Cartas para mis fantasmas

Cartas para mis fantasmas

CARTA I – FANTASMA PASADO

Querido fantasma pasado:

Sé que hubo muchos fallos, muchas contradicciones y demasiado desinterés por mi parte, pero llegados a este punto no puedo darte explicaciones del por qué en ese momento decidí hacernos tanto daño.

En el instituto no terminábamos de encajar y siempre éramos el objetivo o parte del grupo al que amenazaban y del que se reían “los poderosos”; los que se escondían en rincones del patio del colegio a comer el bocadillo o al menos a intentarlo antes de que nos lo arrebataran… No sé si recuerdas lo que se sentía cuando éramos nadie.

Tan sólo debíamos escoger entre dos caminos que mucho distaban el uno del otro; estaba el camino difícil en el que debíamos llegar ser alguien por nuestro propio esfuerzo e intelecto, que si mal no recuerdo, siempre tuvimos de sobra. Papá y mamá hicieron todo lo posible para facilitarnos ese camino, cortaron todas las espinas y echaron graba a cada bache para que no tropezáramos, pero aún con todas las facilidades elegimos el camino fácil.

A veces me pregunto por qué durante tantos años fuimos una persona ajena a nosotros, sin personalidad, guiada por lo que nos decían que debíamos hacer. ¿Crees éramos alguien después del instituto? A pesar de estar en el grupo de los chicos malos, seguíamos siendo nadie, pero la necesidad de encajar hizo que viéramos puertas abiertas donde tan sólo había gateras por las que arrastrarse.

Recordemos aquella tarde en el parque, con vino tinto de tetra-brik y Coca-Cola. Aún puedo percibir el mareo y las nauseas; mirar alrededor y ver formas difuminadas de gente que murmura, se ríe y nos empuja de lado a lado hasta que nos hacen caer al suelo para seguir mofándose a nuestra costa.

Espera… Todavía no agaches la cabeza, déjame terminar. Recuerda la primera calada de aquel porro porque todos lo hacían y no podíamos ser menos, además aquello no iba a hacernos daño ¿verdad? Eran nuestros amigos y no iban a dejar que nos pasara nada, con ellos habíamos empezado a fumar en los baños del instituto y poco a poco se trazó esa relación tan fraternal que nos hacía inseparables. ¿Y qué me dices de la botella de whisky que robamos en el supermercado mientras ellos entretenían al dependiente? Son experiencias que sin ellos quizás no habríamos vivido, la adrenalina de los cacheos en el parque y cómo nos reíamos al ver que los maderos conocían dígito a dígito nuestro DNI, eso nos hacía sentir importantes.

Encontrar ese trabajo tan bien pagado nos dio alas. Turno fijo de mañana y 1.100 euros al mes… Si, ahí fue cuando realmente triunfamos y dejamos de depender de papá y mamá, porque no necesitábamos su dinero; se acabaron las buenas palabras en casa y el hacer recados como criados para que nos dieran 20 míseros euros para el finde que no cundían lo suficiente; todo eso se acabó. En el grupo teníamos el lugar que tanto habíamos deseado y ahora sí, nos trataban como iguales. Podíamos salir de fiesta con ellos, no faltar a los grandes eventos, a los mejores festivales… Se me eriza la piel al recordar aquellos tiempos.

¿Qué me dices de la primera raya con Álvaro? Creíamos que él sería el amor de nuestra vida y no pudimos negarnos. No estuvo nada mal, pero el sueldo duraba muy poco. Por suerte papá y mamá siempre estuvieron ahí.

El olor a billete mientras inhalabas y después el sentimiento de libertad… seguir bebiendo y bebiendo porque ya no había mareos ni nauseas ni vómitos con sabor amargo… Salir del after para empalmar con el curro, porque teníamos un as bajo la manga y con ello nunca habría bajones porque nos sentaba bien.

Sé en lo que estás pensando, yo tampoco he podido olvidarlo. Cuando pienso en ello no puedo evitar que Lourdes vuelva a mi cabeza, después de todo ella que siempre estaba, no puedo ayudarnos. ¿Crees que exagero si te digo que quizás fuera nuestra única amiga en aquellos tiempos? Cuando queríamos coger tema ella siempre estaba dispuesta a poner la mitad de la pasta para compartir. Ir al poblado era como ir a McDonald’s a por un menú para dos por así decirlo…

Esa noche las luces empezaron a moverse de forma diferente, todo era diferente y hacía frío. Me puse la cazadora porque empecé a sudar y a sentir temblores, era como estar en el polo norte desnuda. Buscaba a la gente del grupo a través de aquel aluvión de gente que había en la sala, pero no conseguí ver ninguna cara conocida, aunque juraría que todos me miraban. Cuando conseguí llegar a un pasillo oscuro apoyé la espalda contra la pared intentando coger aire, mientras podía sentir manos por todo mi cuerpo; besos alrededor del cuello que yo empujaba sin éxito de apartarlos de mí. Sentí como introducían la mano por debajo de mi cazadora y me acariciaban; fruncía el ceño cabreada mientras daba manotazos e intentaba aclarar la vista, pero fue inútil no podía ver nada.

Una sacudida me lanzó al suelo y comenzó un ardor en la cabeza que me impedía hablar y el dolor y la sensación hacían que no pudiera siquiera levantarme del suelo mientras la gente me pisaba y pateaba. Refugié mi rostro entre mis antebrazos y con las manos abracé mi cabeza tirándome del pelo rogando que el mundo se detuviera, y así entender qué me estaba pasando. Nunca me había sentido así, me notaba húmeda y maloliente… ¿De verdad me había meado encima? La quemazón no cesaba y los segundos parecían días. Empecé a vibrar. Mi cuerpo se entumecía y se me tensaba la mandíbula. Creo que me arrastré, o quizás me arrastraron no lo sé. Entonces se apagó la luz.

Puede que pasaran unos segundos hasta que el silencio se apoderó de todo, y fue inminente, todo se fue.

Sé que lo puedes recordar al igual que yo, porque mientras estas leyendo esta carta has podido volver a sentirlo de nuevo. La vuelta a la vida social meses después de aquello no fue fácil, si puedo decir que fue más llevadera después de conocer a Elías y poder mantener una relación sentimental “normal”. Una relación típica de ir al cine los domingos y comer o cenar juntos al menos dos veces por semanas. Ir cogidos de la mano y sentarnos en un parque para intercambiar planes que quizás algún día pudiéramos compartir juntos y la verdad es que, si tengo que definirte un momento de felicidad para esa etapa de nuestro pasado, sin duda te diría que fue nuestra primera vez con él. Quizás piense así porque no recuerdo la verdadera primera vez, así que nos quedamos con este momento como oficialmente “el momento más feliz de nuestra vida” ¿Te parece?

Ahora quiero que me mires a los ojos y mires a nuestro alrededor. Quiero que veas dónde estoy porque quiero pedirte perdón. A pesar de que tú, mi pasado has sido partícipe de muchos errores al final supiste o al menos intentaste enmendarlos, pero anoche sucedió algo que ha cambiado por completo el curso de nuestra historia. Anoche Elías y yo salimos a cenar con otra pareja de amigos. Se llaman Alberto y Lidia, deberías conocerlos. Son una pareja centrada, viven juntos y llevan una vida feliz fuera de todo lo que tú y yo conocimos algún día. Si te digo la verdad siento cierta envidia al contemplarlos, porque hay veces que imagino que Elías y yo damos ese gran paso: “la convivencia”. ¿Cómo te lo imaginas tú? Yo cuando pienso en ello, no quepo de felicidad en mí misma. Llegar a casa del trabajo y hacer la comida para los dos, mirar el reloj y esperar ansiosa para comentarle mi día, preguntarle acerca del suyo, la hora de la siesta los dos tumbados en el sofá de nuestra casa mientras me recuesto en su pecho y me duermo con el sonido de su corazón… Puedo parecer una romántica empedernida, pero me encanta la idea. Si, me habría encantado.

