El siguiente fragmento es parte del primer capítulo de mi historia campeones de la vía láctea.
Un intenso sonido de trompetas me despierta. Es un tono muy grave. Apuesto que pudo ser escuchado kilómetros a la redonda.
Estoy totalmente desorientado y aturdido. Tengo una migraña aplastante. Esas que causan un dolor punzante en la sien y nublan la vista. Me incorporo lento. Abro y cierro los ojos constantemente. Me termino de levantar. Con mis manos hago círculos lentos en mi cabeza, que van desde las sienes hasta mis ojos.
Comienzo a ver a mi alrededor, pero aún veo borroso por la migraña. Veo los últimos rayos de sol en el horizonte. Mi dolor desaparece cuando me percato de algo importante.
¿Qué carajos hago en un cuadro de Rembrandt? –Digo confundido inclinando la cabeza a un lado–.
Levi, ni siquiera sabes quién es Rembrandt –dijo una voz en mi cabeza–.
La textura de todo me asombra: el cielo, los pinos y sus hojas, las piedras, el piso. Admiro todo desde mi misma posición. Todo tiene la misma apariencia. Mi piel también parece un óleo fresco. Como esas pinturas que tienen grumos que sobresalen de ella que dan la impresión de ser rasposa. Pero ahora está recién pintada, si bien sobresalta tendría que ser suave. La intriga me gana. Miro al tronco más cercano a mí y camino hacia él sin quitarle los ojos de encima. Un tigre podría estar a punto de aventarse encima de mí, y yo ni en cuenta.
Pongo mi mano sobre la corteza del gran tronco. Al sentirlo cierro los ojos. Es impresionante, algo que nunca había sentido. Parece un gran árbol dibujado con pintura medio seca. Se siente muy vivo, podría jurar que la textura me está tocando a mí y no al revés. Como si acariciara mi mano. Es una sensación agradable. Satisfactoria.
Estoy asombrado. Enérgico. Al retirar la mano de la corteza y abrir los ojos. Me impresiono al ver que está ¿despintada? Yo soy moreno, pero todo lo que tocó el tronco ahora está en tonos grises. Todo lo demás sigue en su lugar. Las líneas de mi palma, hasta mis huellas digitales. Solo mi color de piel ha desaparecido.
De vuelvo la mirada al árbol. Me percato que todo lo que toqué del tronco también está despintado y en tonos grises. Entonces ¿dónde está el color? ¿ ó debería llamarlo pintura? ¡Mierda no entiendo nada!
Espera un momento. ¿Está flotando?
Casi un metro arriba de donde toqué el tronco hay gotas de color. Levitando. Creo que entiendo. Todo se despintará si lo toco. Como cuando tocas una pared con pintura fresca, pero en lugar que solo tu mano quede manchada los colores de ambos objetos crean una reacción que los une y esa pintura-color se desprende de ambos objetos y flota como gotas. En una especie de gravedad 0.
Okey. Este planeta no tiene ningún tipo de respeto por Isaac Newton y sus manzanas.
Mi curiosidad no es saciada. Miro mi palma despintada. Con esta misma acaricio mi antebrazo. Luego. Ambas manos las restriego por toda mi cara y parte del cabello. La acción se repite. Todas aquellas partes que toqué, ya no tienen color. Incluida mi barba y mi cabello que originalmente eran castallaños.
Ahora pareces dibujo de Jardín de infantes -vuelve a hablar aquella voz burlona-. Ya no tendrás que preocuparte por tu bronceado.
A centímetros de mi cara veo mi color de piel convertido en gotas de pintura. Flotando. Con tanta calma, apenas se movían en el espacio.
Hablando de esto. ¿Dónde me ha traído esta gente? ¿Qué otras cosas serán diferentes? Veamos me dijeron que tenía que arreglármelas para salir de aquí. ¿Qué se supone que tengo hacer? –Digo mientras rasco la barba de mi mentón– Lo primero es saber dónde estoy, luego averiguar a dónde ir.
No puedo terminar de pensar cuando las segundas trompetas retiemblan a lo largo del bosque. ¿Estarán advirtiendo algo? De pronto, aquellas texturas tan insólitas comenzaron a cambiar. Todo parecía regresar a la normalidad. Incluido los colores de mi cuerpo y la corteza del árbol. Bueno. ¿Qué sería lo “normal” aquí?
¡Claro! Estaba relacionado con las trompetas. Las primeras me despertaron, indicaron mi llegada. Las segundas, hicieron que cambiaran las texturas.
