Capítulo 1: Piloto

Capítulo 1: Piloto

Juan Sherman

06/06/2025

21:00 horas. No quiero…no puedo.

Tiemblo, tengo frío. Sudan mis manos…mi frente también. Paralizado como el tiempo floto hasta mi posición. Hay humo, gritos, ruido ensordecedor, de ese que no deja oír el pensamiento. Corre un viento cuático, como…mal intencionado, como el viento de los incendios. Me desestabiliza…eso creo, o quiero creer. No he comido nada hoy, fumé unos…no sé, 4 o 5 cigarros, siento una fatiga de esas que te hacen imaginar a tus tripas devorándose a sí mismas, siento que me alimento de mi propia carne o lo que sea. Respiro y cuento: Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis…no no no…para, está mal esto, debe ser mas lento. Respiro, está vez más hondo, siete….el cielo está rojo, o…. anaranjado…me acuerdo cuando me dijiste que cada vez que vea un atardecer así te recordaría. Como muchas cosas, no me lo tomé en serio…y sin embargo acá te veo, sonriendo con esa actitud compasiva, quizás comprensiva, no lo sé, nunca me atreví a saberlo realmente. Ocho, vamos que se puede. Nu…nuev…

Ahora me doy cuenta que te amé, y mucho, solo que no lo sabía. Estaba muy ocupado siendo deshonesto y mentiroso. Autodestructivo. Tóxico. Triste…

Me arden ene los ojos, siempre que me pasa pienso que es mi forma de llorar. Soy malo para llorar, pero lloro, solo que de otra forma. Es como si las lágrimas llegaran al canal ese que tenemos en el ojo, y allí se encontraran con una sartén hirviendo con…no sé, ácido? Se evapora «de una» la gota y arde, y contamina…y duele. La última vez que lloré fue cuando murió en mis brazos el Benito, un cachorro recién nacido, prematuro. La perra trató de matarlo por ser el más débil de la camada, yo lo saqué de ahí porque se lo quería comer, lo arropé y me lo puse en mi pecho, con gotero le daba a ratos leche, le hacía masajes y me aseguraba que reaccionara a los movimientos. Poco a poco se apagaba el Benito, minuto a minuto, Esa noche salí a un centro médico veterinario de esos que atienden las 24 horas. Era invierno, hacía mucho frío, lo llevé dentro de una caja de zapatos, con mucha ropa, bien protegido. En la clínica me dijeron que era demasiado pequeño para dejarlo hospitalizado, debía vivir una o dos noches y ahí se podría ver. Me recuerdo la cara del veterinario diciéndomelo, una cara de…»puta sorry». Nos devolvimos al departamento, de nuevo. Al pecho bien tapado. Me ardían los ojos, no sé si de sueño o de llanto. Eran ya más de las 4 am. Solo pedía que viviera, no necesitaba más. Al rato lo sentí por primera vez dar un sonido, un «ladridito», reaccioné entusiasmado y acelerado, lo tomé, lo miré…y ocurrió. Se fué. El alma tiene sonido, me repetí, tiene «ese» sonido, el que emitió Benito, así se despidió…quizás dijo «Gracias», o «Nos Vemos». Me invadió una pena que no pude contener, y lloré, sin parar, realmente sin parar.

Necesito un cigarro, aún estoy inmóvil.

Nueve.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS