Los sueños no son precisos, son un borrón etéreo en nuestra mente, casi como un lento baile entre tu subconsciente y tu ser dormido. Sin embargo aquél sueño no empezó así, parecía más un recuerdo muy cotidiano, estábamos mi abuela y yo sentadas en la mesa comiendo, como todos los días, pero podía sentir en el ambiente una ausencia que no pude identificar. Hay algo muy curioso en las emociones o sensaciones que tenemos al soñar, en ese momento son muy vividas pero al despertar parecen irreales, hasta un poco absurdas.
De pronto era de noche y veía las estrellas, mi abuela estaba parada junto a mí y me contagiaba de paz con su expresión tranquila y sus manos muy cerca de las mías, estaba absorta en aquella aura que parecía una melodía de arpa, abracé ese momento como se abraza a alguien cuando sabes que va a irse e intentas retenerlo lo mejor posible, era como un presagio.
A mi vista llegó entonces el huracán, era de hecho hermoso, parecía una galaxia ambulante pero era feroz, en cuanto la vi me alejé e intente llevarme a mi abuela pero ella se quedó en pie con determinación, en un momento solo pensé en que debía protegerla y no dejar que se la llevara. Vi cuando se acercaba a nosotras y me puse delante de ella como si únicamente con mi desafiante gesto fuera a irse para siempre. El huracán pasó sobre nosotras y pude divisar los más hermosos colores y una infinidad de estrellas. Aquella nube de colores ámbar se vio decidida a volver. Miré a mi abuela, su expresión no había cambiado, y me di cuenta como si contara con el don de la adivinanza que ese huracán la dirigía a otro planeta, y aunque ella seguía en silencio comprendí que quería irse. Observé como el huracán retomaba el camino hacía nosotras y esta vez mi abuela tomo la delantera, avanzó serenamente unos cuantos pasos y volteó para mirarme, sus ojos se fijaron en mí y con dulzura se despidió mostrándome una sonrisa. La galaxia la levantó y vi como sus labios se movían sin emitir ningún sonido, alcancé a ver en el movimiento de lo fue su sonrisa la palabra “futuro”.
Las sombras comenzaron a verse más intensas y el mundo a mí alrededor a desmoronarse, me perdí entre el paisaje y la nada absoluta,
Cuando abrí los ojos me descubrí sudando frío y con el corazón agitado, no quise levantarme de inmediato pero al mirar la hora me di cuenta de que era la fecha exacta del aniversario de muerte de mi abuela.
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