Después de cenar decidimos ir a tomar una copa a algún pub de la avenida, lo cual sinceramente al principio me llenó de cierta fobia, los momentos que compartí contigo están ahí quizás sepultados, pero a fin de cuentas siguen en nuestro recuerdo, ¿verdad? En la cena habíamos tomado un par de botellas de Protos, delicioso por cierto, acostumbrada a los vinos de tetra-brik baratos que acostumbrábamos en el parque, ese néctar tenía un final de paladar exquisito.

Al entrar mi cerebro no tardó en reconocer los olores y el ambiente, las noches y noches de billar y aseo en aquel local, además de parecer que el tiempo no había pasado por allí. Las mismas caras, los mismos rostros. Lourdes seguía allí. Pero su cara si había cambiado, su pelo no brillaba como lo hace en nuestro recuerdo, estaba lacio y grasiento; bastante más delgada y ojerosa, su maquillaje desmejorado y su imagen en general dejaba mucho que desear. Elías y Alberto se miraron e hicieron un gesto con la cabeza para indicarse mutuamente que no era lugar para nosotros. ¿Acaso tú has podido olvidar que ese bar fue nuestra segunda casa? Marché de allí cabizbaja y con un pesar que me rompía el alma sintiendo que de alguna manera abandonaba a Lourdes.

Estaba con Lidia en la puerta esperando que nuestros novios volvieran con el coche para irnos y una mano sujetó mi muñeca diestra, no me sorprendió cuando me giré y vi el rostro cochambroso de la que un día fue mi mejor amiga.

Inés tía… – dijo con voz queda y sintiéndose avergonzada por la mirada impasible de Lidia – ¿podemos hablar?

A pesar de la mirada negativa de Lidia, no puede negarme. La charla duró solo 3 minutos aproximadamente, ella quería dinero y yo no podía ayudarla a hundirse. Volví al lado de Lidia manteniendo la mirada al frente hasta que el Seat Córdoba de Alberto paró frente a nosotras y entramos en el coche.

Anoche Elías y yo quisimos pasar juntos la noche. Llegamos a su casa, hicimos el amor y nos acurrucamos en su cama entre esas sábanas tan suaves de lino azul, pero ni con todo ello, ni con toda esa felicidad que me daba esa situación, mi conciencia podía ayudarme a conciliar el sueño. Había abandonado a Lourdes y eso no me dejaba tener paz.

A las cuatro y veinte de la madrugada no pude con esa sensación de castigo interno y despacio me deslicé entre los brazos de Elías hasta salir de su cama… Me vestí despacio y haciendo el menor ruido posible mientras pensaba rápido cómo podía ayudarla si en esos momentos yo no disponía de nada de efectivo, era día 28 y me habían pasado la factura del teléfono móvil lo que me había dejado la cuenta prácticamente y sin exagerar con cerca de 4 euros. Entonces mi mente recordó y fue más allá; mis ojos la siguieron hasta un pequeño tarro en el mueble bar del salón donde Elías siempre tenía efectivo para las urgencias. Para mi aquello era una urgencia, pero no sabía hasta qué punto era ortodoxo faltar a su confianza de aquella forma; lo hice. Ayudaría a Lourdes a salir de allí y después daría las explicaciones pertinentes.

Querido pasado:

Para nuestra desgracia, Lourdes no aceptó mi ayuda. Solo quería el dinero para seguir su camino diferente al que nosotras escogimos para convertirnos en lo que realmente queríamos, un final feliz, con esa persona especial que ahora nos mira desde el otro lado del cristal con lágrimas en los ojos y exigiendo un poco más de tiempo. Lástima que el tiempo tenga su propio reloj y haya decidido dejar de darnos cuerda y parar el engranaje con estas puñaladas en mi tórax que no me dejan respirar.

Por eso te escribo, porque creo que juntas… pasado y presente debemos pedirle perdón.

CARTA II – FANTASMA FUTURO

Querido fantasma futuro:

Perdón.

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