Ella entristecía cada día más.

Los años pasaban demasiado rápido, había conocido hacia ya cuatro años un joven empresario que la deslumbraba por sus regalos costosos, sus autos lujosos y la independencia que en cierta forma la favorecía a ella. Pero él casi no estaba, viajaba seguido, y sus brazos quedaban vacíos; se había prometido a ella misma que desde su ultimo desamor no volvería a hacer que su existencia tenga de eje un hombre, aunque era realista por no haberse prometido dejar de sufrir, pues era de esperarse que ello volvería a suceder, lo que si podría cumplir era independizarse de aquel centro, que su eje fuera su vida, sus objetivos, y comprender que aquello era solo una parte cada vez más pequeña que podía acompañar sus días y solo eso.

Parecía tarea fácil…no lo fue.

Se había embarcado en una nueva relación, con aquel empresario exitoso, esta vez parecía mucho mas prometedora que la ultima, era una relación madura, llena de promesas al comienzo que con el paso del tiempo fueron tornándose neblinosas, las palabras prometidas fueron borrándose como un escrito en la arena a orillas del mar, a pesar que las circunstancias eran las mismas y las condiciones no habían cambiado en lo mas mínimo, por el contrario, ella se atribuía laureles por considerar que la relación le había venido al joven como anillo al dedo, era como completar el cartón de la lotería donde el ganador era siempre él.

Él destellaba sonrisas por doquier, siempre se mostraba feliz, exitoso, con una envidiable vida llena de viajes y aventuras, ella lo observaba y preocupaba cada vez que al mirarlo se preguntaba:¿ quien es?, ¿porque no logro sentirlo como la persona que camina a mi lado?, le torturaban las preguntas cada que lo veía, continuaba observándolo ¿ porque está tan feliz y yo no puedo estarlo?, ¿que ésta mal en mi?.

Las veces que el joven partía en otro vuelo, ella pasaba por su departamento tan solo para sentir su presencia, la rutina era siempre parecida, estacionaba el auto, buscaba en su cartera las llaves en la que colgaba un pequeño perrito hecho de perlas, tomaba el ascensor presionando el cuarto piso, miraba su reflejo en el espejo y en su cabeza retumbaba una y otra vez la misma pregunta:¿ porque no puedo verme? ¿porque luzco tan diferente?, acomodaba su cabello de un lado y del otro, era de puro vicio, creía muy convencida que cada relación la hacia lucir diferente, y sentía muy en el fondo que este momento en su vida no la hacia brillar precisamente como ella deseaba. Al ingresar al departamento tiraba torpemente las llaves en un dresoir ubicado al lado de la puerta de entrada, hacía un paneo general de la sala y pasaba directamente a la habitación de él, al encender la luz lo primero que divisaba era un porta retratos con una fotos de ambos, ella con una sonrisa sincera y él posando glamoroso…al menos ella lo veía de esa manera, acto seguido se dirigía directamente al primer cajón de la mesa de luz para abrirlo y ver lo que había en él, la desconfianza en ella estaba completamente instalada y había empeorado desde su ultimo desencuentro amoroso. Bastaba con una sola señal que la hiciera sospechar para tirar la relación por la borda, una colilla rosada, una caja de protección que tendría que haber utilizado, conociendo su pulcritud, una foto, alguna carta, realmente a veces pensaba que lo hacía con verdadera intención de encontrar algo…sabiendo a la vez que hallar algo le destrozaría el corazón.

El primer pensamiento matutino era él, al igual que el ultimo. Se enfurecía tremendamente cuando tomaba conciencia que había fallado a su promesa de no hacer del joven un eje, y se volvía a prometer día tras día lo mismo y repetía: » tengo una vida, tengo una familia, tengo mi profesión, debo ponerme una meta en donde él no esté presente».

Casi en extremo feminista, soñaba con conseguir aquella independencia varonil, que la hiciera una mujer interesante, deseable, insuperable y totalmente independiente, con sacrificio y muy exhausta mantenía dos puestos de trabajo diferentes, pero no podía dejar de sentirse una dama de compañía; agradecía enormemente la crianza dada por sus padres en cuanto ser ambiciosa y querer y buscar siempre más y lo mejor, pero esas enseñanzas, aquella crianza había formado su cabeza de una manera que no le permitía ser feliz, no disfrutaba lo que tenía porque siempre buscaría más y más, nada sería para ella perfecto y mucho menos si un hombre era el que brillaba y no ella.