Escalé a la cima de un árbol para ver a la redonda. Todo era bosque. Era de lo poco que podía observar, no se veía mucho a lo lejos. Los últimos rayos de sol ya se habían desvanecido. Era una noche nublada, muy pocas estrellas se alzaban a ver en aquel extraño cielo nocturno.
Algo llama mi atención, muy brillante color dorado, flotando en el aire. Estaba cerca de unas grandes rocas. Un ruido terrorífico resuena y llama mi atención. Eran las Trompetas nuevamente. Pero sonaban distintas, más fuertes y rasposas. Definitivamente anunciaban algo. No me voy quedar aquí a esperar –digo mientras veo en cuál rama poner mi pie–. Hice ademán por bajar, pero una imagen me detuvo. El cielo distante se iluminó de rojo.
Tiene que ser una broma –dije alzando la voz. Reprochando–.
Fue una gran explosión. Ahora el bosque se comienza a quemar. Y las llamas vienen hacia acá. A lo lejos se ve como una gran vela. Como una chimenea industrial iluminando el cielo nocturno.
Bajo rápido del árbol. El fuego aún está lejos. Tengo un par de minutos para reaccionar.
¿Qué hago? –Me presiono a mí mismo– piensa.
En mi cabeza suena una voz. Tu ventaja, no hay viento. Si no te mueves, tienes aproximadamente 10 minutos para reaccionar antes que el calor y los vapores te alcancen –Es Luther, lo delata su personalidad científica– lo peligroso de estar atrapado en un incendio forestal ni siquiera es el fuego. Que al ver la altura de las llamas en este planeta, diría que llegan hasta 1200° grados centígrados en el foco del incendio. Lo realmente mortal para ti, es la radiación que lo acompaña. Esta seca todo antes de la llegada del fuego. Así consigue que se esparza tan rápido. Seguido de sus gases y vapor de agua.
¿Quieres decir qué…. – No puedo terminar de preguntar cuando me interrumpe.
Sí, morirás antes de llegar a ver el incendio –dijo preocupado, esperando una reacción rápida de mi parte–.
Claro, cálido lugar para vacacionar –respondo sonriente y despreocupado– entonces, ¿qué hacemos cerebrito?–
Fácil –sonó otra voz, sin emociones pero con un atisbo de sarcasmo– correr en dirección opuesta, genio.
Es Damián. Tan carismático como siempre. Antes de contestar, recuerdo aquel objeto iluminado y dorado. Intenté ver a lo lejos. Me doy cuenta que es un mapa. Necesito saber dónde estoy y hacia dónde iré, puede que indique algún punto alto del bosque. Pero estaba en dirección del incendio.
¿Qué estás haciendo? –Preguntó Luther vuelto loco, llevándose las manos a la cabeza–.
Necesitamos ese mapa –digo totalmente convencido, sin tener la mínima idea si en realidad ayudaría en algo– nos ayudará a salir de aquí.
Corro sin cuestionarme. Aquel objeto no estaba tan lejos, así que llegué pronto y lo tomé. Siento el inmenso golpe de calor. Agobiante. Comienzo a sudar demasiado.
Ahora sí, a huir de este infierno –dije en tono positivo. Agitado por la falta de aire–.
Corrí tan rápido como pude. De pronto, otro estruendo retumbó, me hizo perder el equilibrio. Era otra explosión, ahora proyectiles caían del cielo. Había fuego por todas partes producto de los restos de ambas explosiones. Ahora gracias a eso, los árboles arden más. Todo se ponía más caliente, el bosque cada vez se ilumina más de rojo.
Mis opciones se acaban. Ya estoy cansado. Ya no tengo aliento y comienzo a marearme. El vapor y los gases de los que Luther me habló están haciendo efecto.
Corrí hasta llegar a una pared de piedra inmensa. Ya no hay salida. Solo escoger por dónde rodearla, una imposible de escalar. Recuerdo el mapa. Había olvidado que lo tenía en la mano. Estoy dispuesto a abrirlo pero un sonido hace despertar todos mis sentidos de alerta.
Escucho un rugido que provenía del fuego. Me paralizo por un momento. Era claramente algo vivo. Pero no sufría, era un rugido territorial. Como el que hace un oso para advertir a otro animal que se aleje. Eso me aterroriza más. ¿Qué cosa podría estar tan a gusto a esta temperatura?
