Desde abajo.

Desde abajo.

pgro

26/02/2019

El mar desde abajo, las olas pasan por encima, pero desde aquí no las siento. El mundo entero queda en silencio y afuera. Más arriba, el sol. Las olas hacen que se mueva, pero, sin embargo, sigue en el mismo lugar. La superficie se ve clara gracias a él, el reflejo de sus rayos se ve como puntos anaranjados. Todo desde abajo y desde mi cabeza. Afuera no sé qué sucede, no puedo dar cuenta de ello.

Mi cuerpo se va elevando y la cabeza es lo primero en sentir el aire fresco del mar; la cabeza como parte de mi cuerpo, la cabeza como mi yo pensante vuelve al mundo compartido, a la realidad compartida.

Sentada sobre la arena pienso: puedo sentir y puedo pensar, una no anula la otra, ¿o sí?. Puedo, a través del pensamiento, darme cuenta de la insignificancia a nivel individual de las personas para el Universo, London lo dijo: “a la naturaleza no le importa”. No hay un sentido dado, no hay un camino a seguir, tampoco estamos predestinados a algo. Pero sí podemos construir y lo hemos hecho. Si podemos sentir y lo seguimos haciendo. Darme en cuenta de que el mundo en sí es solo hechos y lo demás formas de interpretarlo, valoraciones humanas, me permite, quizás, vivir de una manera más consciente. ¿Consciente de qué?

Quizás, de la importancia de una buena construcción, pienso en el conocimiento y el amor como las bases de la misma.

Volví al agua, el mundo desde ahí se siente bien. El pensamiento queda suspendido, por un rato y por suerte.

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