inevitable que mis compañeros del colegio no me proclamaran la gorda del salón, bastante duro para una chica que es hija única, engreída por todos en casa pero golpeada con palabras en la calle. No comprendía por qué?, si mamá siempre me decía que todos éramos iguales, que debía aceptar a las personas sin hacer distinción, que amara a mi prójimo, y lo estaba haciendo, pero mi prójimo no.

Había llorado tantas veces que no recuerdo con exactitud en que momento dejé de hacerlo, tenía 15 años, no podía ser tan malo, pero iba salir de esto sola.

Y entre burlas, crueldad, críticas interminables y tristeza permanente fue mi estadía en el colegio, el que sin desmerecer, me regaló un par de personas que hoy amo con mi alma, porque sin salirme de contexto, hoy soy más alma que cuerpo.

Llevé esa cruz por un largo tiempo, me recuerdo bastante feliz, volví a sonreír, mi familia estaba orgullosa de mi e ignoraban aquello que todavía me apretaba corazón, pero existían personas que me querían con todo y mis kilitos de más, tenía amigos de verdad.

Un día encontré a «Princesa de porcelana» en internet, tenían que ver mi rostro, parecía que había encontrado un tesoro, inocente y crédula como siempre, la pequeña Agri siguió al pie de la letra, los pasos que su nueva amiga le daba, sin saber que estaba corriendo directo al abismo.

Todo pasó derrepente, Agri dejó de comer sus chocolates favoritos, se volvió amiga inseparable de una botella de agua, escondía la comida dentro de un cajón en el que guardaba sus zapatos, aprendió a contar calorías y pensaba en todo menos en ella misma.

«Lo tengo calculado, alcanzo mi peso ideal y dejaré de hacer esto» esa era la frase que usaba siempre, mientras le decía a su mamá que ella comería en su habitación porque tenía trabajos que hacer pero sabía que lo decía para esconder la comida, cuando cambió su desayuno por una barra de chiclets, cuando lloraba de hambre, pero un par de cigarros la hacían olvidar su razón.

COBARDE! tú no eras así, quería de vuelta tu sonrisa, pero las mentiras te estaban consumiendo, igual que el cigarro entre tus labios. Espero que no sea tarde cuando entiendas que morir de hambre no es una decisión inteligente.

Y no lo fue, al contrario, tras varios meses aplicando esta «dieta» logré bajar casi todo el peso que necesitaba, y me sentía preparada para empezar a comer un poco, y aunque tanta restricción me estaba pasando factura, nada sería tan malo como recuperar el peso perdido.

Me dispuse a sentarme a la mesa con mis papás por primera vez después de mucho tiempo para poder cenar juntos como antes. Disfruté de su compañía y la comida, nada había cambiado, reímos mucho, les conté como iba con mis estudios, y los planes que tenía a futuro.

Me miraban con ilusión, con orgullo, y yo de la misma forma. Sabía que todo iba a ir bien, hasta ese momento, decidí volver a comer, de manera saludable obviamente, quería recuperar la calidez de mis manos, mi presión arterial bajó dramáticamente, me dada molestía el ardor en el estómago, el cigarro dejaba un olor desagradable en las manos, mi obsesión compulsiva por no consumir calorías me estaba matando, y ya no estaba dispuesta a seguir soportándolo.

Fué, si mal no recuerdo, una de las ultimas veces en las que sonreímos juntos.

Recibí una llamada, era mi amiga de la facu, había una fiesta en el club, y yo me sentía tan bien que corrí a vestirme, me sentía tan guapa, tan satisfecha por todo, que olvidé que aún estaba frágil y vulnerable.

Llegamos a robar miradas, a contornear nuestras caderas al ritmo del buen techno, estábamos disfrutando de la noche, a lo lejos un chico me veía, y se notaba que no se atrevía a sacarme a bailar, en ese momento la seguridad se apoderó de mi y corrí a tomarle la mano para movernos en la misma sintonía. Fue, i n c r e í b l e! sus manos en mi cintura, sus pestañas largas, su voz, sus carcajadas, mis ganas de no dejar de bailar, de reír, de darle vueltas y que no tema marearse, los pies que se pisaban, los shot’s de tequila que iban y venían hicieron que un beso sellara nuestra noche, y entre besos siempre había sonrisas, no noté si eran sinceras, pero me dejé llevar.

Olvidé contárles que esa fue la primera vez que besé a un chico, nunca antes por temor, pero el me regaló las ganas para no temer besarlo.