Si no te mata la bestia, no soportarás estar más de 5 minutos bajo estas condiciones –dice Luther ya no preocupado, ahora suena triste– tus pulmones se sofocaran por el vapor. La falta de oxígeno hará que tu cerebro se apague. Desmayaras y luego, si esa cosa no te come. Morirás quemado.
Bueno. Entonces son 5 minutos muy importantes –abro el mapa rápidamente– al parecer todo está vivo aquí. No entiendo nada.
Bueno aquí se puede ver que estamos en una isla enorme –digo rápidamente mirando por todo el mapa– dentro de esta hay un bosque al sur y una selva en el extremo norte. También un área blanca en el centro. ¿Blanca?
Debe ser un área nevada –me contesta Luther rápidamente–.
A este punto ya ni quiera me sorprendo, ni me cuestiono cómo es posible que exista un área nevada o los demás ecosistemas dentro de una isla.
Okey, además veo un desierto al oeste pero… –Mientras complemento su información siguiendo una parte del mapa con mi dedo alguien me interrumpe–.
¿No alcanzas a ver si hay un restaurante de mariscos en la playa? –Es Damián, hablando rápido recargando su puño en el mentón– ¿Y qué? Si ves a la torre Eiffel en el mapa. ¿Por qué no te concentras primero en salir del radio del incendio? Por ejemplo, en algún lugar donde sea imposible quemarse.
¿Luther? –Lo busco con la mirada esperando Información–
Okey, rápido –Luther se incorpora. Regularmente siempre da los datos– en el mapa vimos un par de biomas pero solo un bosque en el extremo sur de la isla. Es donde estamos nosotros. Ahora, en el centro del bosque hay un círculo rojo que se ha estado expandiendo mientras hablamos. Debe representar el incendio. Como dijiste este mapa a pesar de ser papel, parece estar vivo. Se actualiza. A unos centímetros está un punto azul titilante junto a lo que parece ser una pequeña elevación montañosa.
El tiempo se nos acaba. Estamos hablando a una velocidad impresionante, a final de cuentas somos la misma persona. Cuando conversamos se siente como una mesa redonda intentando resolver algún problema. Ahora todos estamos viendo el mapa.
La playa –hablo apresurado– Si somos el punto azul, el área más cercana donde estaremos seguros por el mar, es la playa.
Luther no quita la vista al mapa.
Muy bien guardián de la bahía –dijo Damián mirándome– Ahora ¿Cómo sabrás hacia qué dirección ir?
En mis pensamientos recordé muy rápidamente dónde se ocultó el sol, ahí estaba el oeste. –Digo mientras levanto la mano izquierda señalando el punto cardinal– Si es así, el incendio viene del sur. Sí la playa más cercana está al este (a mi derecha). La mejor ruta para huir del fuego y llegar a la playa sin quemarnos, es el noreste.
¡Es por allá! –Digo con un grito indicando una milagrosa salida–. Comienzo a correr en aquella dirección. Logramos encontrar nuestra respuesta con 2 minutos de ver el mapa.
Tener el apoyo del equipo sin duda a veces es muy útil. Pensé.
Por cierto, no pude decirte algo importante. –Luther se apresura a decir algo que recordó– hay puntos rojos dispersos cerca del círculo. Al parecer también huyen del fuego ¿Qué serán? –Se detiene a pensar un momento–. Además hay un punto grande. Morado y titilante. Está fuera del territorio de la isla, no tengo idea que pueda ser.
El punto morado me intriga, es el más grande. ¿Para qué funciona? Si todo el mapa está vivo, este punto es ¿un indicador de batería o vida? Sin pensarlo mucho pongo mi dedo índice en aquel punto morado. Este desaparece del mapa. Ahora está en mi dedo. Continúa titilando. Parece estar dentro de mi piel, pero no se siente nada.
¿Qué diablos? –Reclamo sin tener idea que acaba de pasar. Detuve mi carrera en seco para ver mi dedo fijamente–.
Vuelvo a escuchar ese monstruoso gruñir. Pero ahora más cerca. Me congelo sin poder mover un músculo. No puede ser posible –digo impresionado. Asustado–
Entonces lo veo, camuflajeado entre el fuego. Su cara se movía lentamente. Nos está cazando. Era un animal majestuoso, sin pelo. Color rojo brillante, parece que el fuego no le afecta. Te daba la impresión que si lo tocas, te quemarías. Caminaba lentamente hacia mí.
No nos ha visto, huyamos ya. –Pienso rápidamente– No te muevas. –Me detiene Damián–. Si no lo vimos moverse nunca, significa que ha estado muy cerca desde hace rato. Con el tiempo que llevamos distraídos un depredador normal ya nos habría devorado.
¿Qué quieres decir? –Interroga Luther– no, nos está cazando – habla Damián con aire dramático– el hizo ruido para que lo viéramos. Nos está analizando. El hijo de puta es inteligente.
Espero a ser visto para saber si estábamos armados. –Dijo Luther sin perder de vista al animal– ahora que ya sabe que no podemos defendernos, ¿por qué no nos ataca?
El mapa –respondo sin vacilar–. Es lo único que tenemos con nosotros. Se está asegurando que no sea un arma.
El impresionante monstruo se me acerca. Mide al menos 2 metros y medio. Sus ojos son muy pequeños y finos como los de un depredador, y me miraban fijamente. Su cabeza está cubierta de púas, con una espina gruesa en la frente. Tiene una cola que termina tan afilada que podría atravesarte de un zarpazo. Esta cosa es un sable con patas, estas son muy delgadas. Camina con una agilidad felina. Ya está a solo unos metros.
Parece que su cuerpo, al igual que el metal, puede estar al rojo vivo. Pero ahora que ya no está entre el fuego ese color se oscurece un poco, dejando ver que su cuerpo, está cubierto de símbolos circulares. Solo estos mantienen la vivacidad del acero a punto de fundirse.
No tenemos escapatoria. –Mi corazón late tan deprisa – está decidido a atacar. Saca hacía enfrente sus enormes garras. Las manos me tiemblan. Entonces, salta hacia mi.
Mientras sostenía el mapa abierto. Sin verlo, dejé caer en él mi mano por la impresión. Estamos acabados. Mi dedo que aún brillaba morado toca un área del mapa. De pronto, todo se congela. Esta bestia queda suspendida en el aire sin moverse.
Un intenso sonido de trompetas me despierta. Es un tono muy grave. Apuesto que pudo ser escuchado kilómetros a la redonda.
Estoy totalmente desorientado y aturdido. Tengo una migraña aplastante. Esas que causan un dolor punzante en la sien y nublan la vista. Me incorporo lento. Abro y cierro los ojos constantemente. Me termino de levantar. Con mis manos hago círculos lentos en mi cabeza, que van desde las sienes hasta mis ojos.
Comienzo a ver a mi alrededor, pero aún veo borroso por la migraña. Veo los últimos rayos de sol en el horizonte. Mi dolor desaparece cuando me percato de algo importante.
¿Qué carajos hago en un cuadro de Rembrandt? –Digo confundido inclinando la cabeza a un lado–.
Levi, ni siquiera sabes quién es Rembrandt –dijo una voz en mi cabeza–.
La textura de todo me asombra: el cielo, los pinos y sus hojas, las piedras, el piso. Admiro todo desde mi misma posición. Todo tiene la misma apariencia. Mi piel también parece un óleo fresco. Como esas pinturas que tienen grumos que sobresalen de ella que dan la impresión de ser rasposa. Pero ahora está recién pintada, si bien sobresalta tendría que ser suave. La intriga me gana. Miro al tronco más cercano a mí y camino hacia él sin quitarle los ojos de encima. Un tigre podría estar a punto de aventarse encima de mí, y yo ni en cuenta.
Pongo mi mano sobre la corteza del gran tronco. Al sentirlo cierro los ojos. Es impresionante, algo que nunca había sentido. Parece un gran árbol dibujado con pintura medio seca. Se siente muy vivo, podría jurar que la textura me está tocando a mí y no al revés. Como si acariciara mi mano. Es una sensación agradable. Satisfactoria.
Estoy asombrado. Enérgico. Al retirar la mano de la corteza y abrir los ojos. Me impresiono al ver que está ¿despintada? Yo soy moreno, pero todo lo que tocó el tronco ahora está en tonos grises. Todo lo demás sigue en su lugar. Las líneas de mi palma, hasta mis huellas digitales. Solo mi color de piel ha desaparecido.
De vuelvo la mirada al árbol. Me percato que todo lo que toqué del tronco también está despintado y en tonos grises. Entonces ¿dónde está el color? ¿ ó debería llamarlo pintura? ¡Mierda no entiendo nada!
Espera un momento. ¿Está flotando?
