Cómo se da un tratamiento

Cómo se da un tratamiento

Kelly Mederes

02/06/2017

«SOBRE EL TRATAMIENTO»

INTRODUCCIÓN

Básicamente a continuación se presentara un escrito sobre aquello que hacemos los psicólogos o cualquier otro profesional de salud dentro de consulta, los pasos, la manera de ir y venir, reflexionando sobre las fundaciones formativas (escuelas) y su enorme papel al orientarnos hacía cierto camino en especifico, con una constante interrogante del mismo profesional hacia la calidad de su labor terapéutica.

Me gustaría poder mostrar el avance tan grande en el mundo de la psicología que hemos tenido, y más en el proceso de aceptar a cualquier tipo de pacientes, y es que si retomamos a Freud, el padre de psicoanálisis, quien en sus escritos mencionaba una pequeña y selecta parte de la población, quienes eran privilegiados al ser candidatos al tratamiento, dichas especificaciones iban desde no niños, no personas de la tercera edad, en fin, muchas prohibiciones que a través de los años han ido cambiando y para bien, cada día ponemos en cuestionamiento el legado que no simplemente él nos ha dejado, sino, un sinfín de autores, hasta llegar a la actualidad.

No es de sorprenderse que hoy en día existan más de 200 psicoterapias o terapias de apoyo y todas con la finalidad de la mejoría del paciente, totalmente diferente y contrario a lo que en los tiempos de Freud era ley, ahora, podemos atender a personas con deficiencias mentales, psicóticos, ancianos, adolescentes, embarazadas, sordomudos, etc. quien sea quien acuda a pedir tratamiento se le dará. Y es que también hay que preguntarse cuantas cosas no cambiarán dentro de pocos años, es decir, hoy en día tenemos técnicas definidas y bien establecidas, que muy posiblemente vallan revolucionándose para las necesidades en específico de cada población.

DESARROLLO

He de comenzar seguramente con la definición sobre lo que es un tratamiento, la entrevista, y qué es lo que ocurre dentro de todo el proceso, dentro de la psicología, del psicoanálisis, sin embargo, son términos tan usados por todos los estudiantes, profesionales e incluso los que están fuera del campo que ya se ha perdido el sentido de la definición estricta; este escrito se da con la finalidad de comprender todo aquello que sucede dentro de un pequeño espacio terapéutico, dentro de la terapia o análisis. Estar dentro de un proceso terapéutico tiene granes implicaciones, a nivel profesional y también por el lado del paciente, implica, como un maestro solía decir en sus clases, un llamado desesperado de amor y esa es precisamente lo que nosotros, los profesionales hacemos o deberíamos hacer, y sí, digo deberíamos hacer puesto que las instituciones formativas nos enseñan en su mayoría a ser neutrales, ortodoxos, rígidos, sin sentimientos, ni empatía, ni comprensión y aquí es donde yo me pregunto a ¿a qué va todo esto?. Pongamos ejemplos sencillos: si alguien acude a un psicólogo como última opción (que generalmente solos el último recurso) por cualquier problemática, esperaría en su mayoría, que existiera comprensión y una promesa de recuperación o intento para lograr mejorar su calidad de vida, su estado de ánimo, etc. sin embargo, es algo que como estudiantes y practicantes no vemos y los tratamos sujetos que conocen el camino, el porqué de su padecimiento y les dejamos toda la chamba a ellos, sin siquiera mover un dedo, o inclusive pensar en qué es lo que realmente busca: esta demanda de amor.

Antes que nada, el primer contacto es fundamental, es decir la manera en la cual el paciente o cliente acude con un especialista o un terapeuta, psicólogo, analista o como deseen llamarle; ese primer acercamiento en donde existe una comunicación, muchas veces vía electrónica, mediante terceros, por ejemplo en clínicas, en donde se hace una entrevista antes de pasarlo con el terapeuta propiamente dicho, dejándose ver la iniciativa, la motivación y el deseo de esta persona por mejorar algún aspecto de su vida.

