RECUERDOS DE LA COSTA
Detrás del telón
Aún lo recuerdo vagamente.
Era una noche tormentosa y oscura, yo tenía aproximadamente como cinco años y medio; iba en una barca junto a una encapuchada, la cual creo era mi madre, esta estaba remando como desesperada, casi como si quisiera llegar a un lugar; cuando encallamos en una playa, la encapuchada hizo que me bajara de la barca, ya en la arena, esta me quebró una botella de vidrio en la cabeza, dejándome inconsciente un rato, al despertar, la tormenta ya había amainado, la luna estaba en el cielo y la capucha flotando en la superficie del agua, al caminar un rato por la arena termine encontrándome un sendero que se adentraba en la espesura de la selva de la isla, tomando todo el valor que tenía en aquel momento me decidí a entrar, los cantos nocturnos de las aves y el movimiento de las hojas de los árboles solo creaban un ambiente tétrico y temible que tuve que aguantar un buen rato, hasta que llegue a un claro, en cuyo centro había una laguna, y en cuyos alrededores había bancas, en una de aquellas bancas me encontré a una hermana que estaba llorando mientras platicaba con la luna:
-¿Acaso sabes porque se fue?
-…
-¿Tienes idea de lo que es tener a alguien a tu lado, en quien puedes confiar y perderlo?
-…
-No
-…
-Es verdad, tú no tienes la respuesta, tal vez nadie a tenga, quizá solo debo de dejar que el tiempo me sane, o quizá no, ¿tú qué crees?
Cuando la hermana terminó de decir eso, intente acercarme por atrás de ella, pero… apenas tocarle el hombro se espantó, salió corriendo, se pisó los hábitos, se resbaló, dio dos volteretas y arrastró la cara por el piso unos dos metros, cuando por fin llegue a donde estaba le di la vuelta, y me di cuenta de que tenía un chichón del tamaño de un huevo, paso un rato, y a lo lejos se comenzaron a oír una voces, todo con miedo tuve que arrastrar a la hermana hacia los árboles, ahí tuve que estar con el cuerpo todo noqueado de la hermana, pues las voces que se oían a lo lejos eran unos practicantes para la competencia anual de correos, los cuales estuvieron sambutidos en el agua practicando para el tramo lacustre, y si se lo preguntan, la respuesta es no, ¿Cómo creen que en medio de ese panorama iba a sacar arrastrando a la hermana que por cierto tenía el chichón un poco más grande?, tuvo que pasar un rato, y cuando por fin parecía que los practicantes se irían la hermana comenzó a despertarse, al principio solo fueron un par de gemidos, mismos que comenzaron a llamar la atención de los practicantes , con miedo a que me descubrieran me escondí atrás de una palma y comencé a golpearme en la cabeza, causando que casi milagrosamente le callera un coco en la cabeza a la hermana, callándola, al ya no oír más los gemidos, los practicantes comenzaron a especular si se trataba de un espectro o de algo más, así que todos temerosos se fueron para no volver. De nuevo con el dilema de la hermana inconsciente, volví a adentrarme en la espesura por el sendero, pero esta vez arrastrando a una hermana con ayuda de su hábito, cuando por fin llegue al final del sendero me encontraba en un pueblo costero; pueblo en el que actualmente vivo; con toda la cautela posible intente esconderme entre unos arbustos junto a la hermana inconsciente, pero me encontraron; las que me encontraron fueron unas isabelitas o Hijas Consagradas al Corazón de Jesús y al de María de Santa Isabel de Portugal, aunque me enteraría más tarde de eso, estas, apenas hallarme me pusieron un pedazo de tela en los ojos, me amarraron bajo la ley prinicia, o en otras palabras, de brazos y piernas hasta parecer más nudo que persona, y me llevaron rodando al orfanato de su tutela, ya ahí, el interrogatorio comenzó, aunque claro, tuvieron un poco de piedad, apenas tenía cinco años y medio.
-Sor Gertrudis, quítele el pedazo de tela al acusado.
-Perdón hijo, así es esta hermana, un…. poco dramática
-Callaos hermanas mías, estamos aquí reunidas para sentenciar a este pillo, el cual seguramente atento contra la hermana Sor Clementina para robarle todo aquello que tuviera valor material.
-Muy bien hermana Sor Clara, parece que sus dotes teatrales no han desaparecido, pero dejemos que la defensa del acusado hable.
-Hijo, ya voy yo. Muy bien, jueza y juradas, en primer lugar, me gustaría preguntarle a este niño, ¿Cuál es tu nombre?
