Carta anónima.

Carta anónima.

Yin

01/11/2020

El día de ayer hablaba con mi madre, le conté en voz alta una de mis ideas del mundo, como si yo no perteneciera a él pero consciente que formo parte del ahora; no es fácil aceptar que no importa cuánto bondad queramos tener en el alma, cuando hasta la pureza que gozaba el mar se ha oscurecido y el último gran acontecimiento ha sido miles de hombres muriendo, no podemos escindir nuestra naturaleza de lo que nos rodea.

Yo, como una esperanzada del cambio, siempre he creído que nacemos para hacer algo mejor de lo ya hecho por nuestras antiguas generaciones, ¿En el verbo hacer está la respuesta a nuestros pesares?, si ha sido a lo único que el hombre como especie destinó cada segundo de vida; sin embargo, he leído sabios pensadores decir que  primigeniamente es necesario esculpir nuestras almas y luego intentar moldear una idea de lo colectivo y llevarlo a la práctica; me pregunté, ¿Cómo?, si el alma es infinita, por eso nunca puedo dejar de sentirla en construcción, ¿Es la razón que halló el hombre, ya cansado, para actuar aún antes de poder formar la parte más esencial de sus ser?, ¿Ha sido ello una muestra de arrebato e insensatez? ¿Esas preguntas son respuestas?.

No pierdo las esperanzas en los buenos acontecimientos futuros, pero me cuestiono si lo único que nos guía es la sed de sentir placer, sobre todo porque la tranquilidad en mi se asocia al silencio y la soledad, y como un pecado no puedo decirlo sin que alguien rebata mis argumentos con simples opiniones sobre ella; «la tranquilidad es sentirse liviano de peso», pues claro, no he dicho lo contrario y aún sigo convencida que nuestra humanidad necesita de ella.

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