En la danza del tiempo, sombras se entrelazan,
susurros de ancestros en el viento abrazan.
Un mar de memorias, sus olas desbordadas,
nos enseñan que el pasado nunca está en calma.
La tierra, herida, clama por su redención,
bajo el peso del hombre, sufre la creación.
Cada árbol caído, cada río secado,
es un verso olvidado, un sueño quebrado.
En el corazón humano late un eco divino,
un anhelo profundo, un deseo genuino.
La búsqueda ardiente de un sentido perdido,
de un mundo en el que todos sean oídos.
Las fronteras que trazan las manos del miedo
son muros de arena, se llevan el credo.
Pero la unión de los pueblos, en danza sincera,
puede romper las cadenas, tejer la primavera.
Así, con cada paso, en la sombra y la luz,
escribimos la historia, nos encontramos en cruz.
Un poema eterno, un grito de unión,
que en la lucha por vida florezca el perdón.
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