Los microestados de la energía
Como un cúmulo de microestados de la energía
dispersándose en el espacio imperecedero,
moviéndose, agitándose con dolor de nacimiento;
creciendo plena en la nada, para ser algo,
para que cuerpo y alma formen un todo,
eso es la vida… un profuso mar de voluntad;
un susurro de las plantas cuando germinan
o se marchitan en ese círculo voluble de la tierra,
complejo pero hermoso milagro del universo;
existencia de lo indiviso
perfeccionado en el espacio cósmico.
Por eso defiendo la esencia del universo
sembrando el árbol junto al manantial,
rebosando energía en el amor
cual mar embravecido en la tormenta;
dejando que la impetuosidad de mi alma liberada
se desborde alegre,
en cada pliegue agonizante de los naufragios;
descansando en la luz para extinguir las tinieblas
y así, cuando el espacio sideral
reclame mi último aliento,
seré como un halcón enfilándome en el horizonte
para unirme por siempre a las estrellas.
La coronación de espinas, de Jerónimo El Bosco
Cuatro realidades plasmadas con pincel y óleo
circunstancias que acuden como tentaciones para el hombre:
¡superficialidad, vanidad, envidia y certidumbre!
entonces, surge en tú pintura un reflejo…
¿es acaso esa necesidad de sustento espiritual del individuo
que lo conmina a un escrutinio reflexivo sobre su existencia humana?;
y de cómo, en ese continuo devenir
trata de acertar y aceptar a Dios
en el desapego de lo terrenal, o las banalidades del ser humano.
¿He de preguntarme sobre mi existencia?,
¿sobre mi misión en este mundo?
O ¿sobre la divina interacción con lo terrenal y lo celestial?
¡Jerónimo!, no me des posiciones intermedias
para comprender mi entorno
y mi sitio frente a lo divino y humano.
Quiero tener una mejor relación con mi humanidad
con la naturaleza, con mis congéneres pero;
sobre todo, con Dios y la inmaterialidad de mi existencia.
En mis raciocinios y en mis propias convicciones
juzgo que el ser humano
debe hallar la codiciada compensación;
trascender desde lo reflexivo
no sólo como un anacoreta, desahuciado en una obscura montaña;
sino, como un ser espiritual en busca de la perfección de su alma
de su fuerza interior
que lo incite a la consumación de su meta;
trazada desde antes de germinar…
desde antes de existir físicamente;
como un forma armoniosa de ser
de convivir, y de semejanza con los demás seres;
como un enrevesado método
para descifrar tu pintura o el camino que nos pueda encauzar…
a esa indefectible y necesaria afinidad con Dios.
Valor imperioso
¡Oh valor imperioso!
Esencia y cimiento del hombre,
emerges como un opúsculo
de odas emancipadoras,
centelleando en el horizonte como la esperanza.
Eres el ente medular del esbozo humano,
el revolotear de las mariposas en florecimiento,
el céfiro fuerte e imperecedero
que sacude impetuoso
las cadenas, los grilletes y las jaulas
desvaneciéndolos como granos de arena.
Despiertas como el alba impaciente
sin dejar que el frio agarrote las manos
trémulas por el desasosiego.
No permitas que brille la nostalgia
si un día descubro tu ausencia
en el lóbrego silencio de una habitación;
no consientas el afloramiento
de mi ser atribulado,
ni dejes arder mi espalda lacerada
por los azotes de la esclavitud
y por las flagelaciones
de la desazón que consume y no reposa.
Despeja los senderos escabrosos
porque enmarañado se me torna el corazón
en busca del sosiego,
implorando en el exilio,
aguardando abstraído la respuesta esperada.
Por momentos pareces
el silbido de un viento tenue
delgada y sutil como una línea,
pero el universo conspira a tu favor;
entonces eres como un sol
introduciéndose vivamente
debajo de la piel,
surcando las venas,
provocando un explosión de voces
que gritan tu nombre
desde adentro del alma,
desde adentro del hombre
y empeñado queda mi corazón en esta lid
y me declaro soberano
gritando a los cuatro vientos:
¡Aquí estoy para emancipar mi espíritu!
y el eco va derrumbando las paredes del olvido
entonces puedo ver tu sendero
y gritar tu nombre…¡ Libertad !
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