NO ES PLENA: ES DE PENA
¡Ja, ja! ¡Democracia plena!
Es una inmensa estupidez
defender la democracia
y alimentar al interés.
Nosotros, nada mandamos
pues tenemos que obedecer
a nuestro único amo:
«el CAPITAL en su crecer»,
con aumentos desbocados
de la noche al amanecer;
con la banca enloquecida
para robarnos la vejez,
que nos presta lo que no hay
pero que –¡ay!– hay que devolver,
con nuestro esfuerzo futuro
como tributo a su avidez.
Y con dinero inventado
todo lo consiguen comprar:
A explotador y explotado
en su mecánico actuar,
vendidos en el mercado.
Al que nos va a aporrear
–mercenario voluntario–
que le gusta mucho pegar
porque está descerebrado
y no sabe ni conversar,
vendido como soldado
al servicio de su maldad.
Al periodista creado
para que nos pueda engañar
después de haberse engañado
él mismo, en su vulgaridad,
cual peligroso activista
y prosistema terminal.
Al mezquino perturbado
que obedece a la autoridad
como bobo adocenado
con hueca personalidad.
Al pobrecito explotado
que no sabe ni que lo es
y que defiende a su amo
aunque le ha robado su ser
y su cerebro ha estrujado
tras amarrarle por los pies,
mientras cree que es empresario
cuando se contempla al revés.
¡Qué pobre!, ¡Qué desgraciado!
se imagina lo que no es
cual gusano disecado
reconvertido en un cien pies.
Y compra a quien le ha comprado
para que le compre otra vez
tras pegarle otro bocado
que él se lo va a devolver.
Puede que esto deba explicar
y comprender quien compra a quien,
como funciona el capital
y como consigue crecer:
Compra trabajo pasado
pagando todo su valer
y compra trabajo vivo
solo por lo que ha de comer
aquel que va a trabajar,
para que lo vuelva a hacer,
acrecentando al capital,
pues mucho menos va a obtener
de lo que él le va a dar.
Y así obtiene la ganancia,
que no sale de la nada,
pues sería extravagancia
una nada aumentada.
Ganancia que ha de repartir
–si no tenía el capital–
con quien tiene el monopolio
y la magia para crear
un dinero inexistente,
pero que se habrá de pagar,
crecido con intereses,
para esa mentira cancelar.
Pues son la cruz y la cara
de nuestra absurda realidad:
quien te roba vida y alma
y quien la va a hipotecar,
después de habernos vendido
sin derechos que reclamar.
Pero no nos preocupemos
porque nos van a consolar
ofreciendo la patraña
de una realidad virtual,
que la llaman DEMOCRACIA
y que es una gran falsedad
carente de toda gracia
y símbolo de su maldad.
Si el pueblo tuviera el poder,
y con varita mágica
se fuera a desidiotizar,
quizás pudiera proceder
a su poder legitimar
con la ley constituyente
–de soberana voluntad–
que le hiciera independiente
de las leyes del CAPITAL.
Todo sería de todos
convertido en bien comunal,
dejando cara de bobos
a los dueños del capital,
sin sus caretas de lobos
y sin máscaras ni antifaz.
Bailarían como locos
al sentirse en comunidad,
ya sin sorberse los mocos
en su terrible soledad,
la del grupo de los pocos
que explotan a la humanidad.
¡Felicidad para todos
con cogestión y hermandad!
¿O no?…
¿Sería inimaginable
que no se llegue a entusiasmar
algún que otro miserable
con este magnífico plan
de alegría en las calles
y de compartir y cantar?
¿O si?…
La anquilosada avaricia
se podría parapetar
y utilizar su presbicia
para al enemigo matar
levantando a su milicia
para destruir la igualdad,
y esgrimiendo su pericia
en falsear la realidad:
Quien fue desidiotizado
se volvería a idiotizar,
perdiendo el sueño dorado
que le iba a democratizar.
Pues no existe DEMOCRACIA
que contradiga al CAPITAL
y lo que, en su lugar, nos dan
es miserable falsedad:
ser los administradores
de migajas de realidad,
de todo lo que no afecte
a la suprema PROPIEDAD.
Nos «dan» el voto universal
para elegir a uno de dos
gemelos, que lo mismo da,
para que después diga adiós
a nuestra fuerza tutelar
y se transforme en nuestro dios.
Es lanzar una moneda
con un culo y otro culo,
–por lo de la misma mierda
que contiene cada uno–
atada con una cuerda
como cualquier ser perruno.
Elegido el gemelo
nos comenzará a gobernar
estrujándonos el cuello
para no dejarnos gritar.
Ya no pintaremos nada
en esa falacia mental,
nos dirán que es democracia,
más los jueces han de juzgar
cualquier posible alternancia
que se aleje de su mandar,
con leyes en abundancia
sin que podamos opinar.
Aunque somos soberanos
de esa vacía realidad,
tienen secretos de Estado
que no podemos escuchar
(aunque seamos soberanos)
pero ciegos que no han de ver
lo que hacen «por nosotros»
retorciéndolo del revés.
Solo obedecen a su amo
–a quien a ellos los designó–
para vernos controlados,
muy dispersos y en desunión.
Son esclavos del mercado
sin siquiera la presunción
de que estén de nuestro lado
y sin que hagan ni la mención
de que siguen el dictado
del gran CAPITAL triunfador,
verdadero soberano
e implacable dictador.
Conclusión indiscutible:
«CAPITAL y DEMOCRACIA
SIEMPRE SON INCOMPATIBLES»
Más, ¿podríamos esperar,
cuando el robot cree al robot,
que se disipe el capital,
asfixiado en el desvalor?
Podría suceder, quizás
pero nos vendría el horror
del capital sin capital,
esperpéntico destructor
de toda vida natural,
terrorífico ejecutor
de cualquier relación social
que conceda al pueblo el honor
de poderse auto gobernar,
pues ha de morir matando,
en su agonía, el CAPITAL.
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