Leía hace poco que, en algunos países de Asia, cuando una persona se ve envuelta en un escándalo, directa o indirectamente, opta por mantener lo que aquí llamaríamos un «discreto segundo plano». Salvando las distancias, yo he optado por hacer lo mismo. Siento que he metido la pata. Mi crimen: enamorarme de una persona, no saber gestionarlo, ni controlarlo… Qué coño! Cualquier chaval de 20 años lo hubiese manejado mejor que yo. Nunca fue mi intención que la otra persona se enterase pero… -ahí estaba Murphy para recordarme su puñetera regla- se enteró y todo se fue al garete. Os preguntaréis por qué.
No puedo sincerarme en este punto ya que corro el riesgo de que me consideren una persona trastornada, necesitada de atención médica urgente y la verdad es que no iríais desencaminados.
Soy un Grinch de esos que por cuestiones pasadas que nunca he superado, se juró a sí mismo no volver a meterse en amoríos. Ya, ya sé que alguno dirá aquello de no se puede controlar eso y es cierto. Pero creo firmemente que sí eres responsable de las acciones que llevas a cabo derivadas de tus sentimientos y eso sí es controlable.
Pero esta vez he fallado, he caído con todo el equipo y aún no he sido capaz de aceptarlo. Yo, guerrero de coraza a prueba de flechas de Cupido, resistiendo durante años y he sido derrotado, he caído cual adolescente con su primer amor, con toda la carga ñoña que os podáis imaginar.
Claramente, como fiel defensor de mis principios de perogrullo, yo no iba a confesar ni a admitir que esa persona me gusta, me encanta, me… Da igual. Se enteró, no reaccionó bien, o al menos lo que yo, puede que egoístamente, consideraba como bien y lo cierto es que yo tampoco. ¡Menuda novedad! La verdad es que yo no he reaccionado bien en mi vida cuando se trata de asuntos amorosos.
Así que he hecho lo único que se me da bien, apartarme y desaparecer. No le llamo, no le escribo. No me atrevo. Lo sé, tiene un nombre, cobardía y sí, lo es, lo soy, un cobarde absoluto para todo lo que implique una relación con otra persona.
Ya no será lo mismo, nunca, y lo que más duele, ahoga y desgarra es haber perdido su amistad. Y todo por mi torpeza, por mi cobardía.
Milo Sasuol
OPINIONES Y COMENTARIOS