Año 2017
No escribo muy a menudo, así que no puedo decir que tenga una rutina de escritura. Podría alegar que no tengo tiempo o que no se me da especialmente bien. Aunque probablemente la razón sea más simple, y no sea otra que la pereza (lo cual no excluye las anteriores). Normalmente me lleva un tiempo previo considerable ordenar y desarrollar un texto que me guste. Y cuando no encuentro excusas y me pongo a escribir, las ideas no fluyen como quisiera. Recurro normalmente a la realidad y a mi propia experiencia para buscar la inspiración, incluidas las obras de ficción que he visto o leído. Por lo tanto, las ideas no son completamente originales, sino que tienen siempre algo de plagio.
Luego viene la parte de dar forma a lo que he pensado. De nada sirve tener buenas ideas si uno no es capaz de expresarlas de forma precisa y particular. En silencio tecleo delante de la pantalla de mi ordenador, y cuando termino con uno o pocos párrafos, los leo con ánimo crítico. No me convencen plenamente. Entonces reviso una y otra vez, consulto el diccionario, y modifico el texto de tal manera que en algunas ocasiones se parece bien poco al original. Tal vez debiera ser menos perfeccionista y conformarme sin más con lo que salga a las primeras de cambio. Al fin y al cabo, cuando después de cierto tiempo leo lo que he escrito, pienso que no está mal.
Año 2032
La aplicación WritingForYou ha cambiado nuestras vidas. Casi se puede considerar un bicho raro a quien no la ha descargado, de modo similar a quien no tenía Whatsapp en 2017. El funcionamiento es muy sencillo; para registrarse, el usuario hace un test de personalidad que incluya sus gustos y preferencias, y cuando quiere obtener un texto, elige las características deseadas: extensión, temática, estilo, ideas principales y secundarias, y a quién va dirigido o el propósito del mismo. Se puede también seleccionar varias palabras concretas para que figuren expresamente. Algo similar a las tarjetas con frases que pretenden ser ingeniosas, o a las canciones pop, pero mucho más sofisticado. Así surge y se cocina un texto siempre distinto y coherente, a partir de complejas funciones y combinaciones múltiples de frases, relatos, novelas, poemas o cualquier cosa escrita en la red. Matemáticas aplicadas a la literatura. Si no se adapta a lo que querías, probablemente es porque no seleccionaste correctamente los ingredientes. Además del ahorro de tiempo y de trabajo, hay otra importante ventaja; nadie puede saber si la obra resultante es fruto de tu imaginación o de la aplicación, por lo que es muy tentador recurrir a la tecnología. Y se ha perfeccionado de tal manera que los textos producidos son casi siempre bastante elocuentes, profundos, armónicos y certeros. Brillantes, en una palabra.
El dilema es: ¿conformarnos con nuestros escritos personales, mejorables o directamente mediocres, o usar la aplicación y renunciar a pensar para escribir?
En el año 2032, espero al menos no abusar de esta forma de escritura…
P.D. Lo sabremos dentro de quince años… o tal vez antes.
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