Valle de San Nicolás, 26 de enero.
Mi querida hermana, disculpa una vez más por no haber escrito.
Hoy sufro y me alegro al mismo tiempo. ¿Cómo explicas la muerte a un niño? Yo tuve que hacerlo con tres. Antes de continuar, quiero evitarte un susto y decirte que el que se murió fue nuestro gato Cheese. Hace apenas algunas horas lo atropellaron. Estaba haciendo el almuerzo cuando un vecino amable se ofreció a llevarlo a la veterinaria para que lo durmieran, mientras yo ideaba cómo contarles a mis hijos sobre otra “partida”, como con la anterior mascota. Pero antes ellos podían escuchar ese tipo de historias adecuadas, y ahora, al llegar a la preadolescencia, ya no es tan fácil.
Bienaventurados los animales que prevalecen sobre la muerte sin dogma. Evelyn se declaró atea recientemente, me imagino que yo la empujé a ello. Por mi parte, aún no voy muy de acuerdo, tal vez porque no me gustan las etiquetas. Tú sabes que siempre me he mantenido abierto a todo.
La otra vez vi una película sobre unos animales que recorrían un paisaje devastado por lo que parecía ser un diluvio. Aunque los niños se centraban en las andanzas de los protagonistas, noté que comenzaban a darse cuenta del panorama desolador, como el hecho de que no quedaba humanidad. Así como estos animales avanzaban con la pureza que su naturaleza les dictaba, Evelyn y yo habíamos intentado, de alguna manera, transmitir esa misma visión sobre la muerte a nuestros hijos.
Aunque el vecino al final me ayudó gratamente, no era mi primera opción que él se lo llevara. Llamar a la puerta un domingo por la mañana, con la jaula del gato en mano y su hija llorando, fue todo menos discreto. Los niños entendieron de inmediato que se trataba de Cheese. Evelyn aún quería recurrir a alguna historia “adecuada”, pero yo creí que ya estaban lo suficientemente grandes como para enfrentar lo sucedido.
Te cuento que Evie está en un proceso de autodescubrimiento, y llevado a la práctica, hemos empezado a chocar. Antes nos sentíamos cómodos siguiendo las libertades que el catolicismo nos permitía. Así como hicimos el ritual del matrimonio, lo siguiente era hacer la celebración del bautizo de nuestros hijos. En su momento lo postergamos por razones económicas, ya sabes, esperando hacer toda la parafernalia que un convivio de este tipo requiere.
Ahora que hemos madurado y dejado atrás los clichés, se nos ha presentado la oportunidad de hacer el bautizo, esta vez por insistencia de nuestras madres. Como decía nuestra abuela, “dar un gran banquete”, es parte de la tradición en una fiesta como esta. Ellas están convencidas de que los niños se irán al infierno si no se bautizan, pero eso ya no es algo que me quite el sueño.
No llegaste a conocer esta faceta mía. Te fuiste con la idea de que podría llegar a ser sacerdote. Ahora podrían pensar cualquier cosa de mí, menos ser clérigo. En cuanto a los niños, creo que en algún momento ellos decidirán bautizarse, y si no lo hacen, tampoco veo problema. Pero, siendo un deseo tanto de su madre como de la mía, no veo razón para negarnos.
El problema es que, mientras a mí me da igual, Evelyn se ha puesto firme en no volver a pisar una iglesia. He intentado hablar con ella al respecto, pero las conversaciones escalan rápidamente a discusiones que parecen llevarnos al borde del divorcio. Incluso cuando bromeo con mi humor negro —algo que me sale por reflejo—, intento contenerme, pero no siempre lo logro.
Pero no me malinterpretes, no es que yo esté particularmente a favor de que tengan la educación religiosa que tuvimos, pienso que deberían conocerlo por cultura, especialmente por el aspecto histórico.
Mi suegra está agonizando, y por eso he decidido ceder en mi postura. Sé que la religión le arrebató a su madre y que Evie guarda un resentimiento por ello, pero ahora nos resulta cada vez más difícil ponernos de acuerdo sobre cómo abordar este tema con los niños.
Recordaba que Noah sufría de terrores nocturnos cuando era más pequeño, y de hecho, pensé que él sería quien tomaría peor la noticia. Sin embargo, fue quien resistió el llanto desbordado, limitándose solo a lagrimear a un paso de mí. Supongo que, siendo el mayor con once años, intentó ser más fuerte. En mis brazos, a mi derecha, tenía al pequeño David, quien hace unos días había cumplido nueve años, y a mi izquierda, a Josie, pensaba que era la más fuerte, pero era ella quien lloraba desconsoladamente.
Es realmente desgarrador escuchar a tu hijo gritar de dolor. Aunque debo admitir que la partida del gato no me afectó tanto. Viéndolo con optimismo, me alivia que ya no esté en casa, considerando el embarazo y el riesgo de que pudiera transmitir enfermedades.
Siempre me preocupó cuando el felino dormía con los niños. David tiene asma, y lo último que quiero es que su salud se vea afectada por una negligencia nuestra.
En esos momentos me arrepentía de mi genial idea de hacerles frente a la muerte. No quise tocar el tema de la reencarnación diciéndoles que regresaría como una abeja. Esta vez les dije que solo era un cambio más, que mientras siga en nuestros recuerdos, continuará viviendo. Igual es una forma de empezar a hacer un altar de muertos; ya sabes que siempre quiero aprovechar cualquier momento para ser didáctico.
Noah hace meses no podía dormir por temor a la muerte, lloraba y nuestra estrategia solo era distraerlo y algunas palabras consoladoras. Sinceramente yo mismo he vuelto a pensar de ello y me incomoda, recuerdo que me pasó lo mismo justo en esa edad, mamá decía que los angelitos nos protegían.
He tenido pensamientos perturbadores. La muerte del gato, de algún modo, me llegó como un respiro y me distrae. Espero sinceramente poder escribirte de nuevo pronto, necesito apoyo para desterrar estas ideas que me invaden como ráfagas.
Quisiera despedirme diciendo que mi filosofía bastó para mantenerlos tranquilos, pienso que sí. Sin embargo, sucumbí al mito. Vieron una foto del gato recostado, sin pena, que el vecino tomó antes de llevárselo. Les dije que el veterinario podría habérselo quedado en el hospital de animales, bajo cuidados que solo ellos tienen con sus herramientas. David y Josie sonrieron. Al final, de lo que se trata es de ver a tus hijos sonreír.
Me alegra poder haber hablado sobre esto con los niños, aunque tuvo que ser de una forma desgarradora, es algo que puedo tachar de la lista. ¿Lo siguiente sería explicar un divorcio?
Atentamente, tu hermano del árbol.
David.
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