Ella fantaseaba mientras sonreía. Despierta mucho más que cuando dormía, porque si cerraba los ojos el poder de su sueño se apoderaba de la realidad y la fantasía se convertía en una epifanía que se desvanecía cuando esa estridente alarma le recuerda que tiene que prepararse para un día más de mierda. Monotonía por aquí. Monotonía por allá. Es obstinante en todos los sentidos y que a veces o la mayoría del tiempo, últimamente es más la mayoría del tiempo que a veces, pero no le gusta admitirlo. Porque sabes, esa ridícula frase que a lo mejor nadie dice y piensa que a todos se les cruza en algún momento por la cabeza, de que si admites algo es porque estás consciente de la razón por la que atraviesas y eso es algo que al menos yo elogio por audacia. Por eso hay instantes que merecen llenarse de fantasías y no de minutos monótonos. Porque el agua es helada dentro del material de los converses cuando salta encima de un charco de agua sucia frente al café que es su preferido de la ciudad. Está lloviendo mientras se sienta en su mesa preferida al pie de una ventana de cristal empañada por gotas de lluvia pero no impedía curiosear sobre el ajetreo de una ciudad que nunca duerme. Y llueve pero es como si las banderas de colores alegres, con un diseño bastante idealizado, nunca se empaparan porque no pierden el brillo. Entonces traen el Caramel Macchiato que combinaba con una noche lluviosa y de postre un croissant relleno de chocolate negro, joder, como si fuera poco con este maldito café.
OPINIONES Y COMENTARIOS