-…
-Hijo, contesta.
-Pero…. Pero…., pero si yo solo quiero a mi mamá.
En aquel momento comencé a llorar, de los gritos que echaba la hermana que estaba inconsciente se despertó y fue entonces cuando pudo explicar todo, al terminar, la hermana superiora entro por la puerta de enfrente.
-¡pero bueno hija!, otra vez se les escapo Sor Clementina, y casi puedo asegurar que Sor Clara se las embauco en uno de sus dramas.
-Hermana superiora, ¿Por qué dice eso?
-Hija, has visto la hora, ya son las seis de la mañana, y a cómo puedo verlas, se desvelaron toda la noche, hijas, ya sé que todas ustedes son nuevas en esto del noviciado, pero por favor, pónganle seriedad, hoy nos llegan los huérfanos, será mejor que descansen lo máximo posible para que hablemos un poco más tarde.
Apenas acabar de decir eso, todas las hermanas se fueron a dormir, mientras que por su parte la hermana superiora me consolaba; me llevo a una banca que esa afuera del orfanato y platicó conmigo.
-Discúlpalas hijo, son muy jóvenes, claro, como el planeta apenas ésta en sus años formativos. Aunque eso sí, me gustaría saber, ¿cómo te llamas? O por lo menos me gustaría saber ¿cómo llegaste a esta isla?
-Hermana, no lo sé, no sé nada, no puedo recordar.
-Hijo, algún pariente o alguien que tengas.
-No hermana, no tengo.
-Bueno, si así ésta la situación; no te gustaría quedarte con nosotras, el orfanato se acaba de terminar, y los niños que vamos a recibir no nos llegan hasta hoy en la tarde, así que… ¿qué dices?
-Bueno… ¡sí!
Después de haber platicado con la hermana superiora, esta me llevó a los dormitorios, en donde escogí la cama de debajo de la litera que estaba al lado de una ventana que daba al huerto, pera acto seguido poder dormir un poco.
Ya para cuando los rayos de luz comenzaron a darme en la cara ya era bien de mañana, al salir del dormitorio, seguí un camino que me llevo al comedor, en donde no había nadie; en aquel entonces parecía tan grande y espacioso, caminando un poco más entre las mesas llegue a la cocina, en donde la hermana superiora estaba sola haciendo el desayuno para sus hermanas, para ella y para mí, al estar tan ocupada solo me pidió que despertara a sus hermanas, dándome para ello una cacerola y una cuchara de madera, ya en el dormitorio de las hermanas, el ruido tardo un rato en hacer efecto, aunque cuando se enteraron de quien los estaba haciendo comenzaron a corretearme del enojo, y así fue hasta llegar al comedor, en donde en medio del lugar me resbale, y de tan bien que estaban encerrados los pisos, me fui deslizando entre las mesas hasta llegar a la cocina, en el momento en que entre a la misma la hermana superiora salió para aclarar todo y para darles de desayunar a sus hermanas. Con un plátano en una mano y con un vaso de atole de avena en el otro, las hermanas comenzaron a hablar de los nombres que les pondrían a los huérfanos, aunque la hermana superiora les aguo la fiesta:
-Hijas mías, hoy llegan, creo que ya es el tiempo justo para darles más información; los niños que nos mandan nuestros hermanos jesuitas son los hijos de los primeros habitantes del archipiélago de las Gronelias, como ustedes ya podrán saber, este pasado invierno el frio azoto especialmente duro a este archipiélago, aunado a unos vientos bastante feroces, provocaron la desgracia de una serie de avalanchas que mataron a los padres de los niños, estos son de una edad aproximada de entre 2 meses y 6 años, ya todos están registrados, así que por favor no se hagan ilusiones en cuanto al nombre, por favor, quisiera la máxima discreción con lo referente a por que están con nosotras, todos están en un estado mental sensible, prácticamente no recuerdan nada por el trauma, no soportan las cosas frías, ni lo relacionado con ellas. Es todo.
-Hermana superiora, hermana superiora.
-Sí, hija.
-¿Qué aremos después de esto?
-¿Qué esto?
-El desayuno
-¡Ah sí!, comenzaran a poner las plántulas en el huerto, por mi parte, tengo que ir al ayuntamiento para arreglar la documentación.