Donde se presentaban juntos, el joven brillaba, hablaba, se lucía, reía…ella acompañaba, estaba a su lado incondicionalmente, impecable, pulcrisima pero siempre a un lado, a las conversaciones, muchas veces, no podía unirse porque los relatos del joven en la mayoría de la veces referían a años anteriores a conocerla, viajes, personas que había conocido, negocios que había conseguido, y ella allí parada, con dolor de pies por la absurda altura de sus tacos y con dolor en su rostro por las sonrisas fingida durante horas, solo posaba allí pensando incesantemente qué podría hacer para brillar tanto como aquel joven que tenía a su lado hacia ya cuatro años y que no lograba conocer al cien por ciento.

No comprendía porque al embarcarse en una relación, pesaba en ella ese compromiso de seguir tanto tiempo aunque viera que no era completamente feliz, sentía que tenía el deber de seguir…no estaba segura si lo que la poseía era un miedo a quedarse sola, a terminar la relación y luego arrepentirse, a no poder superarlo, o simplemente porque estaba cansada de pasar de brazos en brazos sin conseguir nada, la desconfianza sería la misma, la espera se haría quizás mas larga y la idea de verlo a él con otra persona la volvía loca.

-» de todos modos tampoco me desesperan los hijos, no me muero por contraer nupcias…así estoy cómoda», era la frase que hacía las veces de valium, calmaba momentáneamente sus ansias, engañaba a su enojo y calmaba sus ambiciones…-» quien no quisiera estar en mi lugar» le seguía si la primera frase no la terminaba de reconfortar.

Comenzaba peleas ridículas para atraer la atención del joven, buscando desesperadamente su atención, conseguir una pregunta cariñosa de interés, que le recordara que la quería, que la envolviera aunque sea por unas horas de amor. Pero ¿porque buscaba esto?, ni ella lo sabría, solo quería que fluyera de él una actitud que se concentrara en su bienestar y no en el de él, que ella fuera el centro de la relación aunque fuera dentro de cuatro paredes y donde participara ella como protagonista y sólo ella, y lo más importante de todo…que lo hiciera antes de irse nuevamente de viaje, antes de verlo armar las valijas y que su soledad comenzara a invadirla nuevamente de preguntas, dudas, desconfianza y tristeza.

Al despedirlo y tras cerrar la puerta la visitaba la soledad, la incertidumbre de si aquel volvería igualmente sólo o acompañado de algún perfume nuevo, si…definitivamente la confianza no era su fuerte. En todos esos días de ausencia su persona se acostumbraba al silencio, pero un día antes de saber de su regreso se alteraba, sabía que sus horarios cambiarían y su silencio se perturbaría.

Su obsesión ya la estaba fastidiando demasiado, cada oportunidad que tenía encendía su computadora busca de sitios en Internet que ofrecieran trabajos en el exterior, muy dentro de ella anhelaba marcharse y dejar todo atrás sin mediar palabras, convencida que a él no le importaría mucho más que el daño a su orgullo.

Fingir se había convertido en su mejor papel, los momentos de felicidad se reducían cada mes más, las expectativas creadas y prometidas se desdibujaban y las ilusiones cada vez molestaban más…sabía que todo moría en palabras.

Tomaría una decisión firme al primer gesto u error cometido por el joven, no repartiría más su tiempo entre dos, un mínimo movimiento haría cambiar el rumbo de su historia, no deseaba ser una mujer más en la vida de nadie, llegar a ser única para ella misma sería su nueva promesa.

Fue un domingo a la tarde que al pasar por el pasillo del departamento vio su imagen desbastada, no era su imagen la que estaba reflejando sino la mascara que llevaba puesta hacía varios años, miró a su alrededor…observó un alajero de cristal y recordó el día que tan alegre lo había comprado, el elefante que posaba al lado del televisor y recordó que lo primero que deseaba al regalárselo a él era cuan felíz lo podía hacer, miró los pisos…si eran los que eligieron juntos, pero todo se reducía a objetos, no había recuerdo de hijos, de padres, de amor. De repente sintió un escalofríos que congeló su cuello, recordó a su padre…sólo anhelaba escapar de aquella jaula dorada para volar lejos.

Lo último que sus manos rozaron fueron las paredes, únicas testigos de tanta soledad.

Una carta, en su mesa de luz, quedó confesando un vago motivo:-«gracias».

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