CAMPOS DE CEREAL METALIZADOS
AGOSTO- 2025

Añoro mis vacaciones de juventud. Los interminables viajes de diez horas en autobús, en un asiento de ventana, con el Walkman, un bocadillo, una maleta llena de planes para un mes y todo el paisaje que la vista podía abarcar.
Desde las peñas de Pancorbo a las interminables mesetas (a veces por Osorno, a veces por Benavente o por Toro desafiando un nítido horizonte) hasta los magnificos castaños, los prados altos, los montes de pino que se dejaban ver tras pasar los túneles del Padornelo, ya en la frontera con Galicia.
Este año he vuelto a recorrer en coche la misma ruta y he descubierto, horrorizada, que me han robado el paisaje. Donde antes había campos de cereal o alfalfa, ahora solo hay kilómetros y kilómetros de placas fotovoltaicas y tierras removidas, sin cereales, ni amapolas, sin girasoles ni aves.
No sé si estoy triste o cabreada… o ambas cosas. ¿En que momento se decidió que era buena idea cambiar el verde de la vida por la energía verde? !Qué apropiado! llamar verde a algo que es metal y destrucción, y a cuyo paso la tierra se vuelve estéril e irrecuperable, el paisaje desolado y la riqueza de nuestro país más menguada.
Me encanta el pan de trigo y centeno, las verduras y la fruta. Y las amapolas creciendo resilientes en los surcos de cereal. Me encanta el color rojo y amarillo y el aleteo de las aves entre los rastrojos a la caza de granos. Me encanta el olor de la lluvia en los caminos de tierra, el de la hierba recién cortada, el de las gavillas de heno secándose al sol.
Alguna vez fui niña creciendo en una aldea. No hace tanto de eso. O tal vez sí. No he olvidado como era la piel de un tomate de verdad, recién cogido de la tomatera, el roce de una espiga de trigo desgranada entre las palmas, la abundancia de un puñado de cerezas devorado con ansia, a horcajadas sobre una rama de cerezo, la tierra entre las uñas como parte de una misma esencia.

Quiero recuperar mi paisaje, aquél de mis recuerdos. Quiero que le devuelvan al agricultor el respeto que se merece, los medios que precisa, las horas extra de trabajo y esfuerzo, y los impuestos justos para que pueda vivir con dignidad, como proveedor que es de nuestras despensas. Quiero que le devuelvan al ganadero sus espacios abiertos y la riqueza de sus ganados. Quiero que el que recolecta y transporta sea valorado y repetado. Quiero que cesen las renuncias por hastío y desesperación.
Quiero la variedad de nuestra alimentación y nuestras costumbres. Quiero el aceite de España, sus naranjas y hortalizas, los peces de sus ríos, la abundancia de sus mares, el pan con tumaca, la leche de los pastos cántabros y astures. Quiero las frutas tropicales de las islas. Quiero los paisajes misteriosos y variados en toda su diversidad. Quiero la España sin fuego, sin inundaciones, sin catastrofes evitables, sin envolturas metálicas, sin milongas ideólogicas de aquellos que no conocen ni respetan nuestra idiosincrasia. En alguna parte se tienen que romper estas cadenas.


DEJEN DE ACORRALAR A LA GENTE DEL CAMPO. DEJEN DE EXPROPIAR Y OBLIGAR A VENDER LA TIERRA DE GENERACIONES.
Si en el sur arrancan los olivos, en el centro destruyen los campos de cereal, en la comunidad valenciana y murciana las huertas y frutales, en Extremadura sus dehesas y en Galicia y León los incendios provocados arrasan monte, pasto, animales salvajes y domésticos y vidas y recuerdos tan valiosos ¿No deberíamos preguntarnos porque no dan la cara nuestros enemigos?
Ahora ya lo tengo claro. Lo que estoy es cabreada.
Cabreada con políticos miserables, especuladores sin conciencia, grandes multinacionales que trapichean con engaños y artimañas. Y todos son como marcianos invasores (verdes por supuesto). Porque aquí y en Europa es lo que mola.
El progresismo dice ser verde, pero se alimenta de sangre, de tierra, de luz del sol y de seres humanos. No voy a alimentarme de placas solares, ni abanicarme con molinos eólicos, ni siquiera comulgar con ruedas de molino (ya casi todos en ruinas). Prefiero, por llevarle la contraria a Don Qujote, pelearme con gigantes trasmutados en molinos de viento. Y sembrar utopías grandes como peñascos para que aplasten tanta incompetencia.
Y en las noches de verano sentada al raso, bajo un cielo de estrellas sin contaminación, brillante y limpio, pensar sin culpabilidad ni desasosiego que futuro tendrán cuando no estemos aquellos que con los frutos de la tierra alimentamos y criamos con tanto amor.
¿ Y qué paisaje verán tras sus ventanas?
Verde, que te quiero verde, decía el poeta con todos sus complejos simbolismos del verso hecho color.
Él ya lo tenía claro. Como yo.

En España el 15 de Mayo se celebra el día del trabajador agrícola en honor a San Isidro Labrador.
El 16 de Octubre se conmemora el día del Agricultor y el Ganadero y el día Mundial de la Alimentación.

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