Casi un metro arriba de donde toqué el tronco hay gotas de color. Levitando. Creo que entiendo. Todo se despintará si lo toco. Como cuando tocas una pared con pintura fresca, pero en lugar que solo tu mano quede manchada los colores de ambos objetos crean una reacción que los une y esa pintura-color se desprende de ambos objetos y flota como gotas. En una especie de gravedad 0.
Okey. Este planeta no tiene ningún tipo de respeto por Isaac Newton y sus manzanas.
Mi curiosidad no es saciada. Miro mi palma despintada. Con esta misma acaricio mi antebrazo. Luego. Ambas manos las restriego por toda mi cara y parte del cabello. La acción se repite. Todas aquellas partes que toqué, ya no tienen color. Incluida mi barba y mi cabello que originalmente eran castallaños.
Ahora pareces dibujo de Jardín de infantes -vuelve a hablar aquella voz burlona-. Ya no tendrás que preocuparte por tu bronceado.
A centímetros de mi cara veo mi color de piel convertido en gotas de pintura. Flotando. Con tanta calma, apenas se movían en el espacio.
Hablando de esto. ¿Dónde me ha traído esta gente? ¿Qué otras cosas serán diferentes? Veamos me dijeron que tenía que arreglármelas para salir de aquí. ¿Qué se supone que tengo hacer? –Digo mientras rasco la barba de mi mentón– Lo primero es saber dónde estoy, luego averiguar a dónde ir.
No puedo terminar de pensar cuando las segundas trompetas retiemblan a lo largo del bosque. ¿Estarán advirtiendo algo? De pronto, aquellas texturas tan insólitas comenzaron a cambiar. Todo parecía regresar a la normalidad. Incluido los colores de mi cuerpo y la corteza del árbol. Bueno. ¿Qué sería lo “normal” aquí?
¡Claro! Estaba relacionado con las trompetas. Las primeras me despertaron, indicaron mi llegada. Las segundas, hicieron que cambiaran las texturas.
Escalé a la cima de un árbol para ver a la redonda. Todo era bosque. Era de lo poco que podía observar, no se veía mucho a lo lejos. Los últimos rayos de sol ya se habían desvanecido. Era una noche nublada, muy pocas estrellas se alzaban a ver en aquel extraño cielo nocturno.
Algo llama mi atención, muy brillante color dorado, flotando en el aire. Estaba cerca de unas grandes rocas. Un ruido terrorífico resuena y llama mi atención. Eran las Trompetas nuevamente. Pero sonaban distintas, más fuertes y rasposas. Definitivamente anunciaban algo. No me voy quedar aquí a esperar –digo mientras veo en cuál rama poner mi pie–. Hice ademán por bajar, pero una imagen me detuvo. El cielo distante se iluminó de rojo.
Tiene que ser una broma –dije alzando la voz. Reprochando–.
Fue una gran explosión. Ahora el bosque se comienza a quemar. Y las llamas vienen hacia acá. A lo lejos se ve como una gran vela. Como una chimenea industrial iluminando el cielo nocturno.
Bajo rápido del árbol. El fuego aún está lejos. Tengo un par de minutos para reaccionar.
¿Qué hago? –Me presiono a mí mismo– piensa.
En mi cabeza suena una voz. Tu ventaja, no hay viento. Si no te mueves, tienes aproximadamente 10 minutos para reaccionar antes que el calor y los vapores te alcancen –Es Luther, lo delata su personalidad científica– lo peligroso de estar atrapado en un incendio forestal ni siquiera es el fuego. Que al ver la altura de las llamas en este planeta, diría que llegan hasta 1200° grados centígrados en el foco del incendio. Lo realmente mortal para ti, es la radiación que lo acompaña. Esta seca todo antes de la llegada del fuego. Así consigue que se esparza tan rápido. Seguido de sus gases y vapor de agua.
¿Quieres decir qué…. – No puedo terminar de preguntar cuando me interrumpe.
Sí, morirás antes de llegar a ver el incendio –dijo preocupado, esperando una reacción rápida de mi parte–.
Claro, cálido lugar para vacacionar –respondo sonriente y despreocupado– entonces, ¿qué hacemos cerebrito?–
Fácil –sonó otra voz, sin emociones pero con un atisbo de sarcasmo– correr en dirección opuesta, genio.
Es Damián. Tan carismático como siempre. Antes de contestar, recuerdo aquel objeto iluminado y dorado. Intenté ver a lo lejos. Me doy cuenta que es un mapa. Necesito saber dónde estoy y hacia dónde iré, puede que indique algún punto alto del bosque. Pero estaba en dirección del incendio.
¿Qué estás haciendo? –Preguntó Luther vuelto loco, llevándose las manos a la cabeza–.
Necesitamos ese mapa –digo totalmente convencido, sin tener la mínima idea si en realidad ayudaría en algo– nos ayudará a salir de aquí.
Corro sin cuestionarme. Aquel objeto no estaba tan lejos, así que llegué pronto y lo tomé. Siento el inmenso golpe de calor. Agobiante. Comienzo a sudar demasiado.
Ahora sí, a huir de este infierno –dije en tono positivo. Agitado por la falta de aire–.
Corrí tan rápido como pude. De pronto, otro estruendo retumbó, me hizo perder el equilibrio. Era otra explosión, ahora proyectiles caían del cielo. Había fuego por todas partes producto de los restos de ambas explosiones. Ahora gracias a eso, los árboles arden más. Todo se ponía más caliente, el bosque cada vez se ilumina más de rojo.
Mis opciones se acaban. Ya estoy cansado. Ya no tengo aliento y comienzo a marearme. El vapor y los gases de los que Luther me habló están haciendo efecto.
Corrí hasta llegar a una pared de piedra inmensa. Ya no hay salida. Solo escoger por dónde rodearla, una imposible de escalar. Recuerdo el mapa. Había olvidado que lo tenía en la mano. Estoy dispuesto a abrirlo pero un sonido hace despertar todos mis sentidos de alerta.
Escucho un rugido que provenía del fuego. Me paralizo por un momento. Era claramente algo vivo. Pero no sufría, era un rugido territorial. Como el que hace un oso para advertir a otro animal que se aleje. Eso me aterroriza más. ¿Qué cosa podría estar tan a gusto a esta temperatura?
Si no te mata la bestia, no soportarás estar más de 5 minutos bajo estas condiciones –dice Luther ya no preocupado, ahora suena triste– tus pulmones se sofocaran por el vapor. La falta de oxígeno hará que tu cerebro se apague. Desmayaras y luego, si esa cosa no te come. Morirás quemado.
Bueno. Entonces son 5 minutos muy importantes –abro el mapa rápidamente– al parecer todo está vivo aquí. No entiendo nada.
Bueno aquí se puede ver que estamos en una isla enorme –digo rápidamente mirando por todo el mapa– dentro de esta hay un bosque al sur y una selva en el extremo norte. También un área blanca en el centro. ¿Blanca?
Debe ser un área nevada –me contesta Luther rápidamente–.
A este punto ya ni quiera me sorprendo, ni me cuestiono cómo es posible que exista un área nevada o los demás ecosistemas dentro de una isla.
Okey, además veo un desierto al oeste pero… –Mientras complemento su información siguiendo una parte del mapa con mi dedo alguien me interrumpe–.
¿No alcanzas a ver si hay un restaurante de mariscos en la playa? –Es Damián, hablando rápido recargando su puño en el mentón– ¿Y qué? Si ves a la torre Eiffel en el mapa. ¿Por qué no te concentras primero en salir del radio del incendio? Por ejemplo, en algún lugar donde sea imposible quemarse.
¿Luther? –Lo busco con la mirada esperando Información–
Okey, rápido –Luther se incorpora. Regularmente siempre da los datos– en el mapa vimos un par de biomas pero solo un bosque en el extremo sur de la isla. Es donde estamos nosotros. Ahora, en el centro del bosque hay un círculo rojo que se ha estado expandiendo mientras hablamos. Debe representar el incendio. Como dijiste este mapa a pesar de ser papel, parece estar vivo. Se actualiza. A unos centímetros está un punto azul titilante junto a lo que parece ser una pequeña elevación montañosa.
El tiempo se nos acaba. Estamos hablando a una velocidad impresionante, a final de cuentas somos la misma persona. Cuando conversamos se siente como una mesa redonda intentando resolver algún problema. Ahora todos estamos viendo el mapa.
La playa –hablo apresurado– Si somos el punto azul, el área más cercana donde estaremos seguros por el mar, es la playa.
Luther no quita la vista al mapa.
Muy bien guardián de la bahía –dijo Damián mirándome– Ahora ¿Cómo sabrás hacia qué dirección ir?
