Era un ventanal cuadrado con medidas perfectas, tres espacios lo dividían por medio de dos maderos atravesados verticalmente. Unas barrillas los subdividían en espacios más pequeños de forma horizontal. Mostraban ocho espacios y una malla verde al interior de la habitación, exponía el paso del tiempo.

En los días medios a la semana su mirada se encontraba con las prendas que dibujaban en su mente una venus de milo. Esos minúsculas bordados de florecitas en la parte delantera de su lejano sueño erótico fue la convicción que se arraigo en sus pensamientos desde que se hospedo en ese mal oliente cuartucho, que por las noches se hacia mas frío y asqueroso, por el hedor que desprendía la cañería. La casona que guardaba secretos de hiel; estaba ubicada en el lado oeste del centro del pueblo y era habitada por comerciantes y mujeres desafortunadas con hijos de padres distintos.

La noche de su llegada a esa lejana y lúgubre población no tenia idea de donde hospedarse y mucho menos imaginaba quien podría ayudarle a encontrar una estancia humilde y económica para habitar mientras desempeñaba sus funciones de mandadero. Paso mas de media hora mientras veía correr las gentes, los maleteros ofrecer sus servicios por unos pesos, los comensales hambrientos devoraban la comida como si la próxima oportunidad estuviera vetada de por vida, y las putitas desde un balcón baboseaban a cualquier transeúnte despistado para obligarlo a subir y deleitarlo con sus artes.

Decidido por la hora y el hambre, divisó a unos metros cruzando la calle un taxi y bajándose de el un hombre con cara de honrado, atravesó cuando pudo la calle y a zancadas llego hasta donde estaba y le dijo: -Buenas noches señor-. Subió la maleta y justo media cuadra después con el carro en marcha, prosiguió: -Me hace el favor y me lleva a un hotel barato, que aguante-. El taxista soltó la carcajada. ¡Jajajaja! ¿De cuanto dispone amigo? Que no pase de diez la noche. El mas barato cobra veinte por noche. Respondió el taxista con un tono mas seco, pero amable. De pronto. Frenó… -Mire ahí esta uno, pregunte-. Afortunadamente aquel hotel para camioneros de paso, aguantaba y era barato, cobraban trece por noche, así que pago el taxi, bajo la maleta y se hospedo.

A trece la noche seguía siendo cara, así que al día siguiente no perdió tiempo y después de desayunar en un restaurante-bar que se topo en el camino, inicio la travesía de conocer el pueblo. Camino por varias horas y cuando ya se canso y decidió volver al hotel para darse un baño de agua fría, paso frente a una peluquería y decidió bajarse el pelo. Las intenciones eran mas de relaciones personales que de estética masculina. Y efectivamente logro entablar conversación con la mujer que lo atendió y antes de terminar el corte ya habían cuadrado una llamada apenas ella supiera de una habitación barata.

En contadas horas la mujer telefonea y avisa sobre una pensión que administra una amiga y que precisamente disponía de una habitación sin muchas pretensiones, era precisamente para visitas cortas y afanadas. Esa misma tarde el trasteo se efectuó después de saldar la cuenta en el hotel.

En ese espacio lejano, lleno de cuerdas que prensaban entre ellas las intimidades de una fantasía, mas allá del zaguán se vislumbraba la ruta establecida por los dioses para hallar el aposento de una diosa. La figura esbelta que recorría su mente de manera carnal y que aparecía en sus sueños para poseerlo.

Así pasaban los días, sin embargo el no percibía el pasar del tiempo, se había perdido en la ilusión, en la diáfana alucinación provocadora, que le permitía seguir soportando este mundo de mortales, condenados a vivir día tras día por un régimen divino. Casimiro no diferenciaba los días, ni las horas.

Un mensaje en su bandeja de entrada confirma lo que para él era una trágica noticia. -Permítase presentarse en nuestro despacho, al término de la distancia-. Era apenas claro, después de mes y medio, los intentos por finalizar cabalmente su misión se hacían inútiles y el tiempo pactado se había vencido. La idea de regresar era terrible. El comendador era un hombre funesto y sin escrúpulos, capas de filetear un cuerpo y comerlo sin remordimiento. Pero lo más frustrante para Casimiro, era la partida sin poder desfogar su libido represado. Tanto anhelo, tantas noches de espera junto a la ventana, tantas energías guardadas, ¿para que?……..

Finalmente llegó el momento de la partida, comenzó a empacar su maleta y un suspiro afligido exhalo mientras observaba la ventana. Miro alrededor para no olvidar nada, tomo su equipaje y abrió la puerta. En ese justo instante pudo escuchar una melodía, era una entonación digna de alabanza, el tono estaba lejos, pero en segundos se fue haciendo más fuerte, era ella, su diosa, la venus de milo en persona se dignaba a mostrarse ante sus ojos. -Por fin, llego mi hora- dijo entre dientes. Aquel momento seria el más sublime de una nefasta vida, que muy pronto llegaría a su fin.

El canto se hacia cada vez mas fuerte y claro.

Dejo caer la maleta y de un salto llego a la ventana. En contados segundos… Observo una mujer que modelaba con mucho orgullo unas seis décadas de uso que sobre su cuerpo pesaban como costales de arena, la esbelta dama se poso en el zaguán haciendo pasos de baile en zigzag. La toalla que cubría su figura parecía prenderse del aire y en un acto de ironía hacia caso omiso de la ley de gravedad y las hebras de su cabello manchado de blanco podían contarse desde lejos.

Finalmente deslizo sus arrugadas y famélicas manos por entre las cuerdas, con una mirada calculadora repaso el tendido y después de soltar una sonrisa afable desprendió la braga más pequeña.

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