A punto de morir me sentí al llegar a casa, el cuerpo me pesaba como si padeciera de sobre peso y mis pies, enraizados en la loza del piso. Me hacían ver las escaleras que conducen a mi habitación muy lejos, muy pesada sentía mi alma, que prefería caer al inframundo para descansar en el infierno eternamente.
Miré a la sala, y vi a mi hijo sumergido en su video juego el cuál, nunca notó mi presencia. Y al lado opuesto, la Cocina, donde estaba mi esposa preparando un bistec por el olor que salía de allí; nuevamente miré las escaleras con la ilusión de escalar así sea gateando para llegar al lugar más hermoso y anhelado de mi casa… mi cama y desaparecer.
–¡Amor! Ven a la cena.
Llamaba mi esposa que ingenua de mi necesidad, pedía mi presencia a la cocina. Tuve un conflicto interno con la voluntad y la conciencia; porque la primera quería llevarme a la escalera que conduciría a mi dulce descanso, y la segunda martillaba mi moral por no darles más tiempo a la familia. “estoy sentenciado a morir cansado” (pensé), es más insoportable el señalamiento de consciencia haciéndote sentir como el peor, que aguantar unos minutos más esta búsqueda insaciable por el eterno descanso.
Mi cuerpo empezó a temblar al cambiar de dirección alejándome de la escalera, los poros de la piel de mi frente se abrieron supurando gotas continuas de sudor, por un calor muy frío que circulaba por detrás de mis orejas y nuca, humedeciendo el cuello de mi camisa blanca. Los tobillos a punto de colapsar, intentaban negar colocar la planta de los pies en el piso de la cocina; al frente la barra me dirigí rápido a tomar uno de los bancos que, como salvavidas, hice caer el peso muerto de mi cuerpo. Me acomode posando mis brazos en la barra de mármol descansando mis hombros desahuciados.
–¿Estas cansado? Te daré Primero un café.
Su pregunta me pareció sarcástica por lo obvió de mi situación, como si una tasa de café me libraría de esta agonía infernal de no poder estar en mi cama. Aún así aguante mi deseo de irme por la amabilidad de mi esposa, quién daba lo mejor de sí por atenderme, al fin y al cabo yo tomé esta decisión de trabajar arduamente.
Mis manos como ignorando la temperatura de un café recién hecho, llevaban en dirección a mis labios la taza, con mi mirada fija hacia la nada no me percaté que la llevaba muy rápido a mi boca…
–¡ay! ¡Mierda! –una tasa de café derramó su contenido caliente en el escritorio quemando mi cara la cuál, descansaba al lado del teclado del computador.
–¿Qué te pasó?
–me quemé la cara.
–jajaja… amigo, ya debería irte a casa, con doce horas de trabajo nocturno, de domingo a domingo durante estos tres meses… es demasiado; deberías darte un buen descanso.
–precisamente soñaba que estaba en casa, y al igual que el sueño aún me siento con mucho cansancio y con un montón de sueño. No puedo darme ese lujo, compré una casa nueva y me atrasé varias cotas al banco, si trabajo así dos meses más me pondré al día e incluso tengo la posibilidad de una rebaja en interés.
–mmm… aún así, cuídate o no te alcanzará la vida para pagarla.
–No exagere, gracias por dejarme dar un pestañazo en la oficina.
–para eso estamos compa’.
Rápido fui al sitio de trabajo, el monta carga estaba prendido y listo para conducirlo; en el momento que me senté frente al volante mis párpados nuevamente me pesaban como si tuvieran dos sacos de arenas amarrados en mis pestañas, batallaban mis ojos por permanecer abiertos. El ruido fluido del motor me llevó a un trance donde oscureció el entorno apareciendo polillas y saltamontes volando frente a mí con una luz lejana y constante de fondo; guiando mi montacargas en una danza que me llevaba de un lado para el otro, subiendo unas de las ruedas a la acera y luego un tronco de madera que inclinó al otro extremo el vehículo haciéndolo caer; cayendo encima en una de mis piernas golpeándome fuerte en la cabeza.