En mis pensamientos recordé muy rápidamente dónde se ocultó el sol, ahí estaba el oeste. –Digo mientras levanto la mano izquierda señalando el punto cardinal– Si es así, el incendio viene del sur. Sí la playa más cercana está al este (a mi derecha). La mejor ruta para huir del fuego y llegar a la playa sin quemarnos, es el noreste.
¡Es por allá! –Digo con un grito indicando una milagrosa salida–. Comienzo a correr en aquella dirección. Logramos encontrar nuestra respuesta con 2 minutos de ver el mapa.
Tener el apoyo del equipo sin duda a veces es muy útil. Pensé.
Por cierto, no pude decirte algo importante. –Luther se apresura a decir algo que recordó– hay puntos rojos dispersos cerca del círculo. Al parecer también huyen del fuego ¿Qué serán? –Se detiene a pensar un momento–. Además hay un punto grande. Morado y titilante. Está fuera del territorio de la isla, no tengo idea que pueda ser.
El punto morado me intriga, es el más grande. ¿Para qué funciona? Si todo el mapa está vivo, este punto es ¿un indicador de batería o vida? Sin pensarlo mucho pongo mi dedo índice en aquel punto morado. Este desaparece del mapa. Ahora está en mi dedo. Continúa titilando. Parece estar dentro de mi piel, pero no se siente nada.
¿Qué diablos? –Reclamo sin tener idea que acaba de pasar. Detuve mi carrera en seco para ver mi dedo fijamente–.
Vuelvo a escuchar ese monstruoso gruñir. Pero ahora más cerca. Me congelo sin poder mover un músculo. No puede ser posible –digo impresionado. Asustado–
Entonces lo veo, camuflajeado entre el fuego. Su cara se movía lentamente. Nos está cazando. Era un animal majestuoso, sin pelo. Color rojo brillante, parece que el fuego no le afecta. Te daba la impresión que si lo tocas, te quemarías. Caminaba lentamente hacia mí.
No nos ha visto, huyamos ya. –Pienso rápidamente– No te muevas. –Me detiene Damián–. Si no lo vimos moverse nunca, significa que ha estado muy cerca desde hace rato. Con el tiempo que llevamos distraídos un depredador normal ya nos habría devorado.
¿Qué quieres decir? –Interroga Luther– no, nos está cazando – habla Damián con aire dramático– el hizo ruido para que lo viéramos. Nos está analizando. El hijo de puta es inteligente.
Espero a ser visto para saber si estábamos armados. –Dijo Luther sin perder de vista al animal– ahora que ya sabe que no podemos defendernos, ¿por qué no nos ataca?
El mapa –respondo sin vacilar–. Es lo único que tenemos con nosotros. Se está asegurando que no sea un arma.
El impresionante monstruo se me acerca. Mide al menos 2 metros y medio. Sus ojos son muy pequeños y finos como los de un depredador, y me miraban fijamente. Su cabeza está cubierta de púas, con una espina gruesa en la frente. Tiene una cola que termina tan afilada que podría atravesarte de un zarpazo. Esta cosa es un sable con patas, estas son muy delgadas. Camina con una agilidad felina. Ya está a solo unos metros.
Parece que su cuerpo, al igual que el metal, puede estar al rojo vivo. Pero ahora que ya no está entre el fuego ese color se oscurece un poco, dejando ver que su cuerpo, está cubierto de símbolos circulares. Solo estos mantienen la vivacidad del acero a punto de fundirse.
No tenemos escapatoria. –Mi corazón late tan deprisa – está decidido a atacar. Saca hacía enfrente sus enormes garras. Las manos me tiemblan. Entonces, salta hacia mi.
Mientras sostenía el mapa abierto. Sin verlo, dejé caer en él mi mano por la impresión. Estamos acabados. Mi dedo que aún brillaba morado toca un área del mapa. De pronto, todo se congela. Esta bestia queda suspendida en el aire sin moverse.
Admiro esa imágen. El fuego se detuvo. Troncos en llamas y hojas que caían ahora quedan suspendidos en el aire. Pasaron apenas segundos cuándo distraje la vista al ver una gama de estelas de colores que están dando vueltas alrededor mío. El mapa se ilumina de dorado. La mano que lo sostenía también brilla del mismo color.
Esto lo causó el mapa. Afirmo creyendo estar seguro de al menos una cosa de tantas rarezas que ocurrían tan de prisa.
De pronto estelas de colores que provienen del mapa comienzan a rodearme.
De la nada esas luces ahora se podían tocar. ¿Luz que se toca? Me pregunto a mí mismo, vuelvo a sentir que no entiendo una mínima cosa de lo que pasaba en este lugar. La luz ahora parecía esponjosa. Eran como bombillas de luz hechas de algodón de azúcar. Brillante. Suave. Todo comenzaba a verse brilloso.
¿Esas son mariposas? –Intento darle formas que no existían a las luces. Se ven tan vivas por la forma en la que se mueven– es como ver animales diminutos bailando, dando vueltas en torno a mi.
Ahora una espuma morada brillante rodea mi cuerpo, una espuma hueca. Parece que tiene un universo en su interior,
podría jurar que dentro de ella veo nebulosas con sus haces de luz de muchos colores. Todo comienza a desaparecer. La bestia, el fuego, todo el bosque. Todo se va. No, soy yo el que está desapareciendo del lugar.
De pronto. Ya no siento el ardor que me causaba el fuego. No huele a quemado. Tengo la sensación de caer por un agujero oscuro. Siento una presión muy fuerte en cada parte de mi cuerpo. Como si 2 paredes me apretaran con el fin de aplastarme. Pero no hay nada, solo aquella sensación. Cómo si el aire mismo tratara de matarme.
Los sonidos más extraños retumban mis oídos. Era como estar bajo el mar después de ser arrastrado por una ola. Pero sin haber una gota de agua. Sonidos destructivos. Demasiado eco.
Ni en tu sueño más lisérgico –susurra Damián admirado por lo que estamos observando– ¿De qué clase de plantas venía ese humo que respiraste en el bosque?
Hago caso omiso a su pregunta. Cierro los ojos fuertemente por aquella sensación de caer al vacío a ciegas y sin paracaídas. Unido a las náuseas y terror que eso implica. Solo han pasado segundos desde que todo se detuvo en el bosque. Eran segundos realmente largos. La sensación de caer desaparece.
Abro los ojos. Caigo sobre mis rodillas. Todo está en calma.
¿Qué demonios acaba de pasar? –Pregunta Damián inexpresivo. Luego, voltea la cabeza de un lado al otro. Explorando el lugar con la vista–.
No respondo. Yo tampoco estoy seguro. Estando de rodillas siento arena en mis manos. ¿Arena? Si, arena. Blanca –Me pregunto y respondo yo mismo– estoy en la playa.
Volteo a ver hacía la profunda selva. No hay incendio. El sonido de las cortezas explotando por el fuego ya no está. El calor de la playa casi se siente frío a comparación del infierno donde estaba. No se escucha ni un animal cerca. Se respiraba aire fresco. Tomo una gran cantidad de aire para después exhalar. Acción que acompaño con un gesto de alivio en el rostro. Relajo los músculos que estaban tensos. Descanso los brazos a mis costados sin soltar el mapa.
El mapa nos acaba de teletransportar –asegura Luther mientras acomoda sus lentes– Recuerdo verlo brillar dorado segundos antes de irnos del bosque, incluso tu brazo brilló igual por un momento.
¿Cómo lo hizo? –Damián deja de observar alrededor para ver a Luther– Si esa cosa puede hacer eso, tenemos que saber cómo usarlo.
Pues no tengo idea –dice Luther encogiéndose de hombros–.
Tú siempre tienes respuestas –reclama Damián mirando a Luther directamente–.
Mira cabezón mejor cállate, yo nunca digo nada cuando tu…
A toda esta conversación le presto la mínima atención. Me siento agotado. Hablan muy rápido como para seguir con atención todos los detalles.
…Además, estaba muerto de miedo. Pensando en no morir, –dice Luther con desdén en su cara– el mapa era lo que menos me importaba.
Dejo de escuchar su discusión por unos segundos. Mientras me aseguro que no haya nada peligroso en la oscura selva de la playa.
Espera. Estamos en la playa ¿Es aquí dónde planeaste venir en un principio? –Me pregunta Luther ingenuo–
Donde sea que me encuentre –respondo restando importancia a su pregunta– estamos a salvo por ahora.
No me cuestiono nada. Solo me recuesto boca arriba sintiendo la suavidad de la arena en mi espalda, extremidades y cabeza. Pensándolo un poco, podría ser la última vez que tengo segundos de paz. O la última vez que siento la arena en mis manos. Me siento mareado por el humo. Miro las estrellas del cielo nocturno. Cierro los ojos. El viento de la playa me arrulla.
OPINIONES Y COMENTARIOS