-Sí hermana
Al terminar de desayunar, las hermanas lavaron sus tazas y se fueron al huerto, la hermana superiora y yo nos fuimos al ayuntamiento, y ya ahí nos tardamos un buen rato para intentar tener una cita con la encargada del registro, cosa que tardo unas tres horas, cuando por fin pasamos, la encargada ya tenía las actas de nacimiento con las fotos de los huérfanos, intentando hacer rápida la cosa la encargada solo le dio en sobre groseramente a la hermana y se despidió, todos los intentos de hablar con ella fueron inútiles, por suerte una amiga muy amiga de la hermana pasó junto a nosotros y nos ayudó; al parecer, la hermana quería ver si en el archivo había algún registro sobre mí, cosa que no se encontró, justificando mi inexistencialidad, aunque había una solución, la hermana me podía registrar en este caso aunque con unos apellidos prestados, dándole gracias a su amiga la hermana se apresuró para dar la noticia, causa por la cual se hizo un sorteo en donde cada hermana puso el nombre que más le pareciera en un papel, para posteriormente sacarlo, dando lugar así a mi primer acta de nacimiento con el nombre de:
“Simón Pedro Santiago Juan Felipe Bartolomé Tomas Miguel Rafael Uriel Francisco José Jorge Isidro Diego Lázaro Nicolás Pafnuncio Martín Ramos Toribio del Sagrado Corazón de Jesús y de María Sánchez Rivereña”
Claro, ésa solo fue un acta de regalo a las hermanas por su primer hijo espiritual, pues al final de cuentas, mi acta verdadera solo tiene tres nombres que me dejaron elegir y los dos apellidos:
“Simón Francisco José Sánchez Rivereña”
Cuando ya faltaba poco tiempo para que llegaran los huérfanos, me pusieron junto a Sor Clara a arreglar las camas del dormitorio en donde estaba, al principio todo estuvo muy callado pero conforme nos fuimos acercando el uno al otro surgió algo.
-Simón…
-Sí, hermana Sor Clara
-Hijo, solo llámame Sor Clara.
-Ésta bien.
-Por favor, perdóname lo de la madrugada, pero… es que cuando una siente esa aceleración, esa acción, ese sentimiento que solo el teatro te da, una puede sentir que se separa de todas las ataduras de este mundo, para ascender a un plano en el que a pasar de que ya conoces lo que va a pasar, tu misma te sorprendes. Me entiendes, no.
-Más o menos.
Al decirme eso, la cara de Sor Clara comenzó a brillar como un rayo de sol, casi como si esas palabras la convirtieran en un astro rey que me arrastra a los confines más bellos e inhóspitos del universo, provocando así el nacimiento de mi pasión por el teatro. Apenas terminar de hacer la última cama, el silbido de las torres del barco nos anunció la llegada de los otros, al desembarcar, la sala de estancia del orfanato pareció mercado, lugar en donde la hermana superiora subió a una tarima para acallar a los nuevos y decirles:
“Bienvenidos, aquí es donde vivirán a partir de ahora, creo que nos llevaremos muy bien, yo soy la hermana superiora, ella es Sor Clara, ella se encargara del dormitorio de las jovencitas, Sor Gertrudis se encargara del dormitorio de los niños, Sor Clementina, Sor Fausta, Sor Ana, Sor Eulalia y Sor Concepción se encargaran de los niños pequeños, Sor Asunción, Sor Felicia, Sor Juana, Sor Rosa, Sor Estrella y Sor Apolonia serán las encargadas de las clases de idiomas, Sor Teresa y Sor Julia serán las encargadas del huerto, Sor Anastasia, Sor Guadalupe, Sor Victoria y Sor Cirila tendrán como encomienda la cocina, Sor Leura, Sor Sonia, Sor Elizabeth, Sor Lulú y Sor Paula atenderán el parvulario y les ayudaran con sus tareas además de llevarlos a la escuela, gracias por su atención, pueden pasar a los dormitorios”.
En los dormitorios casi no paso gran cosa, pero en donde si paso fue en el comedor, sentándome junto a Pedro, Julius, Santiago, Juan, Luis y Federico la cosa se animó un tanto, pero… no les puedo decir en qué forma, o me van a ver feo; la cena de aquella noche fue un atole de maíz azul; al terminarse el atole, se comenzó a abrir el telón de una tarima, o más propiamente dicho, escenario, que se encuentra en el comedor, del cual salió Sor Clara para hacer una representación cantada de unos escritos de la hermana superiora con el acompañamiento de Sor Leura y su violín. El título era “Olvidarte”
“Simplemente, simplemente,
Solo me quedan,
Recuerdos tan borrosos,
De días lejanos.
El tiempo ha perdonado,
A las bellas historias,
Que tanto imaginaba,
Estando tan lejos.