Una vez ya en las manos del profesional, el primer encuentro cara a cara es de máxima importancia, porque de éste depende si se concreta el seguimiento del proceso o si solo fue una sesión en donde sacó todo y se sintió mejor. En este momento, la mayoría de los profesionales lo emplean para sacar toda la información del porque y cómo llegó a ese lugar, su motivo de consulta, y muchas otras cuestiones que son importantes, hay algunos autores como Díaz Portillo, Aberastury, Etchegoyen y muchos más, que plantean verificar todos los antecedentes en su vida privada, si tiene familia, quienes viven con el/ella, que profesión tiene y en donde labora o estudia, que hace de su tiempo libre y mientras el paciente sigue dialogando, el profesional comprueba si las áreas importantes se encuentran en un estado óptimo o si se encuentran dañadas, como si se encuentra ubicado en el aquí y el ahora, si tiene problemas de lenguaje o de atención, si existe una discrepancia entre lo que dice y la manera en que cuenta la situación, etc. si es el caso que se encuentre dañadas, es tarea del profesional indagar y mandarlo con otro especialista para descartar de este modo que sea algo corporal, como alguna lesión cerebral o alguna otra afección, si en dado caso no existe nada de eso, entonces estará dentro de nuestra labor investigar todo lo relacionado a aquella limitante, indagando su procedencia y demás factores.

A lo largo de esta primera sesión y que por lo general dura más del tiempo normalmente empleado, se pretende cumplir con un objetivo, el objetivo del profesional, en primera instancia es el bienestar del paciente, así como de fijar una segunda sesión posterior y saber que procedimiento o técnica se empleará en ese caso en específico, como lo menciona Etchegoyen a lo largo de sus trabajos, en donde hace especial énfasis en delimitar las variantes de la siguientes sesiones, esta variables deberán o se procurarán que sean fijas, para darle una estabilidad al paciente, dentro de estas se encuentran por ejemplo, los honorarios del profesional, el tiempo de cada sesión, el lugar en donde se trabajará y el modo de trabajo, puesto que cabe mencionar que se trabajará diferente si se trata de un niño, un adolescente o un adulto, así como de la especialidad que el profesional tome y con qué técnica se encuentre más familiarizado, así mismo, como Ocampo y García mencionan que al momento de trabajar con niños o adolescentes es de suma importancia la relación que se lleve tanto con el menor como con el cuidador, considerando quién es el paciente y con quien se debe respetar el pacto de la confidencialidad, con estos pacientes, cabe mencionar que se necesita ser más flexibles sesión tras sesión respecto a la manera en la cual se lleve y siempre tener en cuenta los objetivos fijos.

Así mismo, cabe mencionar la importancia de la confidencialidad, así como de si existe algún factor que altere el orden de la vida del paciente, hay que dar aviso a las autoridades correspondientes, con esto me refiero a que si hay probabilidad de que el paciente sufra de algún daño producido por sí mismo o por el otro lado de la moneda, si éste hace daño a terceros, tendría que avisarse a los padres primordialmente si el paciente es menor de edad, o a la policía, u alguna otra organización que ayude al respecto.

Una vez pasada esta etapa de las entrevistas, es momento de comenzar con el proceso del tratamiento, en donde existe una alianza entre ambas partes, es la motivación tanto del paciente para regresar como del terapeuta para estar dispuesto a escuchar y atender esa demanda que el paciente nos hace ver desde el comienzo del proceso. En esta fase, de duración indefinida y que éste principio cambia dependiendo de la especialidad de cada terapeuta; es donde se harán cuestionamientos y análisis profundos sobre la manera de vivir del paciente, es una constante invitación a la reflexión de cosas insignificantes y al mismo tiempo importantes que acontece en su vida, la labor del terapeuta se trata de ser un guía y estar cuando el paciente no necesite, en las buenas y en las malas, siendo un compromiso con el cual no muchos pueden trabajarlo y es allí donde se encuentran estas resistencias, o formas de evitar este contacto, poniendo excusas, accidentes, enfermedades o sin previo aviso, simplemente suspender el tratamiento.

Cada sesión se distingue por el manejo de contenido, no existe una pauta en donde diga que es lo que se debe de contestar al paciente con exactitud cuándo diga tal o cual frase, aquí es en donde se hace ver la disposición del terapeuta al escuchar de una manera particular y en donde es capaz de regresar cosas que quizás el paciente no esté viendo, se pudiera decir que es como una segunda ojeada u opinión respecto algo en específico: la vida misma del paciente. Y es aquí, en este punto cuando el terapeuta hace uso de todo el conocimiento teórico que ha leído y vivido durante su formación, siempre y cuando cuidando la salud del paciente, su bienestar, y cabe mencionar porqué hago hincapié en esto, muchos estudiantes, si no digo todos, creemos (y sí, me incluyo porque incluso en mis primeras vivencias creía que estaba haciendo bien sin mirar el daño que causaba) que al regresarle de manera brusca y un tanto salvaje, interpretando sin saber lo que es aún para el paciente y haciendo conexiones y “salvajadas” le estamos haciendo un bien, porque él o ella aun no lo han podido ver y por desgracia, eso habla muchísimo más sobre nosotros, y nuestra calidad de profesionales. El hecho de que lloren o que no sepan que decir y se queden callados o incluso su inasistencia, no es una victoria para nosotros, ni significa que le hemos atinado con lo que acabamos de inventar; significa, en su mayoría, que son puntos sensibles y que por desgracia, no lo estamos tratando de manera humana y concisa a su debido tiempo, puesto que pareciera que todo esto lo hacemos para demostrarnos a nosotros mismos algo, que si somos capaces de escuchar o que sabemos a qué se refiere el paciente cuando dice tal cosa.

Esta segunda etapa, es la más larga y complicada, difícil y tediosa, ya que necesita de mucho de nuestro ingenio, sabiduría y escucha, así como la empatía y sensibilidad, tacto al decir las cosas, y todo esto abre paso a una tercera etapa: la despedida. Todo esto se nos es informado durante nuestra formación como color de rosa, nos dicen o escuchamos vivencias de maestros, que parecieran perfectas más que humanas, nos hacen pensar y creer que hacemos bien con casarnos solamente con una especialización y que todo los pacientes que lleguemos a ver sanarán con esto o aquello que leímos en un artículo de un libro antiguo en alguna clase, sin saber que, en el mundo laboral, no todo es color blanco o negro, si no de combinaciones, y que con cada paciente podemos mezclar conocimientos varios para poderle dar un soporte y cabe mencionar también que es válido traspasar a los pacientes, habrá algunos con los cuales no nos sentiremos a gusto, o no estemos dando al cien como deberíamos, y es entonces cuando se sugiere cambiarlos con otro especialista.

Por otra parte, la despedida es la etapa más bonita y sorpresiva a veces, se da cuando el paciente ya resolvió aquello por lo cual lo trajo con nosotros, se ha quitado un síntoma en específico, o incluso ya no puede y se le hace pesado, tedioso y doloroso el seguir con el tratamiento, de una u otra forma, esta etapa es mi favorita, porque por lo general, podemos ver el avance del paciente, del cómo llegó a lo que es ahora, y también nos podemos ver, porque, es cierto que nosotros como terapeutas o analistas, psicólogos al fin y al cabo hemos cambiado y maduramos con cada paciente, con cada experiencia. Yo creo que cada caso, nos deja algo en específico tanto para bien y para mejorar, aquí es donde vemos (o quizás antes) en que la hemos regado y serán nuestras pautas para los siguientes pacientes, aunque no suene de la mejor manera.

Lo que sí no cabe duda es que si se sabe llevar cada caso adecuadamente, tanto el paciente como el terapeuta experimentaran una sensación similar de crecimiento, sin embargo, cuando el caso no se ha tratado de la manera más profesional y con esto hago referencia a supervisiones, lecturas teóricas y un propio análisis, el mismo terapeuta, puede resultar dañado al traer vívidamente aquellos conflictos que ya estaban superados en cualquier otra etapa del desarrollo para el caso del terapeuta y del caso del paciente sentirá que no ha existido avance alguno.

También debo mencionar que no en todos los casos podemos hacer cierres y esto gracias a que existen ocasiones en las cuales el paciente decide dejar de asistir sin previo aviso, en donde no se puede o podrá dar un cierre del tratamiento, que sería lo más sano. Al trabajar con niños y adolescentes, por ejemplo es un poco diferente a lo que mi experiencia concierne, ya que muchas veces, el motivo de consulta queda solucionado en un tiempo relativamente corto y mientras nosotros seguimos abordando otros conflictos y áreas de oportunidad, los padres optan por parar las sesiones, sin previo aviso, por lo cual se sugiere que con ellos exista un aprendizaje o pequeña moraleja en cada sesión y un pequeño cierre, por si en dado caso ocurre dicho corte, no sea tan drástico y perturbe o altere al menor.

CONCLUSION

Finalmente, espero que el lector se haya podido cuestionar comportamientos que ha adoptado a lo largo de su experiencia con pacientes, una invitación a la constante reflexión y crecimiento profesional, así también como una invitación a seguir desarrollando habilidades que creíamos no poseer y porque no, a interesarnos por otras áreas de la salud que no sabemos cuándo nos serán de utilidad.

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