Y puestos a quedarnos en un beso, la adrenalina nos llevó a un lugar escondido. No quiero contar lo que pasó, pero imagínense. Cuando vi que él se subía el pantalón y me acaricia el rostro, pensé – Eso es todo? no íbamos a amanecer juntos, abrazados, no tenía que ponerme tu camisa y prepararte el desayuno?

Parece que no. Sólo me besó, y debo aceptar que no fue malo, pero para haber sido el primero, esperaba que no sólo me diga – me das tu teléfono? –

Solté una risa tímida y se lo di. Me tomó de la mano, buscamos a mis amigas, y lo que quedaba de la noche la pasó conmigo, bailando. Cuando mi papá llamó para decirme que estaba afuera, me despedí de todos y él pidió acompañarme, me dió su casaca y mientras caminábamos me propuso volver a vernos, yo sonreí por dentro y le dije – claro! no todas las manos tienen la suerte de encajar tan bien como las nuestras –

Me miró y dijo – Sí, no me imaginé que una gordita iba a gustarme tanto.

Bien, no lloré en ese momento porque tenía que parecer segura de mi misma. Me reí, y rogaba que llegue papá.

Pensé, sigo gordita, no importaron las veces que luche con el hambre, los dolores en el estómago por haberme llenado de chiclets y agua. Aún me veían gordita y yo ya no sabía que hacer.

Buscaba la camioneta de papá en la salida, y mientras tanto pensaba en la respuesta que le daría cuando me pregunte «Qué tal te fue? – Bailaste mucho?», y mi respuesta indudablemente en otro momento hubiera sido contarle todo, pero esta vez no, no iba a atormentarlo con un problema de peso después de tanto, si antes no les conté, ahora tampoco iba a hacerlo, podía bajar tanto como me lo propusiera, así que, iba a decirle que todo me fue genial, que conocí a un chico apuesto que me había invitado a salir.

Cuando lo encontré, corrí con un sonrisa en la cara hacía el carro, subí, me dio un beso en la frente y qué creen que me preguntó? «QUÉ TAL TE FUE? – BAILASTE MUCHO?» Sí, él y yo teníamos una conexión única. No sé como no había notado que moría por llorar en sus brazos mientras le contaba que no era feliz, que sentía que estaba perdiendo una batalla y que morir de hambre era mi única arma, que algo le habían hecho a la Agripina del pasado, ya no habían sonrisas de verdad y sentía que poco a poco las cosas iban cambiando, para mal.

– Todo bien, pá! le dije, conocí a un chico lindo, me sacó a bailar y me pidió mi número. Soltó un carcajada y respondió – no quiero tener yerno todavía eh – Lo miré y le dije, – tendrás yerno el día que encuentre a alguien lo más parecido a ti. Me dio una palmadita en la cabeza como cuando era pequeña y me dijo – tiene que ser mejor, mucho mejor – Me quedé viéndolo un rato y pensé, mejor? dónde podría encontrarlo, si hoy me había entregado a alguien que después de todo sólo atinó a decirme ‘No pensé que una gordita iba a gustarme tanto’ y no, no imaginaba a papá diciéndole algo así a una chica, y eso acabó por romperme el corazón, había perdido algo que consideraba valioso, con alguien que tal vez sólo estaba experimentando, aunque nunca iba a saberlo, no planeba verlo de nuevo. Y quería darme ánimos, estaba rota, pero con ganas de no perder mis pedazos para poder reconstruirme de nuevo, fueron muchas emociones intensas para una sola noche. Prendí la radio y justo sonaba mi canción favorita «loco tu forma de ser» – Los Auténticos Decadentes, le subí todo el volumen y arrancó mientras cantaba.

Llegando a casa, me saqué los tacones y subí corriendo a mi habitación, dispuesta a acabar con los prejuicios que tenía con mi propio cuerpo, me desnudé frente al espejo y me vi completa, acaricié cada parte de mi en un intento de conexión, exigiéndome amor, tratando de aceptarme. Y maldita sea! no podía, no me gustaba nada de lo que veía, sentí rechazo hacía mi misma, me desesperé tanto que lloraba apretando los dientes, no sabía que era lo que pasaba, corrí al baño e introduje mis dedos en la boca, tras un par de intentos provocando solo arcadas, empecé a vomitar por primera vez, y sonreía, como si esa hubiera sido la mejor decisión, vomité tanto que no recuerdo muy bien en que momento caminé hasta mi cama, amanecí desnuda hasta el alma, estaba triste, no entendía nada, pero recordé la sensación que tuve mientras vomitaba, esa de placer y calma, entonces no supe a ciencia cierta si era el principio de todo, o mi fin.

. . . . . . . . .

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS