Capítulo 9: La sombra de R es alargada

Capítulo 9: La sombra de R es alargada

Beita Literauta

21/08/2018

CAPÍTULO 9

Las oficinas de la editorial Grupo de Letras estaba en plena avenida de Aragón en Valencia, en el Edificio Europa. Quince plantas de aluminio y cristal que te dejaban sin aliento. A los pies del edificio, frente a las dos puertas giratorias de la entrada, alcé la vista al cielo que ese día despertó nublado y amenazando lluvia. Observando los nubarrones empezó a llover, y me acordé de la escena de 50 sombras de Grey, cuando la pánfila de la señorita Steele, sale del rascacielos cachonda perdida después del encuentro con el señor Grey, y la lluvia calma sus calores. Esto no era un rascacielos, pero las 15 plantas de construcción moderna impresionaban. Y yo no era la señorita Steele ni tenía, gracias a Dios, su mal gusto para escoger vestuario. Me puse una falda de tubo gris perla que resaltaba mis curvas y quedaba sobria y elegante con un jersey de punto gris oscuro y zapatos de tacón y cazadora de piel negros. Y allí estaba, nerviosa pérdida por la entrevista. Y en vez de pensar en mi corto currículum, yo pensando si mi entrevistador sería un macizo buenorro rarito de cojones en el sexo. Si es que… cada una relaja sus nervios como le da la gana. Y yo, cuando la adrenalina de los nervios me posee, o me da por fantasear y distraerme, o por las cagaleras. Menos mal que el rascacielos me dio pistas, y me incliné por la primera opción, porque el tren de cercanías había llegado con quince minutos de retraso, y no tenía tiempo de pasar por el baño si quería ser puntual.

Me adentré en el edificio, y me quedé impresionada. ¡Dios! ¡Quería trabajar allí! El vestíbulo circular era enorme, con suelos de mármol en blanco y negro y dos anchos pilares que subían hasta el altísimo techo que se prolongaba hasta la segunda planta donde se formaba una especie de cúpula. En el segundo piso quedaba un espacio abierto delimitado con una barandilla dorada y jardineras semicirculares con plantas decorativas, que se divisaban desde el mismo vestíbulo, lo que confería al espacio tal magnitud, tal magnificencia… que me quedé con la boca abierta, paralizada en medio del hall, mientras hombres y mujeres de negocios me rodeaban con sus maletines y sus trajes de marca. Me acojoné, literalmente. ¿No podía ser una oficinita de poca monta? Intenté mantener la calma y después de preguntar en el mostrador de recepción, me dirigí a los ascensores con paso ligero.

La editorial estaba en la cuarta planta. En cuanto salí del ascensor, me adentré en el vestíbulo y me acerqué a la puerta de cristal con las letras GL de hierro cromado en la empuñadura, y el logo del libro abierto característico de la firma. Apoyé la mano en la letra L, y cogiendo aire, empujé con decisión dispuesta a comerme el mundo. Trabajo de mi vida… ¡allá voy!

Carlos Gómez, editor jefe de Grupo de Letras, estaba lejos de ser el señor Grey, pero era un madurito de lo más sexi, con su pelo canoso y su barba de tres días. Le eché unos cuarenta y muchos bien llevados. Era muy alto, de espalda ancha y, aún con el traje puesto, se apreciaba un cuerpo trabajado en el gimnasio. Llevaba el cuello de la camisa desabrochado y la corbata floja y me dio la impresión de que no se sentía muy cómodo ni con su atuendo, ni con la situación, ni con el papel de entrevistador.

_ Usted será Alicia Fernández… encantado.

El señor Gómez me estrechó la mano esbozando una sonrisa incómoda. Rodeó la mesa de metal y cristal ahumado de su despacho y se sentó en su sillón de cuero negro, mientras me hacía un gesto con la mano, instándome a tomar asiento frente a él en una silla un poquito más incómoda que su mullido asiento.

_ No me gustan nada en absoluto estos trámites _ dijo sin dar rodeos._ Ambos sabemos como funcionan estas… entrevistas _ dijo haciendo el gesto de las comillas con las manos _ así que vamos a ahorrar tiempo, vamos al grano y te explico cuál sería tu puesto y en qué consiste, y qué esperamos de tí. _ Hablaba con dureza, e incluso parecía que estaba enfadado _ Ni que decir tiene que empezarás con un contrato de prueba y que si no cumples nuestras…, bueno, mis expectativas, te vas a tu casa. ¿Entendido?

Pues la verdad es que, como os podéis imaginar, no entendí nada, y mi cara debió de ser un poema, porque el señor Gómez me miró fijamente y frunció el ceño, seguramente preguntándose porque iba a contratar a una editora sin experiencia que no podía ni seguir la conversación.

_ Umm… señor Gómez… la verdad es que… sin ánimo de discutirle nada de lo que ha dicho usted… me parece deducir que el puesto es mío… y, claro, pues no deja de ser una sorpresa para mí que sin entrevista ninguna… pues eso… que estoy encantada. Y, por supuesto, intentaré estar a la altura y aprender lo que… las obligaciones de mi puesto de trabajo, que si usted es tan amable, me explicará… _ ¡uf! diarrea verbal…_ Disculpe, es que estoy nerviosa, porque esperaba una entrevista al uso, y me ha pillado de improviso.

_ Alicia… ¿te importa si nos tuteamos? No me gustan las formalidades… _ Mi nuevo jefe no hacía más que tocarse el cuello de la camisa._ como podrás comprobar en cuanto trabajemos juntos…

_ Ni las corbatas… por lo que veo _ ¡Dios! Más diarrea verbal. Me puse colorada.

_ Pues no… ni las corbatas _ dijo con una sonrisa mientras relajaba el gesto. Y yo me relajé también._ Te seré sincero, no me gusta que me impongan contratar a nadie, porque sinceramente creo que ese es mi trabajo y que debería depender de mí a quién contrato y a quién no. Pero cómo vamos cortos de personal y me han ahorrado el trabajo de selección, no voy a quejarme. Y sobre todo, teniendo en cuenta tu anterior trabajo, no voy a ponerme más exigente que un escritor de best sellers.

En cuanto pronunció esas palabras, palidecí. Y, acto seguido, bajé la mirada y enrojecí de vergüenza en cuanto me dí cuenta de que la sombra de Ramón era demasiado alargada…

Carlos me observó con atención, leyendo entre líneas mis reacciones. Y debo ser muy transparente, porque me preguntó:

_ Tú no sabías nada ¿verdad? Siento haber sido brusco, pero pensé que sabías que venías de lo más recomendada. Dí por hecho que conocías el asunto. _ Yo no era capaz de mirarle a los ojos._ Alicia, no te avergüences, aquí el que más o el que menos, ha utilizado sus contactos en alguna ocasión para avanzar en esta profesión que es más dura de lo que parece.

_ No me avergüenza pedir ayuda, mi experiencia con… cierto autor que ambos conocemos, forma parte de mi currículo, pero me gustaría haber sabido a qué venía y de qué modo. Disculpa mi franqueza… pero, de haberlo sabido, ahora no me sentiría como una soberana gilipollas.

Carlos se carcajeó, quitando hierro al asunto, y a mí no me quedó más remedio que reírme con él. Y porque me hacía falta el trabajo, y me gustó lo que oí, resistí mis deseos de levantar el culo de la silla y salir corriendo, coger el primer tren dirección Madrid, y patearle el suyo a Ramón. Me molestó sobremanera haber conseguido la entrevista gracias a él, y más sin ni siquiera habérselo pedido. Al menos mi futuro jefe, aunque no se andaba con medias tintas, parecía una persona muy agradable y sincera.

_ Bueno, pues ahora estamos en igualdad de condiciones. Tú sabes que ha sido una llamada oportuna de Ramón Jáuregui lo que ha posibilitado que estés sentada en este despacho, y yo sé que tú has venido creyendo que hemos escogido tu currículum de un montón que está criando polvo y que no quieras saber ni de cuantos metros es.

Levantó las cejas cómicamente, y sacó un archivador del cajón, antes de seguir hablando.

_ Supongo que sabes que, con las condiciones actuales del mercado, muchos autores noveles apuestan por la autopublicación. _ Mientras hablaba iba sacando dosieres del archivador y dejándolos sobre su mesa._ Para nosotros es bueno, porque arriesgamos menos publicando a un autor que se ha hartado de vender ebooks en Amazon, que a otro totalmente desconocido.

Asentí con resignación. Los escritores lo tienen muy jodido.

_ Hace seis meses, creamos un departamento de autopublicación. Antes nos limitábamos a sondear autores nuevos, su repercusión y sus ventas, para buscar algo especial. Pero hace seis meses, como te decía, fuimos más allá. Ofrecemos todas las herramientas para que uno mismo publique su libro. Ha sido un éxito y nos ha permitido encontrar unos cuantos diamantes en bruto. En definitiva, que queremos potenciar este departamento, y necesitamos otra editora, correctora, encargada de marketing y unas cuantas cosas más. El sueldo es bueno, pero harás casi de todo. Si eres capaz de adaptarte, puede que tengas suerte, porque hay un par de editores en plantilla que se jubilan el año que viene. Y si de vez en cuando me traes un café mejor que la porquería que me fabrica mi secretaria, ya te contrato para siempre.

El resto de la “entrevista” me acompañ a mi despacho y se dedicó a explicarme en qué consistiría mi labor y a hacerme una visita guiada por la oficina para presentarme a todo el mundo. Fue muy agradable, y salí de allí, igual de enfadada con Ramón, pero más contenta. Faltaban seis días para acabar el mes de octubre; seis días de vacaciones, antes de empezar con mi nuevo trabajo y mi nueva vida.

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