EL VESTIDO

Lo primero que tienes, al verte, es tu forma de vestir, que nos enseña lo que tú quieres ser. Y con esos zapatos de tacón bajo que vistes, Marta, pareces una perra preñada y no otra cosa. ¿Qué en tu casa no te enseñaron las reglas de vestir, Martucha? Esos zapatos que tú usas son para una anciana, no para una mujer de 24 años como tú. Hasta parece que vas a un velorio. Quizás están bien para una oficina de gente outworld donde trabajas, pero no para los sitios que yo te llevo a visitar. Primero, como gente que eres joven, debes vestir zapatos de tacón alto, y no tenis, como nacas como tú se calzan. Segundo, los zapatos deben ser de un color elegante, y no rojos o amarillos intensos, que son para puras zorras de revista, aprende a usar el color plata u oro, brillantes, como debe ser la personalidad de una. Mensa. Además debes de cuidar tus uñas y llevarlas cui-da-do-sa-men-te pintadas, sin roturas en la uña o mugre en los dedos, porque eso te hace ver lo que eres, una india en la ciudad. Entiéndeme lo que te digo, porque yo si soy una mujer de éleve citie, no como tú, una pasajera de camión. El color de tus uñas sí debe ser atractivo, rojo llameante, azul de mar oscuro o por lo menos azul de mar amaneciendo, tinto escandaloso, café metálico, ¿te parece?. Y sobre todo, depílate, no te dejes esos pelos negros de simio abandonado en las piernas, que parecen várices que te suben por los muslos. Procura que tus medias se vean siempre relucientes, aunque tengas que pasarles un imán por las mañanas y un poquito de jugo de limón, y no vayan a oler a lo que huelen las sandalias de king kong. Y no me contradigas, babosa, que bien sé lo que te digo.

Mira, aquí está el departamento de los calzones. Hay de todo tipo, grandes, chiquitos y más chiquitos. Depende de la edad en que estés y de lo lujuriosa que seas. Los grandes son para asustar al enamorado y descansar toda la noche. ¿Quieres uno de esos? Entonces ya no necesitas escoger el color, porque con el puro tamaño asustas a los amantes. Los medianos son los mejores, porque vienen en todo tipo de materiales, se ajustan a tu cuerpo y tienen muchos estampados, de corazones lover, hombre araña, carros, ballenas, y no te dan molestias durante el día. Malas son las hot panties, delgadas, duras, apeladas, se te cruzan en las nalgas y no le impiden a los dedos de tu novio llegar para nada a donde quieren llegar. Se llevan el trofeo sin competir siquiera. Que no mamen.Que siquiera ofrezcan un sacrificio.

Mira Marta, no quiero perder mi tiempo hablándote de las panties de una mujer, mejor te hablo de las alzacachuchas y ya. Porque tú las llevas muy ceñidas, y eso no te sirve de nada. Debes ajustarlas a tu cuerpo y la necesidad de los demás. Porque todos quieren que tú seas chichona y así te quieren ver. Tú tienes bonitas chiches, entonces, presúmelas. No uses los brassieres que te aprietan los pezones ni los que te abultan el panal, usa el que te haga ver preciosa, mi reina.

El maquillaje

No puedo entenderte Marta, eres tan boba para maquillarte. Siempre tienes los labios despintados, que parecen cera de iglesia. Transmiten tanto frío como una nieve de vainilla. Los lápices para tus ojos están tan viejos y duros que te dejan una pringa de chapopote alrededor de los ojos, ja, ja ja, eso de chapopote me salió genial, ¿verdad?. Eres una pelmaza para que mejor me entiendas. Todas las chicas que trabajan en la oficina donde estás, se ven geniales comparadas a tí. Cualquier gay se maquilla mejor que tú. ¿Pues en qué parte de la ciudad vives que no has aprendido la forma de maquillarse de una mujer? Fíjate en tus cachetes, ni un poquito de color. Estás pálida, desmejorada, demacrada. Bien podrías formar parte de un club de darks. La piel se te ve dura, morada, como si siempre tuvieras frío. Deberías de tomarte un cursito de maquillaje para incapaces por si pudieras aprender algo todavía, a tus años.

Los párpados acaso te los pintas un poco, y con unos colores plateados, aguamarina y ocres, lisos porque no tienes genio ninguno para mezclar los colores. ¿Es que Dios no te dio parte alguna en el cerebro para que te puedas maquillar? ¿No tienes cinco minutos al día para pensar en cómo maquillarte de manera que te veas más joven, más bella y más fresca? Definitivamente, a ti no se te puede ayudar. No aceptas ningún consejo. Te quedas quieta, seria, te ríes un poquito, y dices que sí, pero toda tu voluntad y tus ganas de cambiar se esfuman al próximo minuto. Y te lo digo otra vez. Definitivamente, las personas como tú nunca cambian. No le hacen la luchita a mejorar. Que son muy cumplidas, responsables, exitosas en el trabajo, disciplinadas y serias, sí, es cierto, pero como mujeres son un completo fracaso. No tienen una relación sentimental. La cocina no les entra por ningún lado. De vestirse hasta parecen hombres con esos pantalones vaqueros que usan. Mírate en el espejo, ni un granito de color en la cara. ¡Dios mío, una monja te ganaría un concurso de belleza! Eres una redomada fracasada como mujer…

Las dietas

Tú sabes, Martha, que ya no somos unas jovencitas de quince años, es más, ya los chavos ni voltean a vernos, hasta tías nos dicen los desgraciados. Pero yo me siento mejor que a los quince años. A los quince, tú te acuerdas, éramos unas bobas. Comprábamos helados, y no íbamos como hoy a los antros a beber un ruso negro, una margarita. Coleccionábamos posters de artistas en las paredes de la habitación, y hoy nos llevamos chavos de carne y hueso a la cama para que nos quiten las ganas. Antes nos asustaba la palabra puta, y hoy lo somos con todo gusto. Antes, nos daba miedo pedir permiso para tener novio, hoy los desechamos como papel periódico. Antes también, acuérdate, llorábamos si un novio nos terminaba. Hoy le rayamos la pintura del coche al hijo de suchi. Por eso te digo que estamos en la mejor edad, no me digas que no. Y más tú, que tienes tu trabajo, tu sueldo, tu carro. Yo no tanto, aunque soy más inteligente, que tú, y te lo compruebo. Yo voy al gym, para no tener que cuidar lo que como; compro pastillas, para no tener que usar condón. Tengo muchos novios a la vez, para que cubran todos los gastos; uso pinturas y eso para tener más ligue, tú tienes hasta cucarachas en el petate ése en el que duermes. Por eso, porque soy más inteligente que tú, no dejo de darte tu consejo. Mira, cuídate esa lonjita que te aparece cuando te sientas, hace que te veas vieja y descuidada, no vaya a ser que te conviertas en una fodonga, y como eres una sedentaria empedernida, que no conoce otra cosa que el escritorio, de perdida sigue la dieta al pie de la letra, no que la tomas un día y después ya no. No compres tantas galletas, sino verás que dentro de un año ya tendrás unas llantas de doble rodado abajo de las chichis. Y no seas tan marciana, no me digas que la dieta de la luna y que sabe qué carajos. Síguela simplemente, ya no comas tanto pan ni te atarrasques de tacos cuando yo pago, no chingues…

Los zapatos

Ya quítate esos tenis, que están de dar pena. Siempre los traes puestos y ni siquiera sé por qué. No valen la pena. Están viejos y sucios. Además, no tienen nada de personalidad. Enséñate a usar zapatos. Deja que las niñas usen tenis Converse, les da carácter, moda, pero tú, vieja y amargada, para qué usar tenis. Deberías ir a la Feria del Calzado y comprarse unos zapatitos dignos de tu edad, para la oficina, para salir de antros, y para la casa… ¿pero tenis? ¿por qué? es lo que me pregunto cada que te veo. Dime desde cuándo que te conozco te veo con esos tenis. Hasta a los oficina te los has llevado, quizás para que los conozcan tus compañeros de trabajo o tu jefe, que te aseguro, que se enamoró de ti desde que te vio con esos tenis. Ha de haber pensado que eras la mujer de su vida, ingrata.

En cambio, fíjate que con unos buenos zapatitos, bonitos, llamativos, los hombres no van a saber si verte los pies o la cara. Los vas a tener como pendejos, viendo arriba y abajo. Y luego puedes fingir que te lastimaste un tobillo, que se te cayó un tacón, que se reventó una correa, nada más para que se acerquen a ayudarte. Y en pleno abrazo ya les muestras un poquito de allá y un poquito de acá, hasta que los embaucas todito. Ya entonces, te invitan a comer, te invitan al cine, a un antro, y disfrutas todo el fin de semana a costa de ellos, claro, entre más babosos, mejor.

¿Te acuerdas de unos zapatos altos y dorados, que yo tenía? Los que combinaba con un vestido plateado, que me llevaba a la Zona Rosa y a Satélite los viernes por la noche. Sí, cuando conocimos a Javier y a Carlos. Javier, el gordo, y Carlos, el pelón. Los cabrones que nos querían llevar a Acapulco un fin de semana. Que tú no quisiste continuar con ellos porque descubriste que Javier llevaba una pistola en el pantalón. Además, todo el carro les olía a mota. Bueno, pero lo que quiero es platicarte de los zapatos altos y dorados. Con esos maté una arañota, pero así, de este tamaño, como mi mano. En el sanitario del café Orizaba, en la Zona. Yo estaba con Sergio, sí, mi amigo Sergio, el que va al gimnasio, que es medio gay, estábamos en el chisme, y que me dan ganas de hacer pipí. Me fuí al baño, y que de repente veo la araña frente a mí, primero me asusté y grité, después me quité el zapato y le di un buen chingazo que a las primeras la maté. Rápido me subí los calzones y salí corriendo del baño. Ahí me encontré un señor que llevaba una jaulita en las manos. Oiga, me dijo, no ha visto mi tarántula por aquí. Se llama Toñita y es inofensiva. Tarántula su madre, pues qué, y salí corriendo. LLegué con Sergio y le dije, vamos de aquí, le dije, porque ya maté una araña y ya me comprometí.

El sexo y la cocina

Ya sabes lo que dicen de nosotras las mujeres, Martha, que la que es buena para el petate no es buena para el metate, pero pienso que en tu caso tú no saliste buena ni para una cosa ni para otra. Lo único que sabes haces hacer es comer tu yogurt con tu galletita; no te gusta lo picante, lo grasoso, la mantequilla, el aceite, el mero mole y las gorditas, uyyy. Cómo serás en la cama, puro mármol. Hasta los ojos tienes de hielo. Tu sangre ha de ser granizo corriendo. Siempre la misma, no te gustan las diferencias. Si no sigues mis consejos, los días se te van a ir como manecillas de reloj.

Nada más te presumo cómo preparo este asado argentino, ahumándolo lentamente a las brasas, con sus embutidos, soplándole un poquito al fuego para que chille la carne al quemarse y llene de olor la sala. Anda, no seas tímida, sirvete otro vaso de vino y dame uno a mí, para ir calentando el paladar. No seas socata y atiéndeme, aunque estés en mi casa. Mientras, te platico cómo se hace la salsa chimichurri, mezclando el aceite con el perejil, deshaciendo el orégano entre los dedos. ¿Te imaginas comerte este banquete con tu galán en la cama, mientras ves una película? Yo lo hago cada sábado. Tú no, porque no tienes galán, eres tan sonsa. No tienes sabor, cadencia, no eres valiente para vivir la vida como tú quieres, que es lo que te hace falta.

A ver, platícame de ese chico que llegó a tu oficina el otro día y que dices que te vio los pechos con curiosidad y tú no le dijiste nada, hasta que te preguntó qué si trabajabas ahí y desde cuándo. No te quedes en tonterías, si no era nada importante, no debes darle atención. A los hombres tú debes cazarlos, no ellos a ti. Conviertete en una domadora, ya te lo he dicho. Enrédalos y envenénalos.

¿Qué fue lo que falló en tu plan de salir con tu jefe? Ya ves, por poner los ojos en el mocoso de la fotocopiadora, me lo imagino. O en el casado y con caspa que está junto a tu oficina. Por eso tu jefe te mandó a volar, por sonsa y cursi. Y luego no quieres que te regañe.

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