De mariposas y otros remiendos

De estasis  sublime el corazón.

Cerrar los ojos y sentir  en profundidad. 

Caminar de aquí para allá recorriendo; 

caminos de nubes, caminos de tierra, caminos de humo. 

En  inhalación profunda, gratuita, luminosa. 

Entre mariposas que no tienen forma, más que la del color del sol. 

En recuperación de todo lo que un día se perdió

y como maremoto se retoma. 

En jubilo de encontrarse y no volverse a perder. 

En desapego de todo y rencuentro de nada. 

Así en el vaivén diáfano y solitario de este vivir cósmico, 

entre el viento y el aire fresco de las montañas

que aspiro y me hace sentir flotar. 

Renacer, resurgir en paz.

En esa paz profunda y eternamente infinita, 

donde un minuto lo es todo y la eternidad no es nada.

De estasis complaciente el corazón. 

Pues ese órgano tan imprescindible lo es más 

cuando no se tiene más que llenarlo. 

¡Si! llenarlo de amor, 

de recuerdos, que no viajan en sangre, que no viajan por arterias, 

que viajan más allá de esta particular intuición de la materia, 

y que al final de cuentas lo son todo. 

Todo, absolutamente todo para el rencuentro de uno mismo 

con el mundo, con ese diáfano mundo que vuela como mariposa, 

entre cortas y placida vidas que fugitivas vuelan en el aire

impalpable del recuerdo y la serenidad.  

 

 

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