Una luz intensa se aproximaba excitando a todos los insectos de allí presentes en el pastizal; donde me encontraba tirado, abatido por un fuerte golpe. No comprendía que me sucedió y un fuerte dolor se apoderaba de mi pierna que más añadía a mi confusión; de pronto, otras luces rojas y azules junto con el silbido ensordecedor de una sirena, se acercaron al lugar que me encontraba en medio del pastizal y polillas excitadas por la luz proyectada de linternas, de dos personas que se acercaban.
–¡Tranquilo! Ya estamos aquí no se mueva, dime ¿qué le duele?
–mi pierna, duele mucho mi pierna.
–esta bien, y veo que también su frente está sangrando ¿siente dolor en su cabeza?
–si, pero ¿qué me sucedió?
–al parecer se salió de la autopista a muy alta velocidad. Fue una ventaja que no tuviera puesto el cinturón de seguridad pues, salió volando en unos de los giros que hizo el auto, y este chocó en un árbol a ocho metros de donde estás incendiándose. Si hubiera estado dentro, habría muerto, pues el accidente sucedió como diez minutos antes. Tiempo que nos demoramos en llegar.
–No puede ser… ¿Otra vez estaba soñando? Creí estar en el trabajo y estando allí, soñé que ya estaba en casa… que loco.
–Si señor, usted se quedó dormido conduciendo. Ahora quedase quieto, le inmovilizaremos el cuello y estiraremos la pierna sujetándola desde el tobillo a la camilla, al parecer se fracturó el fémur y los músculos se están contrayendo causándole más dolor.
En ese momento un paramédico le toma el tobillo jalando suavemente la pierna mientras que el otro le sujeta la cadera produciéndome un fuerte dolor -¡ay! Pare hijo de su p@%&#…
–¡Bájate de su pierna hijo! Mira que lo despertó diciendo palabrotas.
Era mi mujer que aún lado de mi cama, regañaba a mi hijo, el muy travieso se subió en la pierna que tenía enyesada por algo que aún desconozco; de pronto miró a mi alrededor y quedó más sorprendido al verme en casa con mi familia.
–Pero ¿Qué paso?
–tu querido hijo se subió en la pierna que te fracturaste.
–No, no pero, ¡que mierda de sueños he tenido! ¿cuanto tiempo llevo aquí en mi cama?
–Tranquilo querido esposo, no digas vulgaridades delante del niño, hace tres días que llegaste del trabajo muy cansado y te di un café, que derramaste en tu camisa; que apropósito me costó trabajo desmancharla; y enojado subiste las escaleras de un lado para el otro como si estuvieras ensayando para una danza de valet, enredándose en el último escalón de arriba rodaste por las escaleras, cayendo al piso de la sala. Así se fracturó la pierna y quedaste inconsciente por el chichón en tu frente.
–¿y todo eso fue hace tres días? –si querido, después de ir al médico, llevas dos días durmiendo, roncando como bebé.
En ese momento entro a la habitación un olor que activo las glándulas gustativas de mi lengua
–mmm… que bien huele.
–Si, es un bistec que preparé para la cena. Te lo traeré aquí no sea que te vuelvas a caer y te quedes dormido por otro largo tiempo.
–¿Cómo?
–ajaja… Solo es una broma, llevabas mucho tiempo que no dormías bien. Ese accidente te dio incapacidad dándote oportunidad para descansar quince días; no te muevas querido traeré tú cena.
Luego de la broma de mi esposa, me relajé en mi cama acariciando las sábanas –todo este tiempo estuve en mi cama intentando llegar a ella en mis sueños… y lo peor fue los accidentes que viví, solo eran pesadillas que soñaba dentro del mismo sueño… ¡Que loco! Así de cansado debí de estar.
De pronto, una polilla entra por la ventana entre abierta, dirigiéndose directo al foco de luz amarilla que alumbraba la habitación. Golpeándose repetidas veces dando un leve clip, tomando toda mi atención. El foco de luz se expandía cada vez más a mi cara, junto a el, revolotean insectos excitados por la linterna que iluminaba mi cara… ¡Mierda!
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