Simples babosadas,
Que alguna vez,
Mi mente creo,
Para sanarme.
El calor se fue,
Junto a ti,
Al apartarme,
De mi hogar.
Es un gran dolor,
Un castigo constante,
El poder saber,
De tu lejanía.
Me podrá pesar.
Más lo superare,
No hay dolor eterno;
Lo podre lograr.”
Bueno, siéndoles sincero, fue una buena canción, me gusto bastante, aunque eso sí, lo que no me gusto para nada fue que cuando comenzaba a conciliar el sueño comencé a oír cómo es que todos lloraban entre sueños, así que sin poder dormir, tome una caña de pescar de la utilería del orfanato y me fui a la costa, obviamente nada iba a picar a esa hora, pero como lo sabría más tarde, allá por mi adolescencia, me quede un rato, ya como a las 9:30 comencé a cabecear, ya casi me dormía, cuando a lo lejos vi una balsa improvisada hecha de palos la cual, a mi parecer, estaba muy mal atada, que traía a alguien, con las fuerzas de un niño de cinco años y medio intente tirar el anzuelo para que se enganchara, lo cual no sucedió, aunque la corriente ayudo bastante llevando la balsa a la arena, ya tocando un poco la costa, baje para encallar un poco más la balsa, ahí estaba alguien, un niño, al parecer, con la firme intención de ayudarle me dirigí a toda prisa al orfanato, en donde ya casi todos estaban dormidos, por suerte me encontré a Sor Gertrudis, la cual sin saber que hacer le pidió a Sor Rosa que me acompañara para traer al niño, entre ella y yo nos encargamos, ella con todo el niño y yo con las cosas que había en la balsa, en el dormitorio, Sor Rosa lo acomodó en la cama de debajo de la litera en la que estaba, y por eso es que dormí en la parte de arriba, con todo y ansias de saber más Sor Gertrudis husmeó en una bolsa negra que me había encontrado en la balsa, de la cual, sacó un papel muy maltratado que decía:
“Soy Andrés, tal vez para cuando lean esto ya éste muerto, tengo mucha sed y hambre, hace tres días que no bebo ni cómo”.
Apenas terminar de leer eso, le pusieron una intravenosa; Sor Gertrudis estuvo toda la noche a su lado.
A la mañana siguiente, Andrés por fin despertó; y ahí fue donde comenzó todo.
El tiempo pasa y no perdona, Andrés y yo nos hicimos muy íntimos, casi como hermanos, aunque claro, ser tan íntimo de un hombre que tiene formas de expresión y acción bastante femeninas sin ser afeminado trae a la mente de las personas unas que otras ideas erróneas; compartir, graduarse y vivir juntos son cosas que solo pasan; actualmente Andrés y yo vivimos en la misma casa, trabajamos en el mismo teatro local, él como actor y yo como el de las escenografías, prácticamente compartimos la vida el uno con el otro, pero ojo, no somos pareja; puedo decir sin miedo qua a Andrés le gustan los hombres, pero hay una explicación perfectamente normal para ello, aunque no se las voy a decir…, por ahora.
Es mejor que lean, aprendan el arte y tomen las riendas de la historia.
-Es verdad, aún recuerdo la gloria del Imperio Neoafricano, antes yo era un actor de comerciales, y ahora mírame, un triste y mediocre agricultor de La Bartola. Cantinero, otra copa.
-Perdón señor, pero ha bebido demasiado.
-Y; tu cantinero de cuarta, ¿cómo quién te crees que eres para decirme o no cuanto he bebido?
-Perdón, pero es que.
Pero es que nada.
-Cogte, muy bien Andrés, te felicito, has mejogado bajtante, pego tu Gaston, tienes que parecer más ebrio, mas tugulato. Pego bueno, poj hoy tejminamos en ensayo.
Aquella noche, ya de camino a casa, Andrés me soltó la bomba.
-Simón, quiero decirte algo
-Sí, ¿qué cosa Andrés?
-¿Recuerdas lo que te dije la otra noche?
-Aquello de…
-Sí Simón, eso.
-Pues bueno… yo no puedo estar en contra, es tu decisión.
-Simón, quiero hacerlo, pero tengo miedo a que tú ya no me veas igual.
-Andrés, solo piensa esto, tu imagen la formas tú, no la opinión de los demás seas como seas, te voy a considerar igual.
-¿En serio?
-Sí Andrés, es verdad, si así eres feliz, hazlo.
-Tienes razón Simón, lo voy a hacer.
Al final de cuentas, Andrés se puso tan animado que incluso saco el karaoke del armario.
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