Esa mañana Harman se despertó sin necesidad de escuchar su despertador, un hecho poco común. Escuchó a su madre limpiando y ordenando la cocina después de haber preparado los almuerzos. Miró el reloj y se dio cuenta que en once minutos la alarma sonaría. Su frustración fue grande pues había desperdiciado once minutos de sueño sin explicación. Se quedó observando fijamente el techo de su habitación mientras divagaba sin un objetivo en particular más que el de perder el tiempo. Un espantoso aroma a carne podrida atacó su nariz. El estómago se le revolvió, apenas pudo contener una arcada e instintivamente se giró a su izquierda cubriendose la nariz. Parecía como si alguien hubiera abierto un paquete de carne podrida justo frente a él. Adoptó una posición fetal y buscó cubrirse con la cobija cuando de pronto unos pasos captaron su atención. De inmediato pensó que era su madre que se acercaba para despertarlo, pero inexplicablemente los pasos se detuvieron sin otra interacción. Mario estaba completamente inmóvil, esperando escuchar la voz de su mamá, el silencio debajo de la cobija le hizo sentirse nervioso. Inexplicablemente un escalofrio recorrió su espalda y su piel se erizó. Su respiración se aceleró y su frente empezaba a perlarse de sudor. -¿Por qué mamá no me habla o me mueve? – se cuestionaba. Los segundos que llevaba cubierto habían pasado pesadamente, el silencio era casi absoluto, únicamente el torturado latido de su corazón se percibía y ahora empezaba a sentir un miedo horrible pensando que la persona que estaba con él en esa habitación era alguien más. Las gotas de sudor rodaban por su sienes, no tenía intenciones de mover algún músculo hasta que … Rrrrriiin! La alarma sonó, provocó que Mario diera un salto de sorpresa y de manera inmediata se destapó con un movimiento brusco de su brazo y apagó la alarma. Su frente estaba invadida con gotas de sudor, su respiración se notaba agitada, incluso sus manos temblaban levemente. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que había un hombre parado en el umbral de su puerta. Era un hombre alto con sombrero, lo sombrío del cuarto no dejaba que Harman pudiera apreciar detallademente las facciones de esa persona. Sólo estaba parado, practicamente inerte, «observando» cautelosamente cada movimiento que hacía Harman. El olor a podredumbre era fuerte, miraba con incredulidad. -¿Quién eres tú?- trataba de preguntar pero no había palabra que pudiera pronunciar, estaba completamente congelado. La ominosa figura dio la vuelta y se alejó del cuarto. Harman vio toda la escena y minutos después logró incorporarse nuevamente. Estaba empapado de sudor, en sus manos percibía un horrible temblor incontrolable, no tenía la menor idea de quién era esa persona o ente. De inmediato se levantó y con paso apresurado salió de su cuarto buscando a su mamá. Entró a la cocina y la vió exprimiendo naranjas para el desayuno. -Mario ¿Qué te pasa? Estás pálido – le cuestionó su madre, con un leve tartamudeo consiguió explicarle lo que había ocurrido, pero para desgracia de Harman ese sólo sería el principio de una escalofriante pesadilla.
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