Cartas viejas de una antigua vida

Cartas viejas de una antigua vida

El regreso del antiguo Santiago Se que ha pasado tiempo desde la última vez que te visité, dejé de cultivarte, de mirarte, pero ni un solo instante deje de extrañarte, a pesar de que el tiempo hizo estragos en mi cuerpo. Me da curiosidad saber cómo evoluciona el amor, como es que su forma, tan cambiante nos abandona y de repente aparece. Un día éramos inseparables y al otro solo estaba yo. Hace poco volví a nuestro antiguo hogar, mire nuestras fotos, que por cierto estaban cubierta de polvo, tendí nuestra cama y leí nuestras antiguas cartas, fue muy fácil recordarte, eras alguien completamente diferente a la persona que no existe hoy, aquella mujer me amaba, amaba sus hijos, su vida, amaba hasta los corajes que el mundo le hacía pasar. Regresaba cansada a casa, los niños le preparaban un té, siempre de manzanilla, yo le pedía que se acostara y masajeaba sus pies, muy suavemente, sentía la presión en ellos y me encargaba de aliviar su dolor. Yo también era otro, aquel hombre te amaba, escribía todos los días y soñaba todas las noches, ahora no recuerdo la última vez que soñé. Diario los niños me mostraban sus dibujos y yo les enseñaba a leer, les decía que odiaba la escuela, que nada valioso se aprendía de esa forma. Siempre quise educarlos yo mismo, pero tú siempre te negabas, decías que les transmitiría mis preocupaciones y mis descontroladas pasiones, aunque eso es lo que amabas de mi. Querías que vivieran normal, como los demás niños, aunque sabías que eran nuestros hijos, jamás les permitiría vivir sin amar, sin creer y sin luchar. Los días pasaban y nos volvíamos más viejos, pero aún podíamos sostener nuestras manos y patinar juntos, Jazmín crecía y se volvía una mujer, tan hermosa e inteligente como tú, y Fabián se volvió un hombre sensible y voluntarioso, yo tenía miedo, sabía que pronto nos dejarían, pero tú siempre ponías mi rostro en tu pecho, secabas mis lágrimas con tus primeras arrugas y acariciabas mi rostro, tu sonrisa me recordaba nuestros antiguos amores, nuestros viejos momentos, cuando éramos amantes. No he dejado de extrañarte ni un solo día, las noches son más largas ahora, a pesar de que mi cuerpo exige dormir, mi tristeza me obliga a mirar el techo vacío, busco formar tu rostro con las grietas que hay en el. Tus caricias aún se guardan en mis pómulos y mis lágrimas aún esperan por tus arrugas. Cada día falta menos, seguí todos tus consejos y también algunos míos, los niños me visitan de vez en cuando, me ayudan en mi nueva casa, creo que sabes porque deje nuestro hogar, olía demasiado a ti y era demasiado grande para guardar mi soledad, ahora solo riego mis plantas y escribo mis libros, bebo el Té que te gustaba beber todos los días, aunque no soy muy fanatico del Té, siempre preferí el café y los cigarros, pero tú jamás quisiste que fumara, decías que lo hacía demasiado, que terminaría matandome, eso fue algo que nunca entendí, porque yo estoy vivo ahora y tú no, porque yo soy el que deba de extrañarte en cada momento, porque yo soy el que deba de beber el té